La preservación de órganos a lo largo de los siglos es un tema delicado que la ciencia empezó a investigar profundamente. Con varias hipótesis y estudios, los especialistas empezaron a indagar sobre el hecho de que los cerebros humanos puedan conservarse durante 12 mil años.

A partir de esta premisa, diferentes profesionales expusieron su parecer y una de las conclusiones es que este órgano suele deteriorarse post mortem. Sin embargo, la idea de que el cerebro pueda conservarse, también, durante un prolongado tiempo trajo consigo una serie de explicaciones que puedan esclarecer el tema.

“Hay algo intrínseco al sistema nervioso central, quizás una combinación única de bioquímica cerebral podría estar detrás de esta preservación milenaria. La presencia de ciertas grasas únicas en el cerebro y proteínas ricas en azufre, esenciales para la transmisión de señales neurales, podrían estar creando un compuesto excepcionalmente resistente al paso del tiempo”, explicó la antropóloga Alexandra Morton-Hayward, quien se graduó en la Universidad de Oxford.

Con la teoría presentada y múltiples hallazgos que pueden conducir a que sea cierto, el científico español Sergio Parra se refirió al tema en un texto publicado en el sitio web de National Geographic, donde expresó que estos cerebros puede servir como “cápsulas del tiempo biológicas” y así entender cómo vivían los humanos en aquellos años.

“Esto no solo abre un nuevo capítulo en el estudio de la bioarqueología humana, sino que también plantea preguntas profundas sobre la naturaleza de la vida, la muerte y la permanencia de nuestra existencia física. Los cerebros preservados podrían servir como cápsulas del tiempo biológicas, ofreciendo una ventana única a las enfermedades, la dieta y, en última instancia, la vida de nuestros ancestros”, sintetizó Parra.

Dichas aseveraciones se dan en el marco de una investigación reciente de The Royal Society que reveló la aparición de una gran cantidad de cerebros en medio de restos esqueletizados y que los mismos sobrevivieron en el tiempo, dejando una puerta abierta a una serie de estudios de cómo pudieron conservarse.

“Existe un mecanismo de conservación hasta ahora desconocido y profundamente intrigante. El cerebro humano, esa masa de tejido encerrada en la oscuridad de nuestro cráneo, es conocido por su vulnerabilidad post-mortem. La rápida descomposición de este órgano tras el fallecimiento deja a menudo poco más que el cascarón vacío de hueso que lo contenía. Sin embargo, el registro arqueológico ha comenzado a contar una historia diferente, una que desafía la efímera naturaleza de nuestra materia gris”, destacó el experto que, lejos de brindar una sentencia del caso, allanó el camino para recabar más datos.

De esta forma, la conservación de este órgano vital para el cuerpo humano quedó en tela de juicio. Con una evidencia que desafía cualquier tipo de análisis, tanto los especialistas como profesionales en el tema seguirán indagando en su conformación para entender si existe algún componente en los tejidos blandos que puede resistir días, meses y hasta años una vez que se produce el deceso. Por otra parte, es vital destacar la resiliencia de la vida humana y cómo, con el correr de los años, la ciencia desentraña varios mitos sobre la composición de cada cuerpo.

 

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