Las ranas de la especie Odorrana tormota son una auténtica rareza en el mundo de los anfibios. Par empezar, su distribución se restringe a arroyos de bosques de matorral tropicales y subtropicales de las provincias de Zhejiang y Anhui, en el este de China.

Además, forman parte de una de las de las dos únicas especies de anuros de los que se ha documentado que pueden comunicarse por ultrasonidos con frecuencias superiores a los 20 KHz, imperceptibles no solo para estas ranas, sino también para los humanos.

Ahora se acaba descubrir otro hecho insólito: las hembras de estos anfibios guiñan el ojo a los machos a los que eligen, como si estuvieran coqueteando con sus futuras parejas, un comportamiento social que hasta la fecha jamás se había documentado más allá de los humanos y otros primates. 

los animales parpadean, pero no para dar señales

El parpadeo es un comportamiento común en el reino animal. Sin embargo, en la inmensa mayoría de las ocasiones su función es exclusivamente fisiológica: en concreto, lubricar la córnea y eliminar restos de polvo. Rara vez tiene un fin social, como ocurre con los humanos, una especie habituada a guiñar el ojo a sus semejantes, ya sea como muestra de cariño, complicidad o como signo de flirteo. Pero una cosa que es que te guiñe un ojo una persona y otra muy distinta es que lo haga una rana, al menos las que no aparecen en los cuentos de hadas. 

Esto fue precisamente lo que descubrió un equipo científico de la Universidad de Anhui, en China, cuando estudiaban una rana de la especie Odorrana tormota. Los investigadores estaban realizando un estudio sobre los hábitos reproductivos de estos anfibios, para lo cual llevaron a cabo una serie de observaciones de campo combinadas con experimentos controlados en cautividad.

Tras observar las imágenes grabadas en vídeo se dieron cuenta de que las hembras de estas ranitas emiten señales inequívocas a los machos para indicarles que están listas para practicar el amplexo, el apareamiento típico de estos anfibios, en los que el macho, generalmente más pequeño que la hembra, se abraza literalmente a esta para realizar la cópula. Y no solo eso, descubrieron que solo cuando el macho recibía la señal correspondiente tenía luz verde para aparearse con la hembra. De lo contrario, corre el riesgo de ser rechazado. 

Solo cuando el macho recibía la señal correspondiente tenía luz verde para aparearse con la hembra. De lo contrario, corre el riesgo de ser rechazado. 

Según el entomólogo Zhang Fang, jefe del equipo de investigación que llevó a cabo el estudio, publicado recientemente en la revista especializada Current Biology, el estudio representa un avance significativo en el campo del comportamiento comunicativo de las ranas, pero además, ofrece valiosa información sobre el origen y la evolución de la comunicación visual entre animales. No es para menos, pues, según los científicos, esta es la primera prueba de este comportamiento social en especies no primates.

Ellas también pueden hacerse oír

Resulta que la mayoría de las hembras de las ranas no vocalizan, pues o bien no tienen cuerdas vocales o solo cuentan con unas estructuras rudimentarias que no les permiten emitir sonido alguno. Normalmente, seleccionan a la pareja entre un coro de machos y luego, en silencio, les hacen alguna señal para indicarles que están listas para aparearse. Eso es precisamente lo que hacen las hembras de Odorrana tormota al guiñar el ojo a sus pretendientes.

Sin embargo, estas ranitas tienen otros métodos menos expeditivos a la hora de hacerse con la atención de su pareja reproductora, según descubrió hace años un equipo de expertos en Fisiología Molecular e Integrativa de la Universidad de Illinois. La clave es, según los investigadores, que una parte de la oreja es cóncava que permite captar esta frecuencia de onda, una característica que solo se ha documentado en dos especies, ambas del Sudeste Asiático, aseguraba Albert Feng, investigador principal del estudio, en una nota de prensa de la universidad de Illinois. 

¿Qué motivó a estas ranas hacerse oír para encontrar pareja? Los científicos se dieron cuenta de que las dos únicas especies de ranas que contaban con esta característica vivían en arroyos del bosque, con lo que dedujeron que aquellos entornos ruidosos podrían tener algo que ver. De este modo, dedujeron que esta habilidad podría responder a una adaptación evolutiva para adaptarse a su entorno.

¿Tuvo la evolución algo que ver con la habilidad de guiñar el ojo? A lo mejor no tuvieron otra opción al darse cuenta de que los machos no estaban captando la señal…

 

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