¿Alguna vez te has preguntado desde cuando sabemos que nuestra acción está calentando el planeta? A día de hoy, el cambio climático es una evidencia científica: la temperatura global aumenta, los océanos se calientan, las capas de hielo y nieve se reducen, los glaciares desaparecen, los eventos extremos son cada vez más frecuentes, sube el nivel del mar y se acidifican de los océanos.

También es una evidencia que la actividad humana (quema de combustibles fósiles, deforestación, cambio en el uso de los suelos…) es la causa principal y que la modificación que sufre el clima responde a nuestra emisión de gases de efecto invernadero, caracterizados por su capacidad de atrapar el calor en la atmósfera; algunos ejemplos son el dióxido de carbono o el metano.

Pero todo esto, por supuesto, es algo que no hemos sabido siempre; y mucho menos, hemos sospechado del impacto que un «calentamiento global» podría provocar en el funcionamiento de nuestro planeta (en la atmósfera, en los océanos, en la tierra).

La advertencia sobre el cambio climático nació hace unos 50 años, en la década de 1970. En aquel entonces, los científicos trataban de demostrar lo que ellos sospechaban pero la sociedad todavía no: que la Tierra se calienta, que esta variación de temperatura alteraría también otros componentes de nuestro planeta y que el cambio es antropogénico.

Y como toda historia, esta tiene sus protagonistas. Hablamos de Bert Bolin, quien fue el primer presidente del Panel Internacional de Expertos para el estudio del Cambio Climático (IPCC) además de una pieza clave para su fundación… ¡Pero no nos adelantemos, busquemos un principio!

Crónica de un amor temprano

Bert Bolin nació el 15 de mayo de 1925 en Nyköping, una localidad situada a 100 kilómetros de Estocolmo, en Suecia. Hijo de dos profesores de escuela cuentan que fue el padre de Bolin, Richard Bolin, quien le inspiró para estudiar meteorología. Richard Bolin había realizado unos diez años de que naciera el chico un curso de meteorología en la Universidad de Uppsala; y cuando llegó Bert, le inculcó al futuro climatólogo su interés por la materia.

Cuando Bert era todavía muy joven empezó a tomar registros de temperatura y con 17 años, su padre lo llevó a conocer al director del Instituto Meteorológico e Hidrológico de Suecia (SMHI). La semilla estaba sembrada y el año siguiente a aquello, Bolin inició sus estudios en Matemáticas y Físicas, hasta que finalmente, en el año 1956, se convirtió en Doctor en Meteorología.

La carrera investigadora de Bert Bolin

En 1950, antes de terminar el doctorado, Bert Bolin se marchó durante un año al Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, en Estados Unidos, para investigar sobre predicción meteorológica numérica. Allí, se sumó a un equipo de científicos (muchos de ellos reconocidos) que buscaba crear el primer pronóstico meteorológico computarizado.

Posteriormente, tras acabar su doctorado y siguiendo el consejo de uno de sus profesores, Bolin comenzó a trabajar en la investigación de la química atmosférica y en el ciclo de sus contaminantes. En concreto, el científico estudió el ciclo natural del carbono, logrando avances fundamentales en nuestra forma de comprender la naturaleza de este elemento y las transformaciones del dióxido de carbono en la atmósfera, los océanos y la tierra.

En este sentido, se considera que Bolin fue clave para el establecimiento de la biogeoquímica, disciplina científica estudia el movimiento y la transformación de elementos y compuestos químicos entre los seres vivos y el entorno físico.

A través de estos trabajos, el climatólogo constató la capacidad del carbono de la atmósfera para modificar primero la temperatura del planeta; y después, el funcionamiento del planeta, en un cambio que no sólo es climático sino global. Además, el Bolin identificó la deforestación como una de las causas del aumento de los niveles de dióxido de carbono atmosférico.

Tal fue la preocupación que se instaló en el científico después de estas investigaciones que, en el año 1959, se desplazó hasta Washington D.C. y lanzó su advertencia a la Academia Nacional de Ciencias: alcanzar un aumento del 25% en los niveles de dióxido de carbono atmosférico sería peligroso para nuestro planeta, a causa de los efectos que el incremento de temperatura podría desencadenar.

Y así, Bert Bolin se convirtió en uno de los primeros en dar el aviso.

La consolidación de su figura

Durante sus años de investigación, Bert Bolin acumuló prestigio como científico; se convirtió en un referente y tiempo después, en líder.

