En el año 2022 Verónica Nani se encontraba trabajando en un equipo de Emergencias Psicosocial, perteneciente a un municipio de la provincia de Buenos Aires, atendiendo los llamados de personas con diferentes problemáticas de salud mental. Lo hacía 24×7.

Estaba a full, como ella misma dice. El cansancio era extremo y la presión subía bastante, pero tomaba su medicación y seguía.

¿Estrés o ACV?

“Un día en el trabajo no daba más del dolor de cabeza. Salí, fui a buscar a mi hija al colegio y me fui a la guardia. Allí me cambiaron la medicación y me dijeron que era estrés. Me recomendaron que hiciera 48 horas de reposo, pero tuve que volver al hospital porque no daba más. Me hicieron una tomografía y arrojó que algo raro pasaba en mi cara. Ya tenía el primer check de que estaba teniendo un ACV. Entonces, me sacaron en silla de ruedas, me pasaron a la clínica que estaba al lado y que me corresponde por mi obra social”, recuerda Verónica.

-Te vamos a tener que internar- le dijo el médico que la atendió.

-No, me tengo que encargar de mis hijos -le rogó Verónica.

-No podés -insistió el especialista.

A partir de ese momento, Verónica quedó internada en Terapia Intensiva. “Me hicieron de todo, mis vecinos se ocuparon de retirar a Mía (una de sus hijas) y de comprar cosas para los chicos. Después, mi círculo chico se ocupó porque no tengo familia”.

Una infancia muy difícil

El ACV no fue la primera situación adversa que Verónica tuvo que afrontar en su vida. Por eso, no resulta casual que su mejor amiga le diga que es una guerrera. Y no se equivoca. Su historia, entre otras cosas, enseña que se puede vivir a pesar de haber tenido una infancia traumática, por momentos, y que a pesar de eso también se pueden cumplir los sueños.

Su padre abandonó a su madre cuando cursaba el cuarto mes de embarazo. Su madre era una hermosa mujer, profesora de Bellas Artes. Sin embargo, por esa historia de desamor, se volcó al alcohol y nunca pudo salir de ese infierno.

Hasta los cuatro años vivió con su mamá en la casa de su abuelo en Mar del Plata y luego se instalaron en Caballito, en la ciudad de Buenos Aires. A los cinco empezó a darse cuenta de las consecuencias que le ocasionaban a su mamá la adicción al alcohol. “Ella tenía un trabajo hasta las dos de la tarde y cuando volvía a casa era tomar, tomar y tomar. Y los fines de semana era peor, en un momento yo le diluía el alcohol con un poco de agua para rebajarlo sin que se diera cuenta. Nunca más recobró la alegría que en algún momento tuvo, según me comentaron algunos familiares”, recuerda Verónica, a la distancia.

“Mi mamá me decía que tenía que haber sido abortada”

Su mamá tenía un comportamiento muy agresivo hacia ella. “Se ponía sumamente violenta, me pegaba hasta el cansancio y el tema recurrente era que me decía que yo tenía que haber sido abortada”.

En medio de esa situación de violencia y negligencia, cuando Verónica aprendió a leer se fue dando cuenta que en los libros estaba su refugio ante todo ese oscuro panorama que vivía. En su casa había una terraza donde tenían un galponcito con libros y aprovechaba cada minuto que tenía para refugiarse en la lectura. “Me servía para evadirme de todo lo que pasaba abajo, fue lo que me puso alas para no volverme loca”.

La absurda recomendación de los médicos

En medio del caos que tenía en su mente como consecuencia del ACV, Verónica solamente pensaba en la fiesta de 15 de Mía y en las “miles” de cosas que tenía que hacer que le generaban mucha ansiedad.

Sin embargo, su brazo izquierdo estaba dormido y, cuenta, algunos doctores les decían que era a causa del estrés, por lo que le recomendaron que se pusiera a hacer postrecitos en su casa para venderlos y dejar atrás las situaciones complicadas. Parecía algo absurdo y hasta desubicado.

A fines de agosto de 2022 le dieron el alta y como consecuencia del ACV le quedó una paresia (una debilidad muscular parcial causada por una lesión en el sistema nervioso que afecta la capacidad del cerebro para enviar las señales adecuadas a los músculos) en su brazo y rostro del lado izquierdo.

¿Qué pasó con la fiesta de 15 de su hija?

