El viaje a San Cristóbal pudo ser incómodo e intrincado para River, pero el regreso será placentero, confortable. Todo lo mullido que permite una victoria. El debut con triunfo 2-0 en la Copa Libertadores compensa traslados en ómnibus y conexiones con aviones. Le llevó un tiempo, más minutos de los debidos, pero alcanzó a plasmar su mayor potencial ante un rival inferior, como lo es Deportivo Táchira.

El 2-0 llegó por dos vías diferentes. Un gol de rebote, uno más de los tantos que convirtió este año, con un rechace de Uribe que dio en pleno rostro de Sebastián Boselli. Fue el 1-0. Abierta la lata, luego entró un bombazo de más de 30 metros de Nicolás Fonseca. Inolvidable para el volante uruguayo por partida doble: por ser el primero con la camiseta de River y por la espectacularidad.

Dos objetivos cumplidos para River: el triunfo en una zona que lo tiene como favorito y una bocanada de aire fresco tras 10 días en los que no se respiró el mejor clima, tras la goleada sufrida en un amistoso ante Independiente Rivadavia en Mendoza y la derrota ante Huracán antes de emprender la ruta continental.

La Copa Libertadores es la gran misión de este año. Queda mucho por recorrer y es prematuro para hacer pronósticos, pero River no podía permitirse otro paso en falso. Por lo pronto, Martín Demichelis puede festejar su primer triunfo como visitante en la Libertadores, tras las tres derrotas y el empate del año pasado. La falta de éxitos fuera del Monumental en la competencia continental se estiraba a seis cotejos, incluyendo el ciclo de Marcelo Gallardo. River no se imponía de visitante desde el 27 de abril de 2022, en un 2-1 a Colo Colo.

Por superioridad futbolística y situaciones de gol, River pudo ponerse en ventaja en el primer cuarto de hora. Tenía control de campo y pelota, imponía condiciones. Un escenario más que propicio y favorable, en el que solo faltó la cuota de eficacia de Borja. Costó reconocer al máximo goleador (11) de River en 2024 en la ocasión que desperdició a menos de un metro del arco. Daba la impresión de que la pelota entraría con cualquier parte del cuerpo que la empujara, pero insólitamente salió por el costado.

River estaba tranquilo porque controlaba el partido, pero lo inquietaba no poder reflejarlo en el resultado. La propuesta ofensiva con tres delanteros –la fórmula Solari, Borja y Colidio ya había sido utilizada ante Independiente Rivadavia en el triunfo en el Monumental por la Copa de la Liga- tenía correspondencia en una búsqueda ofensiva, con Nacho Fernández de enlace y el apoyo de Aliendro, siempre ofreciéndose como socio para el toque corto y la descarga. De las individualidades que venían en bajo nivel, el que pagó con la suplencia fue Barco. Como en otras ocasiones, Demichelis sorprendió con una formación que no figuraba en las especulaciones. Los continuos cambios tácticos y de nombres del entrenador obedecen más a los altibajos en el rendimiento que a retoques puntuales en función del adversario de turno.

Si bien River construía por abajo, inquietaba a Táchira por arriba, por la vía aérea, con cabezazos de Solari, Paulo Díaz y Colidio. Fueron buenos esos primeros 20 minutos del equipo de Demichelis, pero la escasa eficacia le trajo aparejada la confusión y el apuro. Cometió algunos foules innecesarios para recuperar la pelota y permitió que Táchira se aproximara al área. En la medida que el desarrollo se hacía trabado e impreciso, el beneficiado era Táchira, expectante a pescar algo en río revuelto. A River le urgía retomar el hilo, no dejar crecer a un rival que contaba con un apoyo masivo desde las tribunas, con hinchas ávidos de ser testigos de un resultado que podía ser histórico para el club.

No podía dejarlo satisfecho a River el balance del primer tiempo. Le faltó pegada de arranque y después se empastó, Solari y Colidio entraban poco en acción, y Borja parecía atrapado mentalmente en el increíble gol que le escapó. Enzo Díaz no sorprendía con alguna proyección y Boselli quedaba retenido en funciones defensivos.

Quizá el partido reclamaba a un agitador atrevido como Echeverri, pero Demichelis volvió del descanso sin cambios. La mecánica de juego de River se trababa demasiado. A veces era un mal pase, en otras un control deficiente, cuando no un desentendimiento entre compañeros. Recién a los 21 minutos mandó a la cancha al juvenil que se irá a Manchester City. Y él fue la llave que activó a sus compañeros, con sus arranques eléctricos, un cambio de ritmo que nadie había mostrado antes.

El encuentro se hizo monótono, con escasos aspectos reseñables. Nada que disgustara a Táchira, aplicado en el reagrupamiento en su campo y sin renunciar a algún contraataque si River se despistaba en su constante ir y chocar. Borja volvió a estar desconocido al no llegar a conectar un centro desde la izquierda de Enzo Díaz. Antes de que lo terminara por envolver la ansiedad, el gol de carambola de Boselli con la cara le dibujó una sonrisa, más allá del dolor del defensor uruguayo. El misíl de Fonseca aportó la tranquilidad definitiva.

River se trae tres puntos balsámicos. Alivió la tensión y relajó rostros. Lo necesitaba con urgencia.

Lo más destacado de Deportivo Táchira 0 – River 2

 

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