Guionista, profesor, escritor, Pablo Maurette (Buenos Aires, 1979) enseña literatura en Florida, Estados Unidos, pero conoce profundamente Buenos Aires. La Niña de Oro es un policial que abreva en libros y películas del género; como ellos, cuenta la investigación de varios asesinatos (es muy raro que se mate solo una vez en los policiales).

Los personajes que llevan a cabo esa investigación (Silvia Rey, la secretaria de la fiscal; su padre; Carrucci, un policía; y algunos de los involucrados) caminan por varios barrios de la capital y hasta a viajan a La Rioja.

La descripción de los barrios porteños es lacónica, sí, pero exacta. A veces, Maurette la utiliza como símbolo: por ejemplo, se dice que el cementerio de la Chacarita tiene la misma forma que la capital completa, que es su sinécdoque. El comentario también describe a la novela entera: lo que se cuenta es un ejemplo más de la crueldad que ejercen los seres humanos sobre otros seres.

La Niña de Oro tiene una estructura circular. Vuelve una y otra vez a ciertas escenas: entre otras, unos chicos malabaristas que ve la protagonista desde el auto y que, al comienzo, son tres y al final dos. Los chicos desaparecen: esa es la verdad contra la que lucha Silvia (mientras otros funcionarios la aceptan y hasta la promueven).

También se nombra varias veces un juego que la secretaria conoció en la infancia y sigue practicando con su padre: descubrir casualidades que se repiten dos veces (la “duquesa”) o tres (la “tricota”) en unos pocos días. Esas recurrencias marcan el tempo de la historia y funcionan como una segunda voz en un coro.

La Niña de Oro es un libro ágil, emocionante y terrible, que gira alrededor de los muchos sentidos de la palabra “monstruo”. ¿Qué era el monstruo de Frankestein? ¿Victimario? ¿Víctima? La pregunta se aplica a gran parte de los personajes y a todas las profesiones. Los acusados de promover el horror (o proteger a quienes lo ejercen) son policías, funcionarios de la “justicia”, científicos y más. Pero también hay personas que se atreven a la lucha. Silvia es una.

Maurette cita con frecuencia películas y novelas estadounidenses policiales. Una de esas citas podría haber sido el epígrafe porque explica el recorrido de la protagonista: “No se trata de cuánto dura la contienda sino de lo que haces mientras estás en el cuadrilátero”, se dice en El cartero llama dos veces de James Cain.

Como sucede en esa obra clásica, el tono general de La niña de oro es el de la “novela negra”: una mirada dura del mundo, en el que, sin embargo, sigue habiendo seres humanos que pelean. En eso también, Maurette respeta la forma estadounidense del policial, en la que el detective, él solo, sostiene la bandera de la ética.

La niña de oro

Por Pablo Maurette

Anagrama

264 páginas, $ 27.500

 

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