Decía Sigmund Freud, padre del Psicoanálisis, que para llegar al inconsciente hay que excavar. Y algo de sanador tiene ese proceso, especialmente en personas que han pasado por experiencias límites y traumáticas como es una guerra.

En Argentina, un equipo de historiadores y arqueólogos del Conicet, junto a veteranos de Malvinas y profesionales de la salud mental llevan adelante desde hace dos años un programa de Arqueología con fines terapéuticos.

Como parte de esta iniciativa, se realizó a fines de 2022 una experiencia en el sitio histórico de la batalla de Pavón (1861), en la provincia de Santa Fe. Y el año pasado se realizaron dos nuevas campañas: una en las propias Islas, mapeando el territorio de Monte Longdon, donde se llevó adelante una de las batallas más cruentas en la guerra de 1982. Este proyecto, llamado “Los Rostros y la Sabia de la Guerra” fue dirigido por la antropóloga Rosana Guber. La última se realizó en Azul, provincia de Buenos Aires, en uno de los fortines de la Campaña al Desierto (1878 – 1885).

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“Es una experiencia de ciencia colaborativa y participativa pionera en América latina. Nos propusimos acercar a los veteranos de guerra a una experiencia que pueda aportar a su bienestar emocional, al tiempo que logramos sacar a luz objetos e historias ocultas de nuestro pasado”, comenta el arqueólogo Carlos Landa, uno de los impulsores del proyecto desde el Equipo de Arqueología Memorias de Malvinas (EAMM). También participaron de la iniciativa profesionales del Grupo de Estudios de Arqueología Histórica de Frontera (GEAHF), el Centro de Estudios de Arqueología y Antropología del Conflicto (CEAAC) y el Centro de Salud Mental “Veteranos de Malvinas” del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas.

Efecto terapéutico

Los beneficios para la salud mental de esta iniciativa están siendo documentados, con vista a publicar los resultados en una revista científica. “En general, tienen que ver con que la actividad arqueológica (reconocimiento del terreno, prospección, excavaciones) se desarrolla al aire libre, lo que genera efectos psicológicos y emocionales positivos”, destaca la psicóloga Gisela Paly, del Centro de Salud Mental Veteranos de Malvinas.

Por otro lado, el descubrimiento de objetos provoca sentimientos de logro y vincula a la persona con el pasado. “Además, el trabajo arqueológico requiere de concentración y foco, lo que reduce la ansiedad y los pensamientos negativos”, enumera. “Lo interesante es poder trabajar desde la resiliencia y que los veteranos puedan hablar de su experiencia desde otro lugar, diferente del consultorio”.

Finalmente, la participación en este tipo de proyectos colectivos y el compartir la experiencia con otros, permite reelaborar viejos traumas, resignificar aprendizajes y crear nuevas redes de contención.

Para participar de las campañas arqueológicas, los ex combatientes interesados en hacerlo pasaron por un proceso de entrevistas previas y posteriores. Una de las variables que se midió fue el nivel de ansiedad antes y después de la experiencia, y se verificó un descenso. “Estamos midiendo y documentando otras variables, porque queremos que este se convierta en un programa de salud mental que tenga continuidad”, remarca Paly.

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En primera persona

“Uno puede hacer terapia pescando o comiendo un asado con amigos. Acá, nos encontramos con el pasado. Entendimos algo de la vida de otros soldados que fueron heridos o murieron a cañonazo limpio o de un chuzazo, después de caminar meses por el monte, pasar hambre y frío como nosotros”, dice Gustavo Pedemonte, veterano de Malvinas que participó en las tres expediciones arqueológicas.

“Lo terapéutico es poder entender que antes que nosotros hubo otros soldados que pasaron por lo mismo. Y que dentro de 100 años va a haber otras personas buscando lo que nosotros dejamos”, dice Gustavo, ex combatiente y herido en la batalla de Monte Longdon, en aquel frío y oscuro 1982. Por entonces, tenía 19 años, y cumplió 20 en las islas. Se había alistado en el ejército a los 16, en la Escuela de Suboficiales Sargento Cabral, en su Corrientes natal, con la joven ilusión de servir a la Patria. Y estaba destinado en el Regimiento de Infantería de La Plata cuando estalló el conflicto.

El 13 de abril de 1982 llegó a las Malvinas al mando de un grupo de nueve soldados, de los que solo regresaron tres. “Lo peor es ver morir a tus compañeros. Yo vivo con eso. No hay día en que no piense en eso. Forma parte de lo que hoy soy”, dice Gustavo, con un dejo de amargura. Y cuenta que “tras la rendición, lo más duro fue volver y sentir que las autoridades y la sociedad nos daban la espalda y eso nos hacía sentir culpables por la derrota. Muchos compañeros no lo soportaron y se quitaron la vida”, recuerda Gustavo y relata que estuvo en el ejército hasta 1988. “Había quedado con secuelas en mi pie izquierdo y pedí la baja”.

Volvió a Corrientes, formó su familia, intentó emprender con un locutorio y otros negocios sin mucha suerte, y empezó a asistir a los centros de veteranos que se iban conformando. En 2019 logró volver a las islas, y en 2023 lo hizo nuevamente, junto al equipo de arqueólogos e historiadores del proyecto Memoria de Malvinas. Antes había participado de la expedición arqueológica al sitio de la batalla de Pavón. “Me enteré por las redes que se estaba armando y me contacté. Me hicieron varias entrevistas y quedé seleccionado. Es una experiencia maravillosa. Conocí a los investigadores y a otros veteranos, y encontramos muchos objetos: casquillos de balas, una pava, una medallita de la virgen.. Son tesoros que después van a los museos”, afirma con orgullo.

Antecedentes

La idea de organizar una campaña arqueológica involucrando a ex combatientes surgió hace cuatro años, cuando el arqueólogo Carlos Landa fue contactado por el historiador y escritor Sebastián Avila, quien había viajado recientemente a las Islas.

“Los historiadores trabajamos con fuentes documentales, pero estamos menos acostumbrados a hacerlo con objetos, que es lo que hacen los arqueólogos”, dice Ávila y confiesa que en su viaje a Malvinas, a comienzos de 2020, lo sorprendió la cantidad de vestigios de la guerra que aún quedan en el terreno.

“Los objetos son despertadores de memorias, y qué mejor que la historia de una batalla sea indagada por alguien que también estuvo en una guerra”, apunta el arqueólogo Landa. Este tipo de experiencias que involucran a veteranos de conflictos bélicos en el estudio de batallas históricas, son incipientes en Estados Unidos y Europa, y nunca se habían hecho en Argentina.

En 2022, en ocasión del 40 aniversario de la guerra del Atlántico Sur, un grupo de investigadores y veteranos de guerra escoceses viajaron a Malvinas para un proyecto de mapeo del conflicto (mapping project) que tenía la cuestión de salud mental entre sus principales objetivos. “Nos pidieron fotos y nos invitaron a escribir un capítulo de un libro. Y este acercamiento nos incentivó para armar nuestro propio proyecto de arqueología y salud mental”, dice el historiador Avila.

La idea, coinciden los profesionales, es que este programa logre una continuidad y más veteranos puedan participar, e incluir a personal de las fuerzas armadas que actualmente trabaja en misiones de Paz en distintos lugares del mundo.

 

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