Estamos en Princes Street. Edimburgo, la capital de Escocia no defrauda en los días de lluvia. Ni aun cuando nieva. Pero hoy hay sol. Y en el interior de Princes Street Gardens un reloj de flores naturales marca que es primera hora de la mañana: tiempo de salir a caminar por la ciudad.

Llegamos en la madrugada en un tren nocturno desde Londres y partiremos a la medianoche. Tenemos un día para recorrer. ¿Hacia dónde ir? A lo alto, la ciudad vieja que data del siglo VII, se impone con epicentro en el castillo de Edimburgo en una de las siete colinas del ejido urbano. Bordeando las Scottish National Galleries, entre escaleras y explanadas por la colina The Mound, que conducen hacia la historia antigua de Escocia, por un camino empinado, se avizora en la cumbre el castillo que alberga joyas de la corona y la Piedra del Destino que data del siglo XII.

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Por esas escaleras y explanadas, pasando por el New College, llegamos primero a Castle Hill y luego a Royal Mile, una sucesión de calles coloridas y monumentos históricos vinculados por pasadizos y laberintos subterráneos que conecta el castillo con el Palacio de Holyroodhouse, a lo largo de una milla de arquitectura invaluable declarada Patrimonio de la Humanidad.

El sonido de las gaitas que se expande desde cada esquina donde toca un músico vestido con kilt y boina en tartán al estilo escocés, propicia un paseo de película por la Catedral de Saint Giles de arquitectura neogótica o la antigua Iglesia de Tolbooth, construida en el siglo XIX con estilo gótico, una de las agujas más altas de la ciudad que ya no es un santuario de culto.

Los laberintos de Mary King’s Close, situados bajo el Royal Mile, aún conservan una atmósfera sombría propia del siglo XVII. De igual modo, por otra serie de pasadizos ocultos, se llega al Museo de los Escritores, situado en la mansión de Lady Stairs.

El recorrido por Victoria Street, es acaso el ícono para los cinéfilos: conocida como el Callejón Diagon de Edimburgo. La calle tiene distintos niveles –el de abajo se remonta a la época medieval– y a lo largo de su curva conecta el Puente de George IV con el Grassmarket. La planta alta de Victoria Street conecta con Royal Mile.

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Después de un recorrido por la zona, es imposible imaginar que existan otros barrios que compitan en encanto con estas construcciones que inspiraron los libros de Harry Potter.

Más allá del horizonte, a lo lejos, avizoramos al este de Princes Street, las columnatas neoclásicas de un templo inacabado en lo alto de Calton Hill –que recuerda a un templo de Atenas sin concluir–, al fondo de una increíble variedad de agujas sobresaliendo de sus edificios más populares.

Al otro lado de Princes Street hay una ciudad nueva por descubrir. Es hora de regresar al punto de partida para cruzar a New Town.

La ciudad antigua medieval quedó chica entre las siete colinas que la rodean: el lago del norte del castillo, que siglos atrás se usó como defensa de la morada de reyes, fue desecado en el siglo XVIII para construir estos jardines que fueran fuelle y punto de expansión para la ciudad nueva. Aquí, en los fantásticos Princes Street Gardens un gran parque de 150 mil metros cuadrados adornado con tulipanes desde hace dos siglos cuando dejó de ser un lago. Hay un reloj de flores y un monumento gótico en homenaje a sir Walter Scott, uno de los autores escoceses más celebrados.

Dean Village

A tan solo un kilómetro de los jardines de Princes Street –que dividen la ciudad entre la parte vieja y la nueva– uno de los rincones más apacibles es Dean Village.

Llegamos por el final de Princes Street –siempre con el castillo a nuestras espaldas– y luego caminando hacia al oeste por Queensferry Street, en dirección al río que se adivina detrás del puente Dean Bridge, de 32 metros de largo, construido a principios del siglo XIX, diseñado por el arquitecto Thomas Telford.

El barrio recién pasó a formar parte de la capital escocesa en 1823: es una incorporación reciente si se compara con el castillo fundado en 1103 y aún conserva el aire de pueblo bucólico pese a estar inserto en medio de la ciudad. Dean en escocés significa valle profundo y el barrio, pese a estar integrado a la ciudad, conserva un encanto agreste que contrasta con el bullicio de la comercial Princes Street.

La magia de la renovación escocesa se expandió lenta a lo largo de los siglos: Dean Village es el barrio que no decepciona. La aldea situada a orillas del río Water of Leith, fue fundada en el siglo XII por los frailes de la Abadía de Holyrood. A lo largo de ocho siglos fue un lugar marginal a la ciudad vieja: sitio de emplazamiento de fábricas que trabajaban con los molinos situados sobre el curso de agua.

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Siglos después, el lugar se reconvirtió en un paraje encantador, con sus casas de piedra alrededor del río, algunas con formato de antigua vecindad de trabajadores, la galería nacional de Arte Moderno –un imponente edificio renacentista que tiene bellos jardines con lagunas– y el cementerio de Dean.

Junto al río, en la antigua zona de molinos, el Well Court, un edificio de piedra roja construido en el siglo XIX para el propietario del diario The Scotman es punto de referencia del vecindario y a su alrededor las casas más bajas de aspecto germánico forman un poblado.

El paseo incluye los Dean Gardens y Dean Gallery que se construyó como orfanato en 1831. En la actualidad alberga la Scottish National Gallery of Modern Art.

El río lleva al Real Jardín Botánico. Pero también en un desvío comunica con algunos de los barrios más icónicos de la ciudad nueva como Stockbridge donde cada domingo entre las calles Saunders y Kerr, se despliega un mercado de comida en los jardines del Jubileo.

De allí a un paso está Circus Line, la calle curva predilecta entre los habitantes de Edimburgo. “Es considerada por muchos la más bonita de Escocia”, asegura Irene Robins, hija y nieta de habitantes de Escocia. Ideada como una extensión de la ciudad nueva por el arquitecto James Craig fue una de las primeras calles no rectas de la ciudad.

Desde allí hasta Princes Street aún hay unos veinte minutos de camino por el barrio georgiano. Para llegar finalmente al punto de inicio. Y tomar el tren…. O volver a perderse por los callejones.

Datos útiles

Cómo llegar

El tren nocturno Londres-Edimburgo es una buena alternativa. Sale a las 23.45 desde la estación Euston y arriba a las 7.30 a Waverley Central. De regreso mantiene el mismo horario en el trayecto Edimburgo-Londres.

Se puede optar entre asientos, camarotes y coches camas con baño incluido. Hay un coche comedor. Este servicio para viajar en un asiento regular cuesta desde 50 libras (63 dólares). Los camarotes llegan hasta 300 libras (375 dólares), por pasajero.

 

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