El último miércoles de abril se celebra el Día Internacional del Perro Guía. Estos perros de trabajo, altamente especializados, deben superar una selección muy rigurosa que comienza desde que son cachorros y se prolonga durante casi dos años.

Los perros guía no son solamente los ojos de quienes no pueden ver: también tienen que ser capaces de pensar por sí mismos qué situaciones pueden ser peligrosas para las personas a las que guían y comunicarse con ellas de modo que les entiendan. Por eso, no es un trabajo que todos puedan hacer. El camino para convertirse en perro guía es complicado y en cualquier momento pueden quedar fuera.

El nacimiento de un perro guía

Ante todo, hay que decir que los candidatos a perros guía deben superar una selección estricta ya desde antes de nacer, puesto que esta tarea requiere unas características físicas y de comportamiento muy específicas.

El primer requisito a tener en cuenta es el tamaño: deben ser animales de talla mediana, de unos 50-55 cm. a la cruz (esta medición indica la distancia entre el suelo hasta el punto más alto de sus omóplatos). Estas medidas garantizan que el arnés de trabajo quede a una altura adecuada para que la persona a la que acompañan pueda llevarlos cómodamente.

Así pues, para la selección de los candidatos a perros guía, generalmente se acude a criadores reconocidos, para tener una idea clara de cómo será el animal adulto. Existen de hecho especialistas en la crianza de perros destinados específicamente a la guía de personas ciegas, ya que tienen que superar unos estándares de salud y temperamento muy rigurosos.

Los preferidos, por tamaño y carácter, son los perros de tipo retriever, especialmente el labrador (alrededor de un tercio de los perros guía son labradores) y, en menor medida, el golden retriever, el retriever de pelo liso, el goldador o golden lab (cruce de golden y labrador) y el labradoodle (cruce de labrador y caniche, criado específicamente porque su pelo no produce reacciones alérgicas).

Un aspecto muy importante a tener en cuenta para la cría es que los perros guía no pueden sufrir displasia de cadera, de codo o de hombro. Esto no puede saberse de inmediato, pero sí a los pocos meses mediante una radiografía, antes de empezar el entrenamiento. Si un perro inicialmente seleccionado presenta alguno de estos problemas, no podrá ser entrenado y será dado en adopción.

Este es otro motivo por el cual los candidatos proceden de criadores reconocidos que hayan realizado controles de salud a los perros reproductores, ya que la displasia es un problema frecuente en labradores. Generalmente se hace una primera selección a los 50 días del nacimiento, pero si se considera necesario pueden realizarse pruebas hasta los 3 meses de vida.

La socialización, una etapa decisiva

El primer paso en la formación de un futuro perro guía es su socialización, durante la cual se determinará si tiene o no el carácter idóneo para este trabajo. Un perro guía no debe reaccionar con agresividad, miedo ni estrés incluso en condiciones en las que otros perros sí lo harían, ya que de hacerlo podría poner en peligro a la persona a la que acompaña.

Por eso, el periodo de socialización es extremadamente importante. El perro debe estar expuesto a una gran variedad de estímulos, como otros animales, niños, personas adultas, transportes… para comprobar que mantiene la calma en todos los entornos. Generalmente la socialización se confía a familias de acogida voluntarias, que acogen a los perros durante un periodo que suele ser de 12 meses, aunque a veces puede extenderse hasta los 15.

El menor atisbo de duda acerca del carácter del perro es suficiente para que sea retirado del programa de formación, ya que a lo largo de su vida de servicio puede estar expuesto a situaciones del todo imprevisibles, en las que deberá mantener la calma. Los que no pasan el corte son puestos en adopción y, en este caso, las personas que se han ofrecido para acogerlos tienen preferencia para adoptarlos.

El entrenamiento

Pasado el periodo de socialización, los perros empiezan el entrenamiento propiamente dicho. Este va a cargo de una persona formada específicamente como instructor de perros guía y se realiza en primer lugar en las instalaciones de la institución encargada (en el caso de España es la Fundación ONCE, Organización Nacional de Ciegos Españoles), en circuitos que simulan todo tipo de situaciones y obstáculos que un perro guía podría encontrar a diario.

