De Delfina de Vedia a María Lorenza Barreneche, pasando por Regina Pacini, María Eva Duarte e Isabel Martínez, la muestra Las Damas Primeras. Primeras Damas argentinas 1862-1989 pone el foco en veinte mujeres que, al igual que sus maridos presidentes, también fueron protagonistas de distintos momentos de la historia nacional. Centrada en el período que abarca desde la unificación nacional con Bartolomé Mitre al final del primer gobierno democrático después del golpe de Estado de 1976, por decisión del equipo curatorial, no incluye a las esposas de los gobernantes de facto. Con fotografías, objetos personales, vajilla, libros e indumentaria, la exhibición está instalada en el primer sector del Museo Casa Rosada (ex del Bicentenario) y dialoga con la exposición permanente, dedicada a los hombres (y una sola mujer) que ocuparon el sillón de Rivadavia hasta la actualidad.

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“Es una forma válida de mostrar parte del patrimonio. Interesa porque en un museo se pueden hacer muestras y actividades, como las charlas organizadas alrededor de estas mujeres, con los recursos y los objetos propios -sin duda escasos por lo que se puede ver-. Este es un país de poca memoria en cuanto a la conservación de piezas y materiales históricos y, además, suele ser difícil que las familias y los herederos o quienes manejan los legados presten piezas de su propiedad”, dijo la historiadora María Sáenz Quesada, durante una recorrida exclusiva con LA NACION.

Integrante de la Academia Nacional de Historia y autora de La primera presidente y Mujeres, el largo camino, entre otros títulos, fue directora del mismo museo entre 1988 y 1989, desde “el final del gobierno radical y los primeros meses del gobierno de Carlos Menem, cuando todavía se llamaba Museo de la Casa de Gobierno”, cuenta. Aunque tuvo cambios de nombre, la institución ubicada en Paseo Colón al 100, detrás de la Casa Rosada, sigue dependiendo de la Secretaría General de Gobierno, hoy a cargo de Karina Milei.

“Las primeras damas de nuestro país constituyen figuras populares y al mismo tiempo complejas, ya que ejercen funciones de representación sin tener un rol definido en la organización del Estado. Sus actividades como esposas de los presidentes han variado a lo largo del tiempo y se encuentran asociadas tanto al rol de las mujeres en la sociedad, como a sus características personales. De acuerdo con la época y el avance de las luchas por los derechos femeninos, las primeras damas ejercieron distintos roles públicos, en simultáneo con su dedicación a la vida familiar y la organización del hogar. Así, algunas cónyuges ejercieron un mero acompañamiento protocolar, mientras que otras combinaron este con actividades benéficas en instituciones públicas y religiosas. Por último, algunas de estas mujeres utilizaron este rol como una plataforma para actuaciones políticas concretas, participando de campañas proselitistas de sus maridos y ocupando funciones de representación ante el mundo”, dice el texto de presentación de la muestra, que fue inaugurada para el último Día de la Mujer y seguirá en exhibición hasta fines de junio.

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“La primera dama representa el vínculo entre el mundo público y el privado y esta muestra refleja el lugar que ocuparon en cada época. En general, estas mujeres se caracterizaron por participar de la asistencia social y presidir la Sociedad de Beneficencia, creada en la época de Rivadavia, hasta la ruptura que se produce con Eva Duarte, que arma una fundación propia con su nombre y no participa de la anterior”, explica Sáenz Quesada durante la recorrida. La historiadora hizo preguntas a las guías y contó algunas anécdotas de las primeras damas.

Al pararse frente a la vitrina donde se exhibe una foto de María Luisa Iribarne y Roberto Marcelino Ortiz, Sáenz Quesada señala: “Esta es una de las buenas parejas presidenciales, muy armoniosa. Se llevaban muy bien; ella murió pocos meses antes que él”.

Al contrario de lo que reflejan las fotos de la época, en donde las esposas aparecen al lado o detrás de sus maridos, en un segundo plano, fueron varias las que tuvieron lo que hoy llamamos “alto perfil”. Según la historiadora, es el caso de Regina Pacini de Alvear, que sobresalió en su época: “Es una de las más originales porque rompe el molde de ‘primera dama’. No tenía un origen similar al de su marido. Era una cantante lírica, arte muy apreciado en la época, pero no para casarse. Marcelo Torcuato rompe los esquemas y se casa con ella. Y ella cumple con su rol de hacer beneficencia, pero le pone un toque especial, que es su interés por la cultura, por los artistas que están ya en la vejez y la pobreza con la creación de la Casa del Teatro. Esa fue su obra especial. Luego va a seguir siempre generosa, gastando dinero propio, como hacía Alvear, que ponía plata de su bolsillo cuando se excedían con los gastos para agasajar a algún invitado extranjero. Y así terminó pobre, como siempre pasa en esos casos”.

La esposa de Roque Sáenz Peña, Rosa Isidora González Delgado, que pertenecía a una familia muy rica de Mendoza, también tuvo un alto perfil social: “Hacían muchas recepciones en la Casa de Gobierno y reuniones en la estancia que tenían los Sáenz Peña en las afueras de Buenos Aires. También hacían festivales para chicos pobres. Siempre se la vio muy activa”, cuenta. Y agrega: “Si uno estudia la vida pública y privada de los presidentes es interesante ver el anclaje que representaba el matrimonio en esa época, cómo le daba al hombre una pátina de seriedad al constituir un hogar. En la biografía que escribí sobre Roque Sáenz Peña, leí una carta que él envía a un amigo cuando se pone de novio con Rosita y se compromete para casarse. Le dice: ‘me siento muy feliz, asegurado moralmente y quién sabe si no llego hasta ser un hombre útil”. Y eso que era bastante mujeriego, como muchos de nuestros presidentes, y que no iba a dejar de serlo”, revela entre risas.

Sáenz Quesada recuerda que se conservan varias cartas de presidentes que reflejan lo que sentían por sus esposas. En una, por ejemplo, Carlos Pellegrini confiesa lo enamorado que estaba de Carolina Lagos. “Fueron muy compañeros y no tuvieron hijos. Ella lo acompañaba en todos sus viajes y lo esperaba con cara severa cuando él volvía de sus salidas nocturnas”. Para la historiadora, esa documentación refleja “momentos de gran sinceridad”. “Como cuando Bartolomé Mitre escribió a su mujer Delfina de Vedia: ‘Hace treinta años que estamos casados y volvería a hacerlo; es lo mejor que hice’. Hay una interacción que hace que estas mujeres representaran algo muy sólido”.

Hay casos especiales como el de Domingo Faustino Sarmiento, que se separa antes de ser presidente y nadie cumple el rol de primera dama. “O el de Hipólito Yrigoyen, que había tenido varios hijos naturales, pero nunca había oficializado ninguna de sus relaciones. Fue su hija mayor quien cumplía roles sociales, algo que era considerado escandaloso por la oposición”.

El recorte temporal de esta muestra termina con la presidencia de Raúl Alfonsín porque en el decreto de creación del