Ahora es cuando todo comienza. Una idea arraigada en la cultura popular uruguaya indica que el año empieza de verdad después de la Semana Santa, que, en Uruguay, como país laico que es, se llama Semana de Turismo. La Argentina de Javier Milei parece estar imitando al vecino. El verano se acabó definitivamente y arrancó el otoño. En sentido amplio.

Si bien la gestión mileísta se inició formalmente hace ya 117 días y en este tiempo tomó suficientes decisiones y, sobre todo, hizo innumerables anuncios y abrió muchos frentes de batalla, los efectos prácticos de muchas de sus políticas y las consecuencias de lo que aún no hizo recién se verifican y se perciben con contundencia desde hace unos pocos días.

La herencia sigue presente, pero las soluciones o la falta de ellas frente a algunos problemas cotidianos (acumulados y nuevos) comienzan tenuemente a ser responsabilidad del gobierno actual. Aunque todavía la administración libertaria goza de altos niveles de comprensión y tolerancia por el desastre que recibió, según muestra la mayoría de los sondeos. El cambio de estación podría ser un momento bisagra, de esos que refuerzan un rumbo de Gobierno o lo ponen en cuestión y obligan a revisiones.

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Por ahora, tanto el Presidente como el pequeño anillo de poder que lo rodea y los pocos ministros con caudal de voz suficiente (léase, Luis Caputo y Patricia Bullrich) siguen acelerando en las curvas y jactándose de eso. Tanto como para que Milei postee en la red X, con aparente ironía, que el FMI se haya sorprendido de la baja más pronunciada de la inflación que lo previsto y al mismo tiempo le pida pragmatismo. Justo a un dogmático.

Entre el Fondo y el Presidente “calidad y cantidad” son causa de discrepancia en lo que a ajuste se refiere. Algunos números favorables que el Gobierno esgrime como trofeos y las imágenes de las rutas hacia los destinos turísticos durante la Semana Santa colapsadas de automóviles sirven para reforzar narrativas e ilusiones, tanto como para relativizar advertencias.

En las redes sociales (ese terreno pantanoso cuyo valor aumentó significativamente desde que allí creció y floreció a velocidad supersónica la carrera política de Milei), el flujo de los mensajes y conversaciones revela que el dominio de la agenda está registrando incipientes movimientos.

El sentido de las interacciones se muestra menos desequilibrado en favor de las dominantes fuerzas del cielo frente a las opiniones críticas, con una leve alza en los últimos días de reacciones negativas, como señala un relevamiento reciente de la consultora Taquión, que se visualiza con más claridad cuando se desagregan las cuentas de los trolls. Se trata de una alteración que aún no llega a convertirse en un cambio de tendencia, de lo que venía ocurriendo desde los primeros meses del nuevo gobierno. Las curvas verdes y rojas no se tocan, pero ya están más cerca.

La convergencia de una serie de hechos estaría detrás de los nuevos ruidos, según advierten especialistas en opinión pública. En despachos oficiales cercanos al Presidente se mira con atención el humor social para determinar si se sostiene el curso favorable o empieza a gestarse algún reflujo de consideración.

Amenazas y desafíos

Entre los asuntos que han tenido más repercusiones negativas recientemente aparece, en primer lugar y de manera transversal, la explosión de la epidemia del dengue por la nula política comunicacional y la desconocida política sanitaria del Gobierno al respecto. Como para que Alberto Fernández y varios referentes de su gobierno se hayan animado (con notable temeridad) a inflar el pecho para reivindicar su polémica gestión de la pandemia de Covid, cuyo encierro infinito fue el disparador de la expansión libertaria y el comienzo del fin del último experimento kirchnerista. Paradojas recurrentes.

En segundo lugar, asoman las cesantías y la no renovación de contratos en el sector público, que, si bien refuerzan el apoyo de quienes votaron al Gobierno para que achique el Estado, empiezan a dejar de ser números abstractos para ser nombres propios más lejanos o más cercanos a muchos argentinos. Más aún cuando se agrega a las suspensiones, despidos y aplicación de planes de retiro voluntario en el sector privado.

La pérdida de trabajo se suma a la caída abrupta del poder adquisitivo de la mayoría de los trabajadores formales (ni hablar de los informales), con preeminencia en los estatales y en las jubilaciones. El efecto positivo de la baja de la inflación en febrero (que habría continuado en marzo) desde la estratósfera de diciembre y enero tuvo su contraparte en la recesión.

La estanflación está dejando muy rápido de ser una palabra compleja de la jerga económica para convertirse en un hecho palpable para la mayoría, aunque no resulte igual para todos. Y todavía no empezaron a llegar las nuevas tarifas, cuyo aumento el Gobierno había postergado en defensa propia, pero que ya no puede seguir pateando para adelante. La contabilidad creativa que arroja superávit fiscal tiene límites.

De todas maneras, algunos especialistas advierten que la relevancia de esos hechos pueden estar potenciados en las redes sociales por una participación más activa de cuentas vinculadas con los sectores más refractarios al Gobierno, como el kirchnerismo, el radicalismo que se referencia en Martín Lousteau, los sectores sociales progresistas y la izquierda. Estos no solo inflan las críticas, sino que bloquearían a los oficialistas que los hostigan. Una práctica en auge, que incluye al propio Presidente, quien en las últimas semanas profundizó la restricción a sus publicaciones en las redes. Al enemigo ni justicia.

“Por ahora, veo más operaciones que cambios de tendencia reales. Los kirchneristas y los progres organizados salieron a hacerles bloqueos masivos a los libertarios, y están usándose mutuamente para levantar en interacciones”, afirma un consultor que tiene entre sus clientes a gobernadores cambiemitas y funcionarios del gobierno nacional. Aprendizajes para competir en terreno del adversario.

Esa novedosa potenciación (orgánica o forzada) del segmento crítico tiene, no obstante, reflejo en algunas mediciones concretas. “Fuera de los oficialistas Milei, Bullrich y Caputo, los únicos que han recuperado algo de imagen son los opositores que aparecen, hablan y cuestionan, como Axel Kicillof, Cristina Kirchner, Martín Lousteau y hasta Guillermo Moreno”, advierte la consultora Shila Vilker, directora de Trespuntozero. Alguien tiene que llenar el vacío de la oposición. Por ahora, no es más que eso.

Así, un nuevo clima también intenta instalarse en la calle, que vuelve a ser incipiente terreno de conflicto, después de la calma que siguió a la muy prematura y nada popular reacción inicial de los sindicatos nucleados en la CGT y de los movimientos sociales contra el Gobierno en su primer mes de gestión.

El silencio que siguió a aquella movilización de enero, cuyo efecto sobre el Gobierno y sus seguidores y adherentes fue nulo (en el mejor de los casos), acaba de ser roto por Héctor Daer, el triunviro cegetista que más fuerte jugó en las elecciones en favor de Sergio Massa y más afectado quedó por eso. Ahora promete una nueva movilización para el 1° de mayo y amenaza con un incierto paro general. También volvió Pablo Moyano, con sus amenazas de parar todo el transporte del país. Son escarceos. El riesgo de hablarse encima y de lograr el efecto contrario al buscado siempre está latente. Todo es cuestión de oportunidad.

Por otra parte, en el plano simbólico y más para el círculo rojo o para segmentos sociales específicos, se sumó la postulación del cuestionado y cuestionable juez federal Ariel Lijo para integrar la Corte Suprema, en su carácter de garante de los entramados de intereses y factores de poderes, también conocidos como “la casta”. Así como la de Manuel García-Mansilla, como referente de los postulados más conservadores y antifeministas, entre los que resalta su posición contraria a la legalización del aborto. No son temas masivos, pero suman ruido.

Con ese decorado de fondo, asoma como un elemento de enorme relevancia el resultado del tour de force con los gobernadores. Ayer, en la reunión con los cambiemitas, se entró en el segmento decisivo para avanzar hacia la aprobación (o un nuevo tropiezo) del adelgazado megaproyecto de la “Ley de bases y puntos de partida para la libertad de los argentinos” en el Congreso. Fue un paso adelante, pero todavía quedan varios puntos por resolver.

El tiempo transcurrido desde que la iniciativa se presentó, hace casi tres meses, y trastabilló en la Cámara de Diputados no ha sido en vano. Aprendizajes, nuevos problemas, más periodicidad e intensidad en el relacionamiento entre el Gobierno y el resto de los actores políticos y una situación socioeconómica más compleja dan como saldo un nuevo panorama en el que las cuotas de poder están en proceso de rebalanceo. Con avances y retrocesos de todos.

Las alianzas regionales de los mandatarios provinciales, no solo por pertenencia partidaria, son una realidad que se consolida. A las ligas norteña y patagónica ahora quiere sumarse una del área pampeana, aunque cuenta con la dificultad de ser impulsada por el hermético y radicalizado Axel Kicillof, de cuyo espíritu gregario todos tienen demasiadas dudas. Sin contar con que su sombra siempre tiene las formas de Cristina Kirchner.

El pragmatismo que Milei desprecia en público contrasta con el que se verifica (con cuentagotas, es cierto) en prácticas más reservadas. Es el caso de los diálogos con los gobernadores tejidos con paciencia de padre abnegado por el ministro del Interior, Guillermo Francos, a quien los mandatarios provinciales le reconocen tanta buena fe como relativa autoridad.

El Presidente suele desautorizarle a Francos algunas promesas hechas sino que, además, acostumbra a correr el arco, como ocurrió con las cajas de jubilaciones provinciales y otros fondos que les siguió retaceando últimamente a las provincias. Un patrón que ya muchos de los opositores incorporaron y, prevenidos, empiezan a cuestionar su eficacia.

La admisión de errores por parte de los funcionarios y la participación del jefe de Gabinete en las reuniones con los jefes provinciales, como sucedió ayer, asoman, en definitiva, como concesiones presidenciales. La credibilidad estaba en juego.

En la tarde de ayer, los gobernadores de JxC ratificaron su decisión de apoyar la sanción de la ley ómnibus “por convicción y no como el resultado de una transacción”, y, por eso mismo, dejaron en claro que tienen cuentas pendientes. Entre esos reclamos están “los fondos para las cajas de jubilaciones no transferidas a la Nación y las obras públicas paralizadas”, según la síntesis de uno de los mandatarios.

Además, reclamaron una discriminación positiva en el trato: “No puede ser que nos traten igual a los que hemos apoyado desde el principio para que el Gobierno pudiera avanzar que a los que se han opuesto”, dijo uno de los cambiemitas, que después ha debido explicarles a los propios por qué apoya a un gobierno que los destrata y les quita recursos.

El clima alterado en el universo virtual, el incipiente humor cambiante en las calles, el crédito aún abierto al Gobierno más el impacto negativo de algunas medidas oficiales, mientras se espera que llegue lo que alguna vez se llamó “brotes verdes”, componen el boceto de una nueva realidad. Lo más parecido a un momento bisagra. La pregunta es si lo peor es lo que está pasando o lo que aún está por venir.

Ahora es cuando todo empieza a jugarse de verdad y por los puntos. Mejor no equivocarse.

 

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