Se hizo conocida como la reina de la noche, esa actriz de ojos gatunos que siempre vivió a flor de piel tanto en los escenarios como en la vida. Katja Alemann fue, sin dudas, un ícono de los 80: símbolo de vanguardia, belleza e irreverencia. La mujer performer que estuvo ligada a la apertura de Cemento, la que posó desnuda para Playboy, la que se definió como escritora, cantante y compositora, sigue sumando adjetivos que la describen hoy, a los 66 años. “Soy ambientalista desde hace mucho. Y ahora también instagramer o como se llame toda esta aventura de las redes sociales –dice–. Me gusta la web porque es un lugar curioso, donde un día publico una papa de mi huerta y esa historia se hace viral. ¡Vaya a saber uno por qué! ¿Será porque se capta la felicidad? ¿O por mi cara lavada en primer plano? La gente quiere ver rostros, lo tengo comprobado. Pero también me interesa el espacio, porque ahí soy libre y escribo lo que pienso. En estos tiempos es importante decirlo todo”, desliza esta Katja Alemann recargada, siempre reflexiva, que acaba de lanzar un single llamado “Shambhala” y que encarnará el papel de madre de Cris Miró en la serie próxima a estrenarse por la plataforma Flow.

–Hacés muchos descargos en internet por el contexto político y social. ¿Te trae problemas con tus amigos y familiares?

–Y sí. Resulta inevitable. Personas que amo me piden que relaje. Pero, sinceramente, yo no puedo vivir en una burbuja, hacer como que no pasa nada.

–¿Qué les decís?

–Que se queden tranquilos porque esto no me va a enfermar. Yo tengo mucha suerte porque es el arte lo que me salva. Y creo que en estos tiempos terribles lo que hay que hacer es reunirse, celebrar la vida y ser feliz. Escuchar música, bailar, leer, compartir esta maravillosa experiencia que es la vida. Existir es un milagro. Por lo tanto siempre vuelvo a ese principio. Y es lo que quiero comunicar en mi próximo espectáculo.

–¿Harás un monólogo político? ¿Vas a cantar?

–Un poco de todo, sí. Pero el ADN del show girará en torno a la bendición que es la existencia. En Tíbet, Shambhala significa reino sagrado de la felicidad. El término lo fui encontrando por mera improvisación, y de casualidad. Pero después se fueron sincronizando muchísimas cosas de mi vida. La dramaturgia de mi espectáculo indaga en eso que hablábamos, en el ¿por qué no podemos ser felices?

–¿Tenemos alguna pista al respecto?

–Lo analizo desde el humor. Tal vez un poco incisivo, pero desde ese lugar. Hablo de la plata, desde ya. Porque lo primero que aparece como impedimento para ser feliz es el lema “salud, dinero y amor”.

–¿Y cómo vas con esos ítems?

–Estoy bien en todos los sentidos. Por suerte. Agradezco mucho estar equilibrada y poder hacer este espectáculo que se estrenará en unos meses. Eso para mí es una resistencia. Yo hago, yo me banco y además me hice experta en bloquear trolls. Estos son los nuevos tiempos y resisto.

–¿Das muchas batallas en redes?

–Esos chicos, los trolls, trabajan sobre el algoritmo de Yrigoyen [expresión que deriva del diario de Yrigoyen, el supuesto periódico que le hacían llegar en su segunda presidencia, donde se le ocultaba el malestar creciente con su gobierno]. Es una frase que engloba un aislamiento total de la realidad, que además muestra un contexto distorsionado, o sea un algoritmo específicamente armado para reflejar eso. Entonces ahora aparece esto de “sos un ñoqui, se te acabó el curro, en cuatro años no dijiste nada”. Esas cosas que repiten, ese discurso muy compacto. Y lo imponen en las redes neutralizando cualquier disidencia. Parece que fueran muchísimos, pero no. Son ese ejército de trolls, a quienes yo bloqueo al instante. Me he transformado en bloqueadora masiva.

–¿Qué es lo que más te molesta?

–Que se adueñen del concepto de libertad. Me gustó mucho un artículo del poeta Fernando Noy que leí hace poquito en donde dice que no nos van a usurpar también esa palabra.

–¿Cómo es un día en tu vida?

–Son todos diferentes. Vivo en una casa en Tigre con mucho verde, incluso la pintura de puertas y ventanas. Tengo una huerta que ya se hizo famosa porque siempre muestro los éxitos y sorpresas de ese trocito de tierra que me hace tan feliz. En este momento el acento está puesto en la rúcula, que comeré todo el invierno. Tengo gato y perro, sin pareja, vivo sola. Escribo canciones, leo los diarios a la mañana. Están por estrenar una serie en la que yo hago de madre de Cris Miró, lo que significó varios meses de grabación y una felicidad única, ya que tanto la protagonista como la tribu LGBT fueron una maravilla. Y ahora estoy muy abocada al espectáculo, que se presentará en junio en el centro artístico Dumont 4040.

–¿Esto de bailar, cantar y crear sin horarios para ser feliz lo hacés sola o necesitás de tu tribu?

–Mis hijos, con quienes me llevo increíble y los amo, ya están grandes. Amigos tengo muchos y de los buenos. Pero para hacer todo eso hay que estar bien con uno mismo. Yo disfruto del viaje, no importa lo que suceda. El paisaje de mi vida me ha llevado por caminos tenebrosos. He pasado por cosas muy difíciles y muchas veces me ha costado mucho. Pero sobreviví a todo, salí indemne. Siento que siempre tendré recursos para resolver los problemas. Eso lo aprendí. Sé que siempre existirá un as bajo la manga. Además está la providencia. Tengo suerte, si querés.

–¿Cómo te llevás con el término “sex symbol” y todo lo que representaste durante tanto tiempo?

–No me identifico mucho con eso. Entiendo que encarno un símbolo para los demás. Yo siempre traté de resignificar lo erótico. Y lo hice con mucho desparpajo y libertad. Toda esa historia, de alguna manera, quedó en el inconsciente colectivo. Aquello de que lo erótico podía ser otra cosa. Calculo que por eso la gente me recuerda tanto. Será porque le di otro contenido. Tengo una relación muy linda con las mujeres, para las cuales yo debo haber sido alguna referencia.

–Con el paso del tiempo adoptaste una postura natural, contraria a todos los excesos estéticos.

–Bueno, casi no me miro al espejo. Tengo uno o dos, pero no son espejos donde me pueda ver, sino decorativos. Hago gimnasia, sí. Pero sola. Respeto la rutina y tengo disciplina. Es que los años son jodidos [risas]. Perdés fuerza muscular, te anquilosás, pasan un montón de cosas… Pero hago vida sana, soy vegetariana desde hace añares. No cocino a lo loco, aunque últimamente Instagram me inspira. Hay recetas rápidas que realmente son geniales.

 

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