En principio parece fácil descifrar la intención de quien captó esta escena: registrar el espectáculo de la aurora polar y valerse de la fortuita coincidencia cromática para componer una imagen con evidentes reminiscencias pictóricas, y a la vez envuelta en un halo de fantasía, con la solitaria carpa que parece proyectar su reflejo en el cielo. La coincidencia es realmente excepcional: para que la luz adquiera esa tonalidad rojiza, el fenómeno que provoca la aurora debe producirse en las capas más altas de la ionósfera, lo que acontece menos frecuentemente que las más habituales auroras verdes. Esta confluencia entre la explicación científica y la interpretación subjetiva sugerida por la imagen de algún modo sintetiza la proyección humana ante la inmensidad del cosmos. Mientras seguimos tratando de comprender el universo, no debemos olvidar lo frágil de nuestro lugar en él.

 

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