“Antes estaba muy instalado eso de que si sos rubia sos hueca. Pero a mí nadie me regaló nada: todo lo logré con mucho esfuerzo. Fue a base de trabajo, de empezar de cero en cada uno de los lugares en los que estuve y pudiendo crecer a medida que confiaban en mí. Incluso, empecé como utilera. Y en casa nadie tenía un vínculo con el arte. Mamá durante nuestra infancia [tiene una hermana menor] se quedó cuidándonos, después volvió a su trabajo de administrativa. Y mi viejo trabajaba en el sector de compras, administración de empresas”, dice Laurita Fernández (33), mientras se baja de los stilettos que usó en el shooting para ¡HOLA! Argentina.

Es domingo, el cielo se cae a pedazos y faltan apenas dos horas para que se convierta en Elle Woods, la protagonista del musical Legalmente rubia (teatro Liceo), pero no muestra rastros de cansancio. Y si lo está, lo sobrelleva con onda y profesionalismo. Más tarde, cuando baje el telón y se desvanezca la lluvia de aplausos, volverá a los brazos de su amor, el productor Claudio “Peluca” Brusca, al que conoció mientras conducía Bienvenidos a bordo (empezaron a salir hacia fines de 2022) y con quien, contará en minutos, está tan feliz que hasta se animó a la convivencia por primera vez.

–¿Cómo lo estás viviendo?

–Me tenía miedo porque desde muy chica viví sola. El de a dos, el compartir, fue todo un proceso, todo un trabajo. Quería transitarlo, pero no sabía cómo me iba a sentir. ¡Y me siento muy bien! Él es un divino, todo lo romántico que no soy yo. Mirá que le pongo garra, pero nunca voy a estar a su altura.

–¿Por ejemplo?

–Los fines de semana no nos vemos casi porque yo estoy con las funciones. El sábado me dejó un pote de helado de sorpresa que decía “te amo”. Cuando abrí el freezer en busca de algo rico me morí de amor.

–¿Tu novio se mudó a tu casa?

–Sí. Yo había terminado de construir hacía poco, me llevó muchos años y esfuerzo y no me iba a ir a otro lado. Fue un espacio que estuve esperando durante mucho tiempo.

–¿Ese es el terreno que habías comprado con tu ex, Nicolás Cabré?

–Sí. Inicialmente fue un proyecto en pareja, en el camino nos separamos y arreglamos todo de manera muy prolija. Nunca sentí que ese espacio era parte de ese vínculo porque en ese momento me lo apropié tanto, le puse tanta garra, en el medio me agarró la pandemia, que terminó siendo mi lugar, más allá de no romantizar los espacios. No me fue difícil decirle “venite y probemos”.

–¿Es cierto que tu novio te pidió varias veces casamiento?

–[Se ríe]. ¡Eso lo contó él! Peluca re sueña con el casamiento, pero creo que más allá de mí. De este lado se encontró con alguien menos romántica. Hoy no siento el deseo de casarme, tampoco de vestirme de blanco o pasar por el altar. Ya de por sí me estresan mis cumpleaños, porque no me gusta ser el centro. Pero tampoco digo que lo descarto.

–¿Y la maternidad?

–Eso sí. [No duda]. Nunca me imaginé siendo una madre joven, hoy no lo veo, pero sí me gustaría tener hijos algún día.

–Con Rufina, la hija de Nicolás, parecías tener un lindo vínculo. ¿Lo mantienen?

–Mi deseo, si se pudiese elegir, sería seguir en contacto con ella porque es un ser realmente amoroso. Pero siento que si cortás un vínculo tiene que ser con todos. Por ejemplo, si estoy con alguien y se lleva bien con mi mamá, si nos separamos no me gustaría que ella se siga hablando con mi ex. En ese momento, además, yo respeté mucho la decisión del padre, que prefirió no seguir alimentando un vínculo que después se iba a ir disolviendo o podía terminar resultando incómodo para alguien.

EL AMOR DESPUÉS DEL AMOR

–¿Tenés buen vínculo con tus ex?

–Separarte siempre es difícil. Algunos se separan bien, pero a mí me suele pasar que, para poder desapegarme, algún motivo contundente tengo que encontrar. Y eso genera malestar. Pero es algo del momento. Con todos los novios que tuve mantengo un excelente vínculo y lo celebro porque para mí fueron muy importantes, me marcaron, me ayudaron a conocerme, a saber qué me gusta y qué no en una relación y qué puedo mejorar.

–¿Qué es un excelente vínculo? Por ejemplo, ¿te escribís o si necesitás algo recurrirías a Fede Hoppe, o Fede Bal?

–Sí, los he invitado a la obra. Y si me escriben por algo o yo necesito algo, a full. Con Hoppe seguí trabajando en el Cantando y nos llevamos re bien. No es una pose, lo quiero un montón. Y con ninguno pasó nada de vida o muerte. Amiga no soy de ninguno, pero si nos vemos nos damos un abrazo. Además, mis ex parejas me acompañaron en temas difíciles también.

–¿Como cuáles?

–Durante muchos años, me pasó que por cada logro que iba teniendo había algo desde los medios diciendo que era porque tenía un romance, por ejemplo, con Tinelli, o cuando hice Sugar, con Yankelevich. Siempre se les quitaba mérito a los logros. Era muy frustrante tener que demostrar todo el tiempo que estabas en ese lugar por tu capacidad o porque lo valías.