En la década de 1960, el científico formó parte de una investigación internacional que estudiaba la circulación general de la atmósfera y que, un año después, dio lugar a la creación del comité de ciencias atmosféricas del Consejo Internacional para la Ciencia (ICSU) en 1964, del que Bolin fue el primer presidente.

Tres años más tarde, este comité dio lugar al Programa de Investigación Atmosférica Global (GARP), un programa internacional coordinado por la Organización Meteorológica Mundial (OMM) que tuvo a Bert Bolin como presidente desde 1968 hasta 1971.

El GARP pretendía mejorar la capacidad de prever el clima a corto y mediano plazo y concedió a nuestra especie, por primera vez, la oportunidad de estudiar la atmósfera en su conjunto.

¡Dicho queda! Influimos en el clima

Nuestra certeza de que influimos en el clima llegó en la década de 1980, cuando Bert Bolin inició, junto con un equipo de científicos, una investigación que exploraba el posible vínculo entre el sistema climático y los ecosistemas de la Tierra. Los objetivos principales eran dos: discernir hasta qué punto podemos predecir el futuro climático y si nuestra actividad puede modificarlo.

¿Adivinas cuál fue la conclusión? Los investigadores constataron que, efectivamente, los humanos influimos en el clima a través de las emisiones de gases de efecto invernadero que liberamos; y más allá, comprobaron que el cambio es (como decíamos anteriormente) global.

Pero saber esto… ¡Era solo el principio! Todavía necesitábamos saber, desde una perspectiva científica, que peligros podría suponer esto para el equilibrio de la vida en la Tierra, cuáles podrían ser sus impactos sociales, económicos y medioambientales y claro está, si este problema tiene solución.

Y con el objetivo de averiguar esto, nació en el año 1998 el Panel Internacional de Expertos para el estudio del Cambio Climático (IPCC), y Bert Bolin se convirtió en su primer presidente.

El legado de Bert Bolin

El legado de Bolin va más allá del conocimiento que dejó con sus investigaciones: se le reconoce por haber logrado sensibilizar a la sociedad sobre un problema que hoy entendemos que trasciende lo científico; y gran parte de este logro se atribuye a su participación en la creación del IPCC, así como a su posterior liderazgo.

Desde su fundación, el IPCC ha proporcionado una visión científica clara del estado actual del cambio climático y de sus posibles impactos, y sus informes cuentan con el reconocimiento de los gobiernos, concediéndoles información científica rigurosa para la toma de decisiones.

Mientras fue su presidente (1988-1998), el climatólogo sentó las bases para el éxito que esta entidad ha tenido en los años posteriores (y que todavía tiene); y le dio al IPCC credibilidad y prestigio ante la comunidad global.

Así lo destacó el Secretario General de las Naciones Unidas en su despedida del científico, quien falleció en 2008 a causa de un cáncer. El Secretario se despidió de él resaltando su «contribución incalculable», no solo por alertar durante décadas sobre las consecuencias de la emisión de gases de efecto invernadero, sino también por preparar al mundo para las acciones gubernamentales destinadas a proteger el planeta.

Y en la actualidad, ¿Qué sabemos sobre el cambio climático gracias al IPCC?

El último informe del IPCC, realizado en el año 2023, constató que la temperatura de la superficie global de la Tierra se ha incrementado un 1,1ºC respecto a niveles preindustriales y que, «inequívocamente», la causa de este calentamiento ha sido la actividad humana, principalmente a través de las emisiones de gases de efecto invernadero.

También se ha demostrado que los impactos están siendo peor de lo esperado y que además, son las comunidades más vulnerables -las que históricamente han contribuido menos al cambio climático actual- las que se están viendo más afectadas.

Asimismo, se destaca el anuncio de que probablemente (y considerando las proyecciones de emisiones en 2030) el calentamiento global superará probablemente el 1,5ºC (llamado punto crítico) durante este siglo y se dificulta limitar el calentamiento por debajo de los 2ºC.

Pero no todo esta perdido. El IPCC quiso acompañar este informe de un mensaje esperanzador y es que, todavía estamos a tiempo; aunque eso sí, solo a través de medidas urgentes podríamos lograrlo.

El IPCC postula que, a pesar de que algunos cambios futuros son inevitables o irreversibles, una reducción profunda, rápida y sostenida de las emisiones de gases de efecto invernadero podrían limitarlos y además, desaceleraría el calentamiento. En concreto, las emisiones globales de estos gases necesitarían reducirse casi a la mitad para el año 2030 y seguir avanzando después hacia el cero de emisiones netas.

Y si bien este no es un camino fácil, al menos, sabemos hacia donde andar.

 

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