Javier Milei sabía que podían eyectarlo. No como a De la Rúa en el helicóptero. Ni siquiera como a Alfonsín, al que obligaron a armar el carry on antes de tiempo (no le hacía falta una valija; todos sabemos que a Illia y a Alfonsín les sobraba lugar en un tupper, que se iban con lo puesto). El caso de Javi fue motu proprio. Iban a enseñarle en Dinamarca cómo tirarse de un avión F-16 en emergencia. “Eyectarse, eyectarse, eyectarse” –así, dicho tres veces– era la orden que recibiría del piloto. Ya el hecho de que aceptara recibir una orden era un acontecimiento, pero finalmente el vuelo no ocurrió. Parte del mundo entró en guerra y Javi se volvió a seguir librando su propia batalla argenta por Twitter (perdón, pero X me da a tatetí).

Acá lo esperaba un paro decretado por la CGT de forma preventiva –vendría a ser como una Sputnik laboral: la tengo para aplicártela cuando se me dé la gana–; una UCR al mando de Lousteau, con su manito cobarde para aumentarse el sueldo pero valiente para empujar el carro partidario hacia el abismo, y parte del Congreso enfrentado por la cosificación de la Bella Durmiente y las intenciones delictivas del príncipe rastrero.

También, el compañero Alberto denunciando “una campaña de estigmatización y persecución contra medios y periodistas que recuerda las épocas más oscuras del autoritarismo” (tal vez quiso decir kirchnerismo, pero ya se sabe que el predictivo tiene vida propia), y el impredecible tratamiento en el Congreso de la ley ómnibus y del DNU. Obviamente, hay mucho más, pero, sin desmerecer la gravedad general, el problema más espinoso que enfrenta hoy el dueño de la motosierra es que le apareció una poderosa competidora en las redes sociales: Cristina, la tiktokera.

Muy inteligente lo de la Pasionaria del Calafate, como la llama el amigo Fernández Díaz: ¿qué lugar mejor para bajar línea que TikTok, la cantera donde rugen muchos de los leones más jóvenes que a ella le dan la espalda? Encontrado el instrumento, a la dama le estaría faltando afinar el mensaje si lo que pretende es captar o recuperar capital electoral. En un último video se quejó del aumento de las prepagas y de los bancos. “Te matan con las tasas de interés y las penalidades”, dijo la jubilada de los más de 14 millones de pesos mensuales al elogiar con esmero a una senadora por haberle derogado el DNU al Gobierno.

Es bello poder comunicar, pero más aún si ayudase a construir los buenos viejos tiempos del futuro.

 

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