NUEVA YORK.- Cuando vio el sol, algo dentro de Julie McKelvey cambió.

En ese momento Julie estaba colgando de una cuerda en una de las laderas del Everest, a cuatro horas de la cumbre. Era una noche helada, la pared tenía 60° de inclinación, y el oxígeno era tenue, mientras ella ascendía al punto más alto del planeta. En esa oscuridad, Julie quedó sobrecogida por el poder de la montaña. Se concentró en poner el pie y la mano en el lugar exacto, junto a sus compañeros escaladores.

Y entonces, por el rabillo del ojo, hacia la derecha, vio el destelló anaranjado.

“Y de pronto veo ese amanecer que no olvidaré en toda mi vida”, reflexiona Julie. “Los colores, primero solo rojo, y luego anaranjado, y a continuación amarillo, y después el azul que aparece. Fue increíblemente espiritual para mí, y tan hermoso…”

Julie es madre, es ejecutiva de una empresa en el centro de Pensilvania, y busca las palabras que logren captar la emoción de ese momento. Se sentía totalmente conectada con algo mucho más grande que ella misma, algo que sentía que la amaba.

“Todo fue muy impresionante. Im-pre-sio-nan-te”.

Hoy millones de personas esperan vivir su propia experiencia de asombro: un eclipse total de sol se extenderá por América del Norte, desde Mazatlán, México, pasando por Indiana y hasta Terranova. Más de 30 millones de personas viven en el camino de esa totalidad, donde durante unos minutos la luna bloqueará por completo el sol y la oscuridad se engullirá la luz del día. Detrás de la luna brillará un halo blanco: la corona del sol.

Detrás del apuro por comprar anteojos para eclipses, proteger los ojos y comprobar si hay nubes que entorpezcan la visión, cobra forma una experiencia humana más profunda. El eclipse aprovecha una emoción primaria y para muchos evoca una especie de momento místico y de asombro infantil, a medida que la conciencia de lo celestial cubre la Tierra. Es un recordatorio para todos, el mismo día, de que la vida puede ser mágica.

Para un mundo surcado por todo tipo de divisiones, el eclipse y el asombro que inspira nos regalan un momento de unidad, aunque sea breve. Es un recordatorio de la experiencia colectiva de estar vivo, de la danza entre la espiritualidad y la ciencia, el puro asombro de ser parte de la historia grande de las cosas.

“Los fenómenos astronómicos probablemente hayan sido una fuente de asombro y sobrecogimiento desde que el Homo sapiens pudo mantenerse erguido y mirar el cielo nocturno”, apunta Priyamvada Natarajan, profesor de astronomía en la Universidad de Yale. “En estos tiempos realmente turbulentos, estas experiencias de maravilla colectiva pueden ser extremadamente útiles para mostrarnos cómo trascender el ruido y el caos cotidiano de nuestra vida y de la vida de los países.”

En la antigüedad, las comunidades de la India creían que el eclipse era un demonio que se tragaba el sol, señala Natarajan. Pero ahora un eclipse es una oportunidad para rendir homenaje al poder explicativo de la ciencia. Y en la sociedad secular moderna, nos dan un sentido de pertenencia, un momento colectivo, como la expresión religiosa de la oración o el agradecimiento.

“Nos interroga sobre la trascendencia”, dice Natarajan.

Hasta la NASA, en su frío análisis científico del momento a momento del eclipse, insta a la gente “a tomarse un momento para observar a las personas que nos rodean, muchas de las cuales tienen una respuesta emocional profunda cuando el sol desaparece por completo”.

We want you to watch the total solar #eclipse. We just don’t want it to be the last thing you see.

How to watch safely: https://t.co/E1wDcSjF4P
April 8 livestream: https://t.co/1c4ystgCfm pic.twitter.com/rjpREhQU3b

— NASA (@NASA) April 5, 2024

El reverendo Guy Consolmagno, director del Observatorio Vaticano, el instituto astronómico oficial del Papa, que data del renacimiento, espera ver el eclipse desde Indiana a través de unos pequeños binoculares.

