En la guerra fría que impregna despachos, pasillos, palcos públicos y privados cada vez que se cruzan el Barça y el PSG, hay un espacio para la cordialidad, la admiración mutua y hasta la amistad. Es un oasis propio en el que habitan Deco y Luis Campos.

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Ambos mantienen lazos duraderos y sólidos. Hoy, vivirán su particular duelo como los máximos ejecutivos futbolísticos del Barcelona y el campeón francés, respectivamente. Es un escenario de rivalidad deportiva por una noche parecido al que se vivirán entre los dos banquillos con Xavi Hernández y Luis Enrique y sus respectivos cuerpos técnicos.

Como director deportivo, Deco es un discípulo avanzado de Luis Campos. Cada uno tiene sus propios matices, pero hay un punto de intersección en su manera de visualizar y entender el fútbol. Una de las virtudes compartidas es la detección de talento, que Deco usó en su etapa como agente y que ahora ha puesto al servicio del Barça.

No es casualidad, por ejemplo, que ambos se fijaran en un mismo objetivo esta temporada: Gabriel Moscardo, el mediocentro de 18 años del Corinthians, que acabó comprometiéndose por el PSG por 20 millones de euros.

 Lo curioso en el currículo de Luis Campos es que estuvo a un paso de incorporarse al Barça de la mano de Joan Laporta. Y, de eso, no hace tanto tiempo. Durante la precampaña de los últimos comicios, el entonces candidato Jan preparaba su nuevo equipo. Con la ayuda de Rafael Yuste, hizo una prospección para elegir el que sería su director de fútbol.

Se entendía que esta figura sería incluso más relevante que la del propio entrenador a sabiendas de la limpieza que se tenía que aplicar en el vestuario, y, luego, la creación, con una inversión limitada, de un equipo ganador 

Deco era la primera opción, pero recusó el ofrecimiento porque quería continuar con su actividad como representante. Se convirtió, entonces, en un asesor externo personal de Laporta. Esto provocó que la candidatura de Campos ganara muchísimos enteros, porque contaba con muy buenas indicaciones. El propio Deco estaba entusiasmado con la idea de ver uno de sus ejecutivos de referencia en el Barça.

Deportivamente, el portugués venía avalado por sus trabajos magníficos en el Mónaco (2013-2016) y el Lille (2017-2020) donde conquistó sendas Ligue-1 ante un PSG bajo la propiedad de un fondo soberano de Qatar. En su contra, solo había una mancha, haber integrado el cuerpo técnico de José Mourinho en su etapa en el Real Madrid.

Le penalizó su falta de ADN Barça y que Laporta quería que trabajara codo a codo al lado de Mateu Alemany en la dirección deportiva. Y ni el mallorquín, ni el propio Luis Campos no estaban por la labor de esta bicefalia. Eran dos gallos en un mismo gallinero y la apuesta no hubiera funcionado.

 

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