“Me dieron reposo laboral y empezaron miles de estudios y resonancias que marcaban lesiones. En ese tiempo iba hablando por teléfono con la ambientadora del cumpleaños, pero seguía pasando el tiempo y no remitía la paresia ni la fatiga crónica similar que tenía”.

En ningún momento Verónica imaginó que iba a tener que posponer el cumpleaños de Mía. Todo lo contrario, sacó fuerzas desde donde, quizás, no las tenía porque debía estar de la mejor manera para poder vivir ese inolvidable momento.

“Llegó la fiesta, mi rostro estaba igual y mi brazo muy pesado, pese a estar haciendo rehabilitación. La maquilladora hizo magia y no se notaba nada. Tenía miedo de cómo iba a transitar el evento que tanto esfuerzo había costado, pero Dios estuvo conmigo y todo salió genial. La fiesta fue hermosa, mi hija estaba preciosa y lo disfrutó muchísimo. Pese a como yo estaba de salud, esa noche se me había cumplido un sueño muy especial”, se emociona.

“Fue el día más triste de mi vida”

Toda esta experiencia vivida con éxito no solamente tenía que ver con poder salir adelante tras el ACV y hacerle el mejor regalo a su hija, sino que ese suceso le trajo los recuerdos de su malogrado cumpleaños de 15. “Lo único que tenía que hacer era ir con mi mamá al salón. Yo me estaba por empezar a preparar y a eso de las siete de la tarde me dijo que no íbamos a ir a ningún lado y me rompió mi hermoso vestido blanco. Eran las nueve de la noche, nos tocaban el timbre y ella no abría. Lo mismo sucedió unas horas más tarde. Fue el día más triste de mi vida”.

Sin embargo, con el tiempo Verónica logró perdonar a su mamá. “Hubo un momento de la historia que yo deseaba lo peor para ella, tenía sentimientos horribles, pero a partir de los 20 años ya no los tuve más. Muy por el contrario, entendí que ante esa situación tan tremenda que ella había sufrido (el abandono de su padre) no se había podido poner de pie, no tuvo las herramientas, no supo”, dice.

Una nueva enfermedad

Al día de hoy, dice, no remitió su brazo, el rostro mejoró un poco y la enfermedad está activa ya que aparecieron algunos temas cognitivos nuevos.

Cuando Verónica se refiere a estos temas cognitivos, hace referencia a que en uno de los estudios le diagnosticaron Esclerosis Múltiple (EM). “Tengo varios síntomas y estadíos: el cansancio, la pérdida de fuerza y de concentración por el dolor de cabeza. Son algunas cosas a las que me fui acostumbrando, pero no me amigo con la enfermedad, la acepto de momento y nada más”, asegura. Y agrega: “Las ganas de volver a mi esencia están todo el tiempo, pero hay días que gana la EM y otros en los que triunfo yo”.

Verónica está convencida que la EM le vino a mostrar que hay que parar a tiempo y que es fundamental escuchar al cuerpo. “Siempre fui muy exigente conmigo misma, por maternar a cada persona, por cargar con lo mío y con lo ajeno, que igualmente no reniego porque aprendí a hacerme cargo desde muy chica. Y me sé mover en incómodo, en la tragedia”.

Escribió un libro en 40 días

Muchos años antes de que le diagnosticaran el ACV y la EM, Verónica se había formado en Reiki, Gestalt, Registros Akáshicos, Coaching y Feng Shui, entre otras disciplinas.

Y en medio de la adversidad, se le prendió una lamparita y empezó a escribir el libro Ambientar Feng Shui, una guía esencial para quienes buscan mejorar su calidad de vida a través del arte ancestral del Feng Shui, que con mucha ilusión presentará en la Feria del Libro de CABA. “Fue mi caballito de batalla hace muchos años cuando iniciaba Facebook y yo brindaba muchos cursos, formaciones y pesar del caos en 40 días logré escribirlo”.

“El contacto con el oyente es mágico y único”

Y este gran logro la impulsó a retomar su programa de radio Bar de Almas, que transmite por Instagram desde su casa. “Se trata de un mix de reflexión, de espiritualidad, de música, y de escuchar al oyente con sus historias de vida. Tener invitados que se sumen y aportar todos mis conocimientos de Astrología. El contacto con el oyente es mágico y único”.

Verónica, que también es madre de Ezequiel y Franco, sueña con no sentirse cansada, con mejorar cada día y esperanzada de que exista una cura para su enfermedad y para todos la que la tienen.

 

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