Las autoridades de Italia y Portugal han rechazado en los últimos meses partidas de productos con carne de caza de jabalí procedente de España debido a los elevados niveles de plomo detectados. La cantidad de este metal pesado, procedente de la munición utilizada para abatir a los animales, superaba en un caso más de 100 veces los niveles máximos permitidos, según los sistemas de alerta de la Unión Europea. La Agencia Española de Seguridad Alimentaria (Aesan) ha abierto investigaciones por este caso y por otro reciente.

“La contaminación de la carne de caza por el plomo de la munición es un viejo problema que puede tener importantes riesgos para la salud de los consumidores. El plomo es un metal pesado que se acumula en los tejidos y afecta al neurodesarrollo de los niños. En los adultos, causa también problemas cardiovasculares y renales, entre otros. Como su efecto es acumulativo, puede argumentarse que un consumo puntual puede no suponer un gran riesgo. Pero hay que tener en cuenta que se suma a las otras fuentes de exposición que tenemos al plomo, como las ambientales. El riesgo puede ser mayor para los propios cazadores y sus familias, consumidores habituales”, explica Antonio Juan García Fernández, catedrático en Toxicología de la Universidad de Murcia.

Este experto es coautor de un estudio titulado Riesgos Tóxicos de la Munición de Plomo y sus Alternativas en la Actividad Cinegética, publicado en 2019, en el que explica que “cualquier otro tipo de munición de plomo se fragmenta tras el impacto del proyectil, resultando en una dispersión de plomo en los tejidos del animal abatido”. El documento alerta de algunos riesgos: “Existe la creencia de que estos fragmentos se pueden retirar y ser así descartados del animal abatido. Sin embargo, esto solo sería válido para fragmentos relativamente grandes que pueden ser detectados. Pero la realidad es otra, ya que ha sido demostrado que los fragmentos de plomo se dispersan en forma de pequeñas partículas microscópicas (en ocasiones nanopartículas) por los tejidos; no siendo posible su retirada completa de la canal”.

El Sistema de Alerta Rápida para Alimentos y Piensos de la Unión Europea (Rasfe, en sus siglas en inglés) recoge un primer incidente notificado el pasado 8 de noviembre por las autoridades portuguesas con “filetes de carné de jabalí” en los que fueron detectados niveles superiores a 11 miligramos de plomo por kilo de producto. Esto, según la propia alerta, supera en 110 veces “los niveles máximos autorizados”, que son de 0,10 miligramos por kilo. El segundo caso fue notificado por Italia al Rasfe el pasado 5 de diciembre. En este caso, el producto afectado eran “recortes de carne de jabalí” y los niveles encontrados triplicaban los máximos autorizados.

Las investigaciones confirmaron que el plomo que causó la contaminación procedía de la munición utilizada durante la caza de los jabalíes afectados

La Agencia Española de Seguridad Alimentaria ha abierto sendas investigaciones tras recibir las notificaciones, que han terminado en las últimas semanas. En respuesta por escrito a EL PAÍS, este organismo confirma que las notificaciones recibidas de Italia y Portugal “fueron trasladadas a las autoridades competentes de la comunidad autónoma [que no ha sido hecha pública] donde se ubica el establecimiento del que procedía la carne para que se asegurasen de que toda la carne del mismo lote se retirase del mercado”.

Las investigaciones confirmaron que el plomo que causó la contaminación procedía de la munición utilizada durante la caza de los jabalíes afectados, según la Aesan.

La Asociación Interprofesional de la Carne de Caza (Asiccaza) defiende la seguridad de sus productos. “En las salas de tratamiento de las canales se utilizan detectores de metales y se extreman todos los controles que aseguran que los productos elaborados son de una excelente calidad”, explica un portavoz. Sin entrar en más detalles del caso concreto, la patronal del sector afirma que “la contaminación por plomo puede producirse de forma natural por la exposición ambiental de los animales en lugares donde, por ejemplo, hay antiguas minas o depósitos de este metal. Pero esto afecta a todo el ecosistema, no solo a los jabalíes”.

España es un importante país productor de carne de caza, aunque no es una gran consumidora y exporta el 90% de los animales. Según los últimos datos disponibles en la página web de Asicazza, en la temporada 2017-18 fueron abatidos en España un casi 650.000 piezas de caza mayor, con un valor de mercado de su carne de 57,1 millones de euros, y siendo los jabalíes (355.000 piezas) y ciervos (182.000) los más cazados.

Según un estudio encargado por la asociación, tres de cada cuatro españoles nunca comen carne de caza. El 19,6% lo hace alguna vez al mes y el 4,6% semanalmente. La Aesan publicó hace ya una década un informe de su comité científico sobre “el riesgo asociado a la presencia de plomo en carne de caza silvestre en España”. Tras revisar todas las publicaciones y evidencia sobre el problema, el comité concluyó que “las piezas de caza mayor y menor silvestre analizadas en España muestran un contenido medio de plomo superior a los límites máximos establecidos en la UE para carnes y despojos en general”. En este sentido, sin embargo, hay que tener en cuenta que no existen límites específicos para la carne de caza y que esta es mucho menos consumida por la práctica totalidad de la población que la carne procedente de la ganadería.

Pese a ello, la Aesan desaconsejaba el consumo de carne de caza en “niños menores de seis años, mujeres embarazadas y mujeres que planeen quedarse embarazadas, […] dado que los fragmentos de plomo no pueden eliminarse con total seguridad”. En adultos, la recomendación es un consumo máximo de una ración a la semana (unos 150 gramos).

Aunque el impacto negativo del plomo procedente de la caza sobre la salud de algunos consumidores es aceptado por expertos y administraciones, no existen estudios epidemiológicos completos en España que pongan cifras precisas a la magnitud del problema. En buena parte esto se debe a que no siempre llega a determinarse el origen de los trastornos que causa y a la dificultad para discernir el origen concreto del plomo que una persona ha ido acumulando a lo largo de la vida (la gasolina con plomo, por ejemplo, no fue prohibida en España hasta 2001).

El documento de la AESAN propone “promover, en la medida de lo posible, la limitación en el uso de munición de plomo a favor de otras alternativas disponibles” con munición de otros metales, como el acero, el cobre o algunas aleaciones. “Esto es algo que ya se ha hecho en algunas zonas húmedas especialmente protegidas por los problemas de contaminación sobre el medio ambiente que causaban los perdigones. Pero, lamentablemente, no se ha extendido al resto del territorio”, censura García Fernández.

Manuel Gallardo, presidente de la Real Federación Española de Caza, apunta al enorme impacto económico que supondría este cambio de metales en relación a un problema que no se percibe como importante. Más allá de los casos ahora ocurridos en Italia y Portugal, “no existe una alarma de contaminación de alimentos a causa de la munición y esto, sumado a que no haya alternativas viables a la munición de plomo, hace que no se tomen determinadas decisiones, que provocarían perdidas millonarias en la Unión Europea”, defiende.

 

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