En La voz hermana, el segundo poemario de Salvador Biedma (Buenos Aires, 1979), autor de novelas y de libros para niños, se convocan las voces de grandes poetas. Hay reescrituras de versos ajenos, menciones explícitas, líneas compuestas “a la manera de” Alejandra Pizarnik, Henri Meschonnic, César Vallejo y Juan L. Ortiz (“Amanece y busco / el camino del sauce”); se recrean estilos y entonaciones: “La música sigue, repica / en el cerebro vago”.

Los poemas, todos sin título, también contienen breves perfiles de autores como el italiano Cesare Pavese (“Pienso en la habitación de hotel casi vacía, / las páginas vividas obsesivamente en orden, / las pastillas y la pipa hasta el final”), la peruana Blanca Varela, el portugués Fernando Pessoa y la rusa Anna Ajmátova, unidos quizás por una misma divisa: “El poema dice / que un modo de la biografía / consiste en saber / si vivís con pasión”.

En simultáneo, sobre esta “sinfonía de otros poetas” se despliega desde el presente una historia de amor entre un hombre y una mujer, que late en dos planos: el del hogar y la intimidad (“Anoche dibujaste un corazón / nada realista / con cenizas en mi cara”), y el de la naturaleza: “quién pudiera ir al río y hacerse / parte de ese pelo de cobre”.

La voz hermana (donde “hermana” se puede entender como una cualidad de la voz y además como un verbo) acerca un diario de lecturas, una narración y un coloquio sutil, “un sueño versificado” y una reflexión sobre el acto de escribir: “Quien más, quien menos, todos / nos quemamos con antorchas deshechas”.

La voz hermana

Por Salvador Biedma

La Ballesta Magnífica

54 páginas, $ 9000

 

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