Dicen que lo barato sale caro, y teniendo en cuenta que no hay nada más barato que no hacer nada, esta vieja afirmación debería resonar con contundencia, ahora más que nunca, en la conciencia global. Ya hemos rebasado el límite de temperatura global de 2ºC, el agua escasea en cada vez más regiones y los océanos rompen récords de calentamiento, pero las advertencias de la comunidad científica continúan sin conducir a la acción. 

La situación podría cambiar, sin embargo, ante la evidencia de que el cambio climático llevará a una reducción de los ingresos mundiales del 19% hasta 2050, incluso si las emisiones de gases de efecto invernadero disminuyesen radicalmente a partir de hoy. En otras palabras, el daño causado hasta ahora por la indiferencia frente a este fenómeno supondrá, en un futuro cercano, un duro golpe para la economía global: concretamente, una pérdida de 38 billones de dólares anuales (más de 35 billones de euros) que se prolongará hasta la mitad del siglo. 

Así lo prevé un estudio llevado a cabo por los científicos del Instituto de Potsdam para la Investigación del Impacto Climático (PIK), quienes han elaborado un mapa del mundo, dividido en 1.660 regiones y basado en datos de los últimos 40 años, que muestra que serán pocos los países que escapen a los impactos económicos del cambio climático.

El altísimo costo económico de no abordar el cambio climático

Los años de inacción ante el fenómeno del cambio climático, que adquirió un grado mayor de importancia a partir de la firma del Acuerdo de París en 2015, han ocasionado pérdida de vidas humanas, de ecosistemas y, en consecuencia, de biodiversidad. Sin embargo, ni siquiera el uso del término «ebullición global» por parte del Secretario General de la ONU, Antonio Gutérres, para referirse a una fase más elevada del conocido «calentamiento global», se ha traducido en mayores esfuerzos por mitigar el problema. 

Salvar la economía, no obstante, podría constituir una motivación suficientemente convincente como para movilizar a los principales agentes de cambio medioambientales: multinacionales e instituciones gubernamentales. «Las proyecciones de los daños macroeconómicos causados por el cambio climático futuro son cruciales para informar los debates públicos y políticos sobre la adaptación, la mitigación y la justicia climática», apunta el estudio.

Tras el cruce de datos históricos sobre meteorología global (temperaturas y precipitaciones) y sobre proyecciones futuras, proporcionadas por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático y el catálogo DOSE, entre otras fuentes, los resultados mostraron que los daños económicos afectarán a la mayor parte del planeta, a excepción de las latitudes septentrionales más altas, en las que la poca variabilidad de temperaturas aportará beneficios.

Además, el análisis también destaca que las pérdidas económicas comprometidas hasta 2050 por los daños causados hasta la fecha son seis veces mayores que los costos necesarios para mitigar el calentamiento global a 2ºC. «Esto demuestra claramente que proteger nuestro clima es mucho más barato que no hacerlo, y eso sin tener en cuenta los impactos no económicos, como la pérdida de vidas o la biodiversidad», enfatizan los autores del estudio.

América del Norte y Europa no serán una excepción

Regiones desarrolladas como Europa o América del Norte también sufrirán las consecuencias socioeconómicas del cambio climático, tal y como muestra el mapa de proyecciones futuras: por ejemplo, la investigación destaca que la sequía impactará de manera negativa en la economía -como también en la seguridad alimentaria- de los países del Mediterráneo. Asimismo, se estima que en ambas zonas haya reducciones medias del ingreso de aproximadamente el 11%.

Sin embargo, los países tropicales, que históricamente han sido los menos responsables del calentamiento global, sufrirán una pérdida de ingresos un 60% mayor que la de los países de ingresos más altos, y un 40% mayor que la de los países con mayores emisiones. Esto se debe a que, por un lado, en escenarios estándares ya presentan temperaturas elevadas, por lo que un aumento podría desencadenar desastres naturales más intensos. Y además, estos países cuentan de por sí con menos recursos económicos para hacer frente a estos golpes. 

Así, aunque los daños causados hasta la fecha hacen que la economía ya haya quedado comprometida hasta 2050, los autores del estudio insisten en que todavía hay esperanzas para la segunda mitad del siglo: si nuestras emisiones se reducen drásticamente en el corto plazo, podremos evitar que las pérdidas económicas sean mucho mayores. «Depende de nosotros decidir: el cambio estructural hacia un sistema de energía renovable es necesario para nuestra seguridad y nos ahorrará dinero», concluye Anders Levermann, coautor del estudio.

 

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