El entrenamiento se realiza mediante un método de recompensas y castigos, que pueden ser positivos o negativos. Este sistema debe aplicarse con medida, especialmente en el caso de los castigos, ya que pueden tener perjudicar la confianza entre el perro y su entrenador. Las recompensas buscan reforzar un comportamiento deseado, mientras que los castigos buscan eliminar comportamientos indeseados.

La recompensa positiva consiste en premiar una acción realizada correctamente, por ejemplo con una golosina.La recompensa negativa consiste en eliminar algo incómodo; por ejemplo, presionando el lomo del perro con la orden de sentarse y eliminando la presión cuando se sienta.El castigo positivo consiste en una reacción incómoda ante una conducta indeseada; por ejemplo, tirando de la correa si el perro tira demasiado.El castigo negativo consiste en eliminar algo positivo ante una conducta indeseada; por ejemplo, dejando de acariciarle si se pone a ladrar.

Superado el entrenamiento en circuitos, se pasará al de la calle. Aquí hay que tener en cuenta a qué persona irá destinado el perro que se está formando, ya que no es lo mismo tener que moverse por un pueblo que por una gran ciudad, el nivel de actividad de una persona joven o anciana, o tener que tomar el transporte público cotidianamente.

Un aspecto muy importante que aprenderá el perro durante su entrenamiento es lo que se llama desobediencia inteligente, es decir, contradecir las instrucciones cuando estas puedan poner en peligro o perjudicar a la persona a la que guía: por ejemplo, si se le indica que camine hacia delante pero hay un charco o agujero. También debe ser consciente de los obstáculos que para él puedan no suponer un problema pero sí para la persona, como una rama de árbol a baja altura.

Durante la fase de entrenamiento se valora otro aspecto crucial para los perros guía: la memoria. Estos perros tienen que saber memorizar entre 60 y 70 órdenes distintas, así como reconocer y recordar dónde están los lugares a los que debe llevar a la persona a la que conduce: si esta le dice, por ejemplo, “a la escuela”, debe identificar esta palabra con una ubicación y tomar la ruta adecuada. Esto también implica una tarea de “refrescar la memoria” con los lugares a los cuales no va a menudo.

Finalmente, si supera el entrenamiento, se le confiará a la persona que lo haya solicitado. Aun entonces, faltará ver si ambos forman un buen equipo, para lo cual es necesaria la confianza mutua. Generalmente un perro guía trabajará entre 10 y 12 años, después de lo cual se ofrecerá en adopción a la persona con la que haya estado o, en segunda instancia, a alguna de las personas que han participado en su formación como entrenadores o cuidadores.

Hay varios factores que pueden motivar la jubilación prematura de un perro guía: problemas de movilidad, de visión o de oído son los más frecuentes, ya que estos animales deben ser capaces de moverse con total seguridad y atención a su entorno. Los perros ancianos también pueden empezar a tener problemas de memoria, por lo que es necesario prestar atención a cualquier muestra de inseguridad en los desplazamientos.

¿Qué pasa con los que suspenden?

Como se ha visto, el entrenamiento de un perro guía es muy exigente y cualquier duda sobre su idoneidad basta para que sean retirados del programa. Al fin y al cabo, además de la seguridad de la persona, hay que tener en cuenta que su formación es muy costosa: conseguir un perro guía puede costar más de 10.000 euros, casi 10 veces más de lo habitual para adquirir un cachorro de un criador. Este coste es sufragado por fundaciones, aseguradoras y por el estado, por lo que deben asegurarse de que no están “perdiendo el tiempo” con perros que no superarán el programa.

¿Así pues, qué pasa con los que “suspenden”? Una primera opción, si el entrenamiento está en fase temprana, es darlos en adopción a particulares. Las personas que han participado en el programa y ya conocen al perro tienen prioridad para adoptarlo y, aun si no se da el caso, suelen encontrar pronto una familia ya que la mayoría de perros guía son labradores o golden retrievers, muy populares como mascotas.

Pero antes de eso, puede que no estén del todo suspendidos. Aunque no pasen el entrenamiento de perros guía, muchos sí pueden ser formados como perros de asistencia para otro tipo de perfiles, como personas con movilidad reducida o problemas de escucha, cuyo entrenamiento no es tan exigente y no requiere el mismo grado de iniciativa.

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