Con un cuarto del año 2024 ya transcurrido, las esperanzas del mentado cambio pierden fuerza y se deshilachan. Se sabía: la misión de modificar y refundar los cimientos del mundo del trabajo no era sencilla ni rápida. Pero los primeros pasos de la gestión del presidente Javier Milei en este tema aún no se palpan en la realidad cotidiana de cada trabajador. Un rumbo con un apoyo moral mayoritario, pero flaco en los papeles. Más de lo mismo. Un mercado laboral estructuralmente debilitado, estancado, imperfecto, al que la estanflación hunde aún más en su mediocridad.

¿Cuál es la situación actual de la demanda laboral en Argentina? La preocupante tendencia a una caída y una desaceleración que se evidencia desde el tercer trimestre del año 2023 aún predomina en este ejercicio. ¿Quiénes sostienen la luz de la esperanza? Un selecto grupo (un grupo menor) de sectores relativamente activos y con demanda genuina: la agro-industria, la minería, la industria del conocimiento (con su exportación de servicios), la energía y petróleo, el turismo y algunos subsectores de las tecnologías de la información. En esos ámbitos están las mejores chances de encontrar ofertas de empleo.

Probablemente, el peor dato de nuestro mercado del trabajo de los últimos años sea la pérdida crónica del salario real. Desde 2018 y hasta 2023 las subas del salario promedio de los ocupados fuera de convenio no logran superar a la inflación. Goleada histórica. Seis años consecutivos de caída del salario real. Pero hay más. Según la firma WillisTowersWatson, las empresas proyectan un aumento total en 2024 para el personal fuera de convenio de 189%, cuando el más optimista de los economistas estima una inflación total para este año no por debajo del 220%… Invivible por donde se lo mire. La conclusión es tan cruda como cierta: ser un asalariado registrado no asegura llegar a fin de mes con las cuentas pagas.

Es claro a esta altura que en los últimos 30 años ningún gobierno ha comprendido cómo destrabar el nudo de nuestra decadencia laboral. Todos reprueban cuando se trata de resolver la problemática de fondo. A continuación, algunos ejes fundamentales de la cuestión.

• Educación de calidad. En este punto se empieza el partido perdiendo, porque la mitad de los alumnos de la provincia de Buenos Aires no termina el ciclo secundario y eso es una mochila no solo pesada, sino indignante. Lanzar al mercado laboral jóvenes sin las herramientas que el futuro del trabajo demanda es condenarlos social y laboralmente

• Reducción de la informalidad. El trabajo en negro es un flagelo de toda América Latina, que avanza sin detenerse. Los altos costos laborales, un marco laboral rígido y anticuado y una formación académica insuficiente y desconectada de las demandes del futuro conspiran contra un destino distinto. Es una realidad que nuestros dirigentes, por negligencia o por conveniencia, prefieren no afrontar.

• Desconexión entre oferta y demanda laboral. La digitalización de nuestras vidas ha contribuido en parte a achicar esta brecha. Han surgido, es justo reconocerlo, innovadoras opciones de educación técnica, terciaria y universitaria vinculadas a las tecnologías de la información, las ciencias y las ingenierías. La necesidad de profesionales de sistemas ya no es una novedad. La contracara la aporta la abundancia aún del interés por carreras como medicina, derecho y psicología (representaron el 35% de las inscripciones en la UBA en el primer cuatrimestre de 2022), que son de acotada salida laboral y de incierta remuneración.

Disponer de un nuevo marco legal laboral se ha convertido en trending topic en la Argentina desde la asunción de Milei. El fondo tiene sustento: pretender reanimar nuestro mercado laboral con un reglamento diseñado 50 años atrás (la ley vigente fue sancionada en septiembre de 1974) es tan ingenuo como imposible. Desterrar la perversa industria del juicio laboral, dotar de una previsibilidad lógica al costo de prescindir de un empleado, regular –en serio– el trabajo remoto, abaratar los costos de contratación, reglamentar las nuevas formas de trabajo son deberes mandatorios para aspirar a una genuina refundación laboral.

Pero, atención: la reforma laboral es necesaria e imprescindible, pero no suficiente. Un mercado laboral pujante y sólido requiere no solo de nuevas reglas, sino de pilares más profundos y perdurables: una educación de calidad que incluya a nuestra juventud, un planeamiento estratégico de los recursos humanos que el país demandará para nuestras economías del futuro, y convicción y coraje político para sostener el rumbo.

 

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