–¿Y cómo lo manejabas con tus parejas?

–Me acompañaron mucho, me bancaron. Yo me frustraba, me parecía injusto. Hoy pasaron los años y pese a todo siento que tuve un camino hermoso, lleno de oportunidades, y ya no me pasa eso. Siento que esta obra me llega en un momento justo, la puedo atravesar de otra manera, con mucho vivido, y me siento respetada.

UN CAMINO PASO A PASO

–¿Mirás para atrás y qué ves?

–Siento que valió la pena el esfuerzo. Y que el camino no haya sido fácil me lo hace valorar el doble. No son logros individuales. Tienen que ver con mi familia, con los esfuerzos que hicieron para que me pudiera capacitar. También con mis maestros, con la gente que me rodeó. Sin ellos no hubiese podido. Mamá me decía siempre: “Ya se te va a dar la oportunidad y cuando llegue tenés que estar preparada”. Hoy siento que se me están cumpliendo los sueños.

–¿Cómo surgió tu primera oportunidad?

–A los 3 o 4 años ya sabía que me iba a dedicar a esto. Iba al colegio doble escolaridad y al terminar tomaba clases de clásico, jazz, zapateo americano, gimnasia artística… A los 16 empecé a trabajar. Mamá vio un aviso en el diario que decía que Pepe Cibrián iba a dar clases de comedia musical en el Teatro del Globo. Un año después me invitó a participar en El fantasma de Canterville, pero me aclaró que también iba a ser utilera. Los muchachos me regalaron una faja para no lastimarme la espalda, y yo iba con remera y pantalón Pampero negros, pero toda maquillada por si Pepe me pedía entrar. Él me inculcó disciplina, estar atenta a detalles como limpiarte los zapatos para que en la segunda función se vean tan impecables como en la primera. Y da muchas oportunidades a gente que no es conocida. Después me ofreció un personaje y cuando fui mayor de edad quise buscar nuevos rumbos. Iba a tomarme un año para tomar clases y, si no, iba a entrar a Arquitectura, que me encantaba.

–Y ahí apareció el casting de Bailando…

–Fui para acompañar a mis amigas porque yo me había ganado una beca para estudiar seis meses comedia musical en Estados Unidos. Es muy loco, porque hoy hablamos de los prejuicios y yo fui prejuiciosa con la tele. Venía del mundo del teatro y no me parecía cool. Fui en jogging y encontré unos mujerones, todas montadísimas y diosas. Y quedamos dos. Papá me dijo que era una señal, que ya tendría tiempo de ir a Broadway con lo que ganara. Me arriesgué y la vida sola me dio vuelta ese prejuicio porque laburé muchos años y me hice conocida. Después fue un desafío salir del encasillamiento de “es la del Bailando”, porque también sucedió eso.

–Y te diste el gusto de trabajar, además de con Marcelo, con referentes como Adrián Suar o Guido Kaczka.

–Toda gente que me ha respetado un montón y que me cuidó. Porque está esa creencia popular de que te pueden hacer sentir incómoda en algún momento. Y cero, jamás. Con Marcelo trabajé muchos años y después en la productora, con Adrián hice series, trabajé en el canal. Vino hace poco al teatro, Marcelo va a venir pronto, lo mismo que Guido. Estar rodeada de gente tan talentosa y copada fue muy positivo. Al principio, para mantenerme, además de la tele tenía un grupo de animación los viernes, sábados y domingos. Y ahí me empezó a gustar esto de entretener. La vida de la bailarina suele ser corta, así que con los años encontré ahí una nueva veta. Arranqué conduciendo Combate y siempre le voy a estar agradecida a Marcos Gorbán porque me dio la primera oportunidad a ciegas. Hicimos cuatro temporadas.

–Tenés un camino en teatro, radio, televisión… ¿Qué soñás hoy?

–Me gustaría irme a trabajar un tiempo afuera. Trabajé un poquito en Televisa, otro poco en Uruguay. Sería divertido intentarlo. Pero hoy disfruto de lo que estoy viviendo. Hay pocos personajes femeninos como el que estoy haciendo ahora que tengan tanto humor, canto y baile. De hecho, en Nueva York conocí a Laura Bell Bundy, la protagonista de Legalmente rubia en Broadway, y me dijo que nunca había hecho algo tan difícil. Y cuando empecé a ensayar me di cuenta de que tenía razón: estoy casi todo el tiempo en escena, me cambio quince veces y hay muchísimo baile y canciones y un recorrido superinteresante.

–¿Y a Reese Whiterspoon [protagonizó la película] la conociste?

–No, pero le escribí por Instagram. Por ahora me está ghosteando. [Lanza una carcajada].

–Bien en el trabajo y bien en el amor. ¿Cómo definís este momento de tu vida?

–Me siento plenamente feliz. Hay momentos en la vida que uno está en transición, en camino. Y otros sentís que estás disfrutando todo lo que estás viviendo. Así estoy yo.

Producción: Ximena Puig (@puig_xime)

Peinado: Eddie Rodríguez (@Eddierodriguez_23)

Maquillaje: Micaela Roza (@micaelaroza)

Agradecimientos: Gabriel Lage, Luna Garzón, Mónica Sirio

 

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