[“Este mundo ha recibido vuestro mensaje.

Se dirige a vosotros un pacifista que lo habita. Para vuestra civilización, es una suerte que yo haya sido el primero en leer vuestro mensaje. Os lo advierto:

¡No contestéis!

¡No contestéis!

¡No contestéis!

Sois una entre diez millones de estrellas que hay en la misma dirección. […] Si lo hacéis, estaréis revelando vuestras coordenadas, ¡y vuestro mundo será invadido! 

¡No contestéis!

¡No contestéis!

¡No contestéis!
] 

Por suerte para la humanidad, esta no es una historia real, sino un fragmento de la novela El Problema de los Tres Cuerpos, de Liu Cixin (Nova, 2016), versionada recientemente para la televisión por la plataforma Netflix. Sin embargo, el dilema al que se enfrenta no es exclusivo de la ciencia ficción, y es que la humanidad lleva décadas tratando de comunicarse con supuestas civilizaciones extraterrestres, lo que nos lleva una y otra vez a replantearnos la misma pregunta: ¿estamos realmente solos en el universo?

El mensaje interceptado por Ye Wenjie, una de las protagonistas de la obra de Liu Cixin, procedía de un sistema estelar llamado Alfa Centauri, situado a unos 4 años luz de distancia de nuestro planeta. La astrofísica lo había captado desde un enorme radiotelescopio instalado a principios de la década de 1970 en una base militar de Mongolia Interior. Es imposible saber si aquel observatorio existió de verdad, aunque lo que sí que podemos afirmar que es que para aquella época la NASA ya había dado los primeros pasos hacia lo que más tarde se llamarían proyectos SETI, por las siglas en inglés de “Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre”. Un informe publicado por la agencia espacial en aquella época proponía la construcción de un conjunto de radiotelescopios de 1.500 antenas conocido como Proyecto Cíclope. Aquel observatorio nunca se construyó, pero aquella iniciativa sentó las bases del futuro Instituto SETI, de cuyo patronato formaron parte figuras tan destacadas como Frank Drake, Carl Sagan o los premios Nobel de medicina Baruch Blumberg y de física Charles Townes.

En 1977 a un profesor de la Universidad de Ohio que colaboraba con el proyecto SETI le dio un vuelco al corazón. Estaba revisando las señales captadas por el radiotelescopio Big Ear en la Universidad de Ohio cuando descubrió una señal 20 veces más intensa de lo normal, algo nunca antes captado por un radiotelescopio. Imprimió el registro con la secuencia de aquella señal: 6EQUJ5, y anotó la palabra ‘Wow’, al margen. Aquel episodio, bautizado como ‘señal Wow’, alimentó incontables especulaciones que apuntaban a un posible contacto con una civilización extraterrestre, algo que no ha sido demostrado hasta la fecha, aunque también es cierto que tampoco se ha podido encontrar ninguna explicación.

¿“Dónde está todo el mundo”?

¿Por qué tanto afán por encontrar vida inteligente más allá de la Tierra? Para hallar una respuesta es preciso partir de lo que se conoce como ‘Paradoja de Fermi, elaborada  por Enrico Fermi a mediados de la década de 1950. El físico estadounidense llegó a la siguiente conclusión: teniendo en cuenta que solo en la Vía Láctea hay miles de millones de estrellas similares al Sol, muchas de las cuales albergan planetas habitables similares al nuestro, nuestro planeta ya debería haber sido visitado por alguna civilización extraterrestre, Entonces, “¿dónde está todo el mundo?” Una pregunta que todavía sirve de punto de partida no solo para superproducciones de ciencia ficción, sino también para proyectos tan reales como los que llevan a cabo en Instituto SETI de la NASA, donde trabajan en coordinación más de un centenar de científicos, o el proyecto Breakthrough Listen, auspiciado Stephen Hawking.

Hoy la búsqueda de vida inteligente no se limita a la Vía Láctea, sino que va mucho más allá. El punto de mira está en los exoplanetas, esto es, los planetas situados fuera del Sistema Solar, como el sistema Alfa Centauri, donde se encuentra el planeta ficticio Trisolaris, cuna de la civilización alienígena de la obra de Liu Cixin. Muchos de estos planetas fueron localizados hace décadas por el telescopio Espacial Kepler, pero ahora la tecnología permite detectarlos con mucha mayor precisión. Hoy los nuevos telescopios espaciales, como el Satélite de Sondeo de Exoplanetas en Tránsito (TESS), lanzado en 2018, o el Telescopio Espacial James Webb, nos acercan a estos potenciales nuevos mundos. En el momento de escribir estas líneas, la NASA lleva contabilizados más de 5.600 potenciales Trisolaris, algunos de los cuales, con condiciones propicias para la vida, e incluso potencialmente habitables.

¿Por qué hasta ahora no hemos contactado?

Llevamos más de medio siglo intentando establecer comunicación con civilizaciones extraterrestres, para lo cual hemos construido inmensos radiotelescopios, como el antiguo observatorio de Arecibo o los actuales telescopios de Green Bank, en Virginia Occidental, o FAST, en China. Sin embargo, hasta ahora hemos recibido pocos indicios de comunicación intergaláctica, más allá de la controvertida ‘Señal Wow’. ¿Por qué no hemos tenido éxito hasta el momento?

Es posible que no estemos buscando bien. Así lo explicaba hace años Eamonn Kerins, profesor del Centro Jodrell Bank de Astrofísica, perteneciente al departamento de Física y Astronomía de la Universidad de Manchester, en una entrevista publicada en National Geographic España. El astrofísico proponía establecer un nuevo método de búsqueda basado en la teoría de juegos, esto es, en la probabilidad de que las dos civilizaciones -la nuestra y la extraterrestre- estemos interesados en contactar mutuamente. 

En este sentido, Kerins proponía apuntar allá donde sepamos a ciencia cierta que existan más probabilidades de tener éxito y esperar a que la otra parte también esté interesada en ello. ¿No sería demasiado peligroso? ¿No sería mejor quedarnos callados?, le preguntamos, siguiendo el argumento de la obra de Liu Cixin. Para el experto, eso no tendría demasiado sentido, pues llevamos décadas emitiendo señales. “Si hay otros mundos más avanzados que el nuestro, probablemente ya lo sabrán todo sobre nosotros”, respondía. Si es así, esperemos que sean más pacíficos que los trisolarianos.

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