Consolmagno recuerda el asombro que sintió cuando regresaba de la Antártida y pudo ver por primera vez la nebulosa Eta Carinae. Y aquel momento en el laboratorio, cuando estudiando fragmentos de meteoritos encontró un patrón en los datos que nunca antes había visto.

“El universo es elegante, es hermoso, y es hermoso de una manera que nos sorprende”, dice Consolmagno. “Tal vez nos transmite la sensación de que así también es Dios”.

“El asombro es la emoción de encontrarse con algo que no entendemos del todo”, apunta Dacher Keltner, psicólogo de la Universidad de California, Berkeley. “Y después del asombro viene la sensación de maravilla, y la reflexión para explicar su misterio”.

Para Keltner, el sentido de trascendencia en la religión no es tan diferente de lo que él ve como científico al abordar el tema de la evolución. “Tal vez se trate de la misma sensación”.

Actualmente, la mitad de los adultos norteamericanos dicen sentirse solos y que la tecnología los desconecta de la fisicalidad de la experiencia humana. Las realidades virtuales prometían un futuro “asombroso”, pero no han cumplido, afirma Keltner, y la gente tiene hambre de algo más, de emociones trascendentes, de la sensación de poder salir de sí mismos…

“Hay algo muy profundo en la experiencia compartida de eventos significativos”, señala el psicólogo.

Los textos sánscritos antiguos, como el Bhagavad Gita, hablan de “adbhuta” para describir el asombro que también inspira miedo, señala Deepak Sarma, profesor de religiones y filosofía indias de la Universidad Case Western Reserve. Aunque el concepto de adbhuta tiene algo de aterrador, también es hermoso.

“Tal vez lo maravilloso también debería ser algo temido”, apunta Sarma.

El asombro no sólo se encuentra en los cielos. El eclipse no pasará sobre Arizona, pero en el fondo del Gran Cañón, Sarah Haas, subdirectora de ciencia y gestión de recursos del parque nacional, mira hacia arriba con asombro desde el río Colorado.

“Desde acá tenés una foto instantánea del fondo de la Tierra,” dice Haas. “Es una experiencia que se conecta mucho con el alma.”

Lejos de la tecnología y del servicio de telefonía móvil, tenemos la sensación de ser parte de la historia de ese cañón, excavado por el curso del río a lo largo de millones de años. Haas lo percibe en el olor de la zona ribereña, a la orilla del río, o en la imagen de las rocas rojas que se han ido desprendiendo con el tiempo, y en la sorpresa del agua que brota de los manantiales.

“El río es una entidad viva que se mueve y se adapta con el tiempo, y nosotros simplemente participamos de un momento de la vida de ese río, de las rocas y los rápidos”, apunta Haas.

Un año después de escalar el Everest, Julie McKelvey todavía tiembla de emoción. Recientemente alcanzó otra cumbre, y se convirtió en una de las pocas mujeres del mundo en alcanzar los picos más altos de los siete continentes.

Al igual que la experiencia del eclipse total, que dura sólo unos minutos, el tiempo que pasó en la cima del Everest fue breve, no más de 20 minutos, recuerda Julie. Y quizás la fugacidad del momento haya sido parte de la revelación.

“Ahora me doy cuenta de que lo importante era el proceso, que llegar a la cima de esas montañas en realidad no era el objetivo,” dice Julie.

Lo más “asombroso” de todo fue simplemente estar presente en ese momento, y compartirlo con quienes la rodeaban mientras sufrían juntos en el frío y se daban ánimo unos a otros.

“Esa es la magia de vivir el momento”, apunta Julie, como una revelación. “No estoy viviendo en el pasado, no estoy viviendo en el futuro: simplemente estoy acá”.

Por Elizabeth Dias

Traducción de Jaime Arrambide

 

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