¿Seguir en Boca a cualquier precio o no jugar hasta enero y perderse la Copa América y/o los Juegos Olímpicos? Ese es el dilema que por estas horas ocupa buena parte del pensamiento de Nicolás Valentini y sus representantes.

Ocurre que la renovación del contrato del defensor ingresó en un terreno pantanoso en el que las dos partes pueden salir perdiendo. Porque si realmente se concreta la decisión del club de “colgarlo” y no tenerlo en cuenta hasta que no firme el nuevo vínculo (y quede libre), no solo no podrá contar con sus servicios hasta fin de año, sino que a la vez el juvenil casi con seguridad se pierda la chance de ser convocado para formar parte del seleccionado Sub 23 que en agosto disputará los Juegos Olímpicos en Paris o incluso la remota posibilidad de disputar la Copa América.

La confirmación que la relación estaría rota podría quedar expuesto este lunes, cuando Boca haga oficial la lista de convocados para el partido del martes contra Godoy Cruz, en el que el Xeneize definirá su clasificación o no a los cuartos de final de la Copa de la Liga. Si allí aparece Valentini significará que las charlas continúan. En cambio, si no figura como alternativa será una prueba irrefutable de que no volverá a jugar con la casaca azul y oro mientras no firme su continuidad. En relación a esto, desde el club le descartaron a LA NACION que esto ocurra. “No le sumaría a ninguna de las dos partes”, confiaron. Quienes manejan la carrera de Valentini le aseguraron a este diario que su postura es seguir dialogando.

Ante esta situación, de ambos lados deberán limar asperezas, seguir negociando y ceder, en pos de encontrar la mejor solución posible. El escenario es el siguiente: el 31 de diciembre próximo se termina el vínculo laboral entre el zaguero y el club azul y oro. Consciente de que a partir de junio puede negociar como agente libre y el 1° de enero emigrar a otra institución sin que ingrese dinero a Brandsen 805 por esa transferencia, lo que plantearon sus representantes (Ezequiel Manera y Maximiliano Pra) fue que a mitad de año el Vikingo sea transferido a Europa.

¿Por qué la urgencia de plantear esto en abril y no en julio? Precisamente por las competencias internacionales de la selección argentina. La Copa América se disputará en Estados Unidos entre el 20 de junio y el 14 de julio (Valentini integró la última lista de convocados por Lionel Scaloni) y el torneo olímpico de fútbol se realizará en Paris entre el 24 de julio y el 10 de agosto (el defensor es titular en el equipo conducido por Javier Mascherano).

Sin embargo, en los hechos esa posibilidad resulta difícil de concretar: es infrecuente que un club realice una buena oferta por un futbolista cuando seis meses más tarde puede incorporarlo gratis. A lo sumo podría aparecer una propuesta muy por debajo de lo pretendido por Boca, o bien activar la cláusula (algo casi imposible a seis meses de sumarlo como libre).

Como ya sucedió en el pasado y en negociaciones recientes (Valentín Barco y Marcelo Weigandt, ambos representados por Adrián Ruocco), la dirigencia de Boca juega al límite. Con el Colo, el Consejo de Fútbol rechazó todas las ofertas porque las consideraba bajas y el futbolista terminó activando la cláusula de rescisión (US$ 10.000.000) para irse a Brighton, de la Premier League. Y con el Chelito logró su objetivo de que el jugador renueve su contrato (tres años) a cambio de ser cedido a préstamo a Inter Miami, donde ahora juega junto a Lionel Messi.

El club azul y oro propuso que Valentini sea el juvenil mejor pago del plantel (la línea salarial de Cristian Medina), cosa que los agentes del jugador rechazaron. Habituados a que no haya negociaciones o contraofertas, esa respuesta negativa cayó muy mal en Boca Predio.

En el medio, como en otras ocasiones, está el futbolista. Si no hay acuerdo por una renovación, el club tiene la potestad de decidir no utilizarlo hasta que finalice su contrato. Pero sería un escenario adverso: ni Diego Martínez podría contar con los servicios de alguien que hasta ahora sí fue considerado, ni Valentini tendría el rodaje suficiente para aparecer en las próximas convocatorias de la selección argentina, ya sea rumbo a la Copa América o a los Juegos Olímpicos.

Este tira y afloje entre un club y un futbolista de su plantel excede a Boca y es un problema frente a que las instituciones no encuentran una solución a la hora de intentar retener a sus figuras. Porque, a la vez, tampoco se pueden poner cláusulas millonarias, ya que atado a esa cifra está el monto salarial que percibe ese deportista. El caso más resonante fue el de Kylian Mbappé, que en junio de 2022 quedó libre de PSG y luego de coquetear con Real Madrid renegoció su nuevo contrato otra vez con el equipo parisino.

Dos casos similares

En Boca, el caso testigo (y similar a lo que ocurre con Valentini) es lo que sucedió con Guillermo Pol Fernández en 2000. Prioridad del Consejo y del DT Miguel Russo, el Xeneize tenía acordada con Cruz Azul la renovación de su préstamo, pero el jugador se negó a seguir en la institución de la Ribera. Por eso, fue apartado del plantel el 11 de noviembre y no volvió a jugar hasta que el 31 de diciembre concluyó su préstamo y regresó al equipo mexicano. El 28 de enero de 2022, Boca compró su ficha por US$ 2.000.000.

Lo mismo ocurrió con Cristian Pavón, quien desde que retornó al club a comienzos de 2021 tras el último préstamo en Los Ángeles Galaxy, de la Major League Soccer. “Cualquier opción para Cristian es mejor que Boca. No le conoce la voz a los del Consejo de Fútbol”, había lanzado su padre Walter apenas retornó a la Argentina, algo que en el predio de Ezeiza siempre negaron. Con contrato vigente, Pavón no fue tenido en cuenta hasta que a mediados de 2022 culminó su contrato y fue adquirido por Atletico Mineiro como agente libre.

 

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