Entre los pendientes de la paisajista Ernestina Anchorena estaba el diseñar un Museo. Así que, cuando la convocaron para MuseoCampo, no lo dudó. Este maravilloso predio de 35 hectáreas en Cañuelas (KM 95 de la Ruta Provincial 6) contaba con árboles europeos plantados hace 80 años y ella se propuso abrir diálogo con eso que ya estaba presente en la tierra. “El Museo es una semilla, un proceso en crecimiento”, relata. “Me interesa mucho el espacio público y también la idea de identidad”, agrega quien además buscó trabajar con los materiales propios del lugar, sus artesanos y artesanas.

Para este proyecto, Ernestina pensó dos paisajes. Un paisaje primordial, compuesto por líneas orgánicas visibles en el entorno: “Un terreno apenas ondulado, un arroyo que lo serpentea, hondonadas como lagunas y la inmensidad del cielo que va hasta el borde del horizonte, haciendo parecer la tierra chata y dando esa sensación de pampa infinita”. Y luego el paisaje cultural, consistente en “grillas de montes de eucaliptus a gran escala, alambrados octogonales que surcan la tierra plana, pueblos de casas bajas y formato de herencia española, con su plaza al medio y sus calles, también octogonales, plantadas con paraísos y caminos con pocas curvas que recorren los campos sembrados en un patrón de diferentes tonos y texturas”.

Existe una “costura”, como lo define su creadora, entre las dos situaciones. Para eso usó especies nativas de la costa del río como jacarandá, lapacho, ibirá pitá y acacia visco, por su porte más alto, para que convivan con las especies europeas ya existentes, y luego árboles nativos bonaerenses propios de la zona, como talas, espinillos, ombúes y molles.

Son dos ideas que trazan un rumbo. Así, “las nativas se utilizan en grandes masas, senderos y lugares con reparo, de forma que se ‘copia’ el paisaje original que, a medida que se acerca a la construcción, permite la aparición de variedades que tienen que ver con la memoria o el recuerdo”, explica Ernestina. Esto se ejemplifica con solados que desarman la arquitectura, bordes, sombras, madera, agua y todo lo que involucre la lectura sobre el terreno.

De este modo, un módulo es más amable en las inmediaciones de las construcciones, se vincula a las plantas que acompañaron a los inmigrantes y que hoy se observa en los jardines de esta zona del país. Es el caso de hortensias, hojas de salón, agapantos, lazos de amor y knifofias, entre otras, reinterpretadas en nuevas disposiciones, más orgánicas y sueltas. El segundo módulo son praderas de especies nativas, que dan contexto al parque escultórico, de bajo mantenimiento. “Se trata de nativas que crecen espontáneamente en el terreno, que luego fueron reproducidas en vivero especialmente para el proyecto, así como otras de la zona o naturalizadas, que pueden manifestarse juntas como una comunidad”, amplía la paisajista.

“En los viajes desde mi casa hasta el museo, reflexionaba sobre las comunidades de plantas que veía en la banquina, en cómo las latifoliadas iban rodeando grupos de gramíneas, y reparaba en cuáles aparecían con más fuerza”, cuenta Ernestina. “Fue así que junté semillas en esos trayectos de Campuloclinium macrocephalum, Solidago chilensis, Senecio flaccidus, Verbena rigens, Erianthus trinii, Cynara cardunculus, Deyeuxia viridiflavescens, Eustachys distichophylla, Schizachyrium condensatum, Paspalum quadrifarium, Stipa brachychaeta, entre otras. Algunas son naturalizadas, y la mayoría nativas”, agrega sobre su forma de trabajo.

Otro de sus hallazgos: “En el parque del museo y debido al sobre pastoreo ejercido durante años de ciervos Dama, encontré una stipa que no conocía en la zona y es la Stipa hyalina, que la utilicé con éxito en las praderas”.

Llenos y vacíos

Cubresuelos, arbustos y árboles trabajan junto a la arquitectura exterior, y también en torno a la cinta de hormigón rojo que bordea a todo el espacio, con praderas de cada lado que dejan aberturas para visitar las distintas obras. A esto se suman lugares para sentarse con bancos construidos con la poda de enormes eucaliptus. “La idea de espacios llenos y vacíos posibilita zonas de pasto corto, praderas que abrazan obras, montes de árboles”, relata Ernestina.

Eso sí: cada obra tiene sus requerimientos curatoriales. Por ejemplo, en la de Alexis Minkiewicz, un recorrido circular de cubresuelo abraza a la obra con una espalda de cactus, en un doble juego de dulzura y espinas. En la de Paredes, una mariposa es atraída por un mar de herbáceas. Así, a lo largo de 2km a cielo abierto, los visitantes se asombran con esculturas de artistas de la talla de Luis Felipe Noé, León Ferrari, Líbero Badii, Bastón Díaz, Carola Zech entre tantos otros, y el paisaje que los recibe.

El primer museo argentino de esculturas a cielo abierto

Ricardo Cadenas es el creador de la Fundación Tres Pinos, ONG nacida en 2006, que comenzó con la presentación de la obra “Don Quijote de la mancha” en escuelas del conurbano bonaerense. Además de concretar 16 concursos de arte y literatura, la Fundación tuvo su sala de exposición en el Centro Cultural Borges, donde también se instaló un taller de residentes. La fundación colabora con embajadas extranjeras y cuenta con editorial propia, gracias a la cual han editado libros de los más destacados artistas, como Julio Le Parc y Juan Doffo. En 2019 inauguró el Museo de Arte Contemporáneo (MArCo) y el Museo virtual de la Ilustración Gráfica (MIG), con más de 15 mil obras de exponentes del género. La fundación además produce y patrocina un programa de talleres y residencias para artistas.

Durante la pandemia, Cadenas se instaló en “Las Camelias”, establecimiento familiar que fue su base de operaciones. Médico cirujano y sanitarista, este hermoso enclave natural lo inspiraba y alejaba de la dura realidad. Fue así que, en un arranque creativo, tuvo la idea de un campo de esculturas. El resto fue conectarse con artistas y especialistas que lo ayudaron a dar vida a su sueño. Entre los artistas estuvo Luis Felipe “Yuyo” Noé, quien recorrió el terreno y le pidió un árbol que había sido quemado por un rayo, con el que luego elaboró una escultura con bronce, colores, mosaicos y vidrio derretido.

Además del paseo de las esculturas, MuseoCampo cuenta con un edificio de 1200 m² –techo de 8 m sostenido por columnas de demolición recuperadas del subterráneo– que aloja referentes del arte local y latinoamericano. El espacio es apto para personas con dificultades de movilidad y tiene estacionamiento propio. Hoy, la visión del museo es integrarse a la comunidad de Cañuelas que lo aloja, ejerciendo un mecenazgo activo a través de iniciativas y acciones que nutran artistas y les provean de espacios, herramientas y vínculos para su desarrollo a largo plazo.

Seminario Jardines Naturalistas

11 y 12 de abril de 9.30 a 18.30 en MuseoCampo, Cañuelas.Disertantes: Mariana Siqueira (Arquitecta y paisajista brasileña), Ernestina Anchorena (Paisajista especializada en el diseño de grandes espacios con manejo de pastizales y praderas), Blas Spina (Ingeniero agrónomo y fundador de Campo de Flores, en Córdoba), Germán Roitman (Ingeniero agrónomo especializado en plantas nativas y aves), Cristóbal Elgueta (Ingeniero forestal y creador del método Paisajismo ecosistémico; Chile).También habrá mesas redondas con destacados profesionales del país, y stands de productos relacionados al sector.

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Los cupos son limitados.

museocampo.org

 

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