La borraja (Borago officinalis) es una planta de la familia de las borragináceas, de hojas grandes y forma ovalada, que da unas flores azules que caen como un racimo. Sus hojas son comestibles incluso crudas –como las de la lechuga o la rúcula– y, si se ponen a remojar en agua con sal, tienen propiedades diuréticas.

Ese es uno de los usos medicinales que desde antaño se daba a esta hortaliza. Con las semillas se hacía un aceite que se creía bueno para las afecciones de la piel, y con las flores de borraja, una infusión con efectos sudoríficos.

El agua de borrajas fue tan famosa que derivó en una frase popular. Según la Real Academia Española, “agua de borrajas” es algo de poca o ninguna importancia, especialmente cuando en un principio parecía tenerla.

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Habría que pensar que la expresión viene de la frustración de haber hecho el ritual y que no funcionara.

Actualmente, también se descubrió que las semillas de borraja poseen ácido gamma-linoleico en su aceite y este tiene propiedades antiinflamatorias y reguladoras del metabolismo de ácidos grasos. Se lo utiliza en el tratamiento de niveles altos de colesterol y en la prevención de accidentes vasculares.

¿Cómo se cultiva?

Como los frutos tienen un alto grado de dehiscencia (es decir, se abren con facilidad), es muy difícil juntar las semillas de borraja.

Para iniciar este cultivo, es recomendable comprar las semillas y sembrar de forma habitual en pequeños recipientes para luego trasplantarlas. Debido a la forma explosiva en que se diseminan las semillas, luego de este primer ciclo de cultivo comienzan a crecer plantines de borraja por toda la huerta.

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La borraja es una planta muy rústica, aunque prospera mejor en suelos ricos en materia orgánica. Crece a pleno sol y requiere riegos frecuentes y podas de limpieza y de control de crecimiento para evitar que ocupe mucha superficie en la huerta.

Para cosechar, se cortan las hojas tiernas, preferentemente antes de la floración. A los tallos se les retira la lámina exterior pilosa y se los cocina por 20 minutos. Las flores se consumen en ensaladas, pues aportan color y un sabor que recuerda al pepino

 

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