El Barça se jugaba en el clásico la Liga y algo más. Se jugaba el futuro de su entrenador y el suyo propio, y se jugaba también la dirección que tomará el club en los próximos tiempos. La dolorosa derrota confirmó que esta ha sido la semana ‘horribilis’ del barcelonismo, una pesadilla que lo deja fuera de la Champions y la Liga en apenas cinco días, y que más allá de los títulos echados por la borda, deja un reguero de damnificados.

El primero sin duda es Xavi, que ya había quedado señalado por su dudosa gestión en la expulsión de Araujo contra el PSG, y que tras la derrota en el Bernabéu no parece que pueda ya dar marcha atrás en su decisión de dejar el club al final de temporada. El entrenador blaugrana convirtió el partido en algo parecido a su epitafio: en el 63’ de partido Xavi, con empate en el marcador, decidió dos cambios que más que una decisión técnica parecen su particular testamento. Ante la disyuntiva de cambiar dos delanteros, decidió sustituir a Lewandowski y Raphinha, dos de los futbolistas con más jerarquía del equipo, y mantener en el campo a Lamine Yamal, que hasta aquel momento había sido sin duda el mejor del equipo. Lo sorprendente es que hizo entrar a Ferran de delantero centro en detrimento de Vitor Roque, otra vez inédito, a pesar de su escandaloso coste de 62 millones.

Que Roque no haya jugado ni un solo minuto en la semana decisiva del Barça es un último mensaje de Xavi hacia la sospechosa dirección deportiva del club, que, en plena ruina, se gastó un dineral con un brasileño desconocido y apostó por los Joaos, dos futbolistas que dejan un saldo negativo evidente. La desastrosa semana de Cancelo, concediendo dos goles ante el PSG y dos más ante el Madrid, lo inhabilitan para seguir en esta plantilla. Lástima que en el club nadie se percatara de que no parece muy inteligente fichar a jugadores previamente descartados por Pep Guardiola.

El clásico deja también damnificado al presidente Laporta, que elevó el listón de las expectativas muy por encima de lo que era razonable. Al presidente le toca ahora algo muy difícil: no solo tiene que anunciar rápidamente un nuevo entrenador que sea creíble, sino que debe realizar un cambio radical de discurso, apelar de una vez por todas a la humildad, abandonar los discursos grandilocuentes y entender que el Barça seguirá durante un tiempo en su particular travesía del desierto.

En definitiva, ha llegado la hora de Laporta, que deberá ejercer de verdad su liderazgo y empezar a tratar al socio como si fuera un adulto, al que se le puede explicar la verdad aunque sea dura. Lo mejor que deja el clásico es exactamente lo mejor que nos ha dejado la temporada: Lamine, Cubarsí, Fermín, los tres niños con los que se la jugó Xavi y que serán sin duda su gran legado.

A partir de ahora solo hay un camino: apostar por los jóvenes y gestionar el club con austeridad y humildad. El clásico dejó claro que el Barça es un equipo prometedor pero muy verde y en clara construcción, con deficiencias estructurales evidentes y una plantilla muy desigual, en contraposición a un Madrid maduro, equilibrado e infinitamente más competitivo. Xavi no seguirá y a Laporta se le termina el tiempo.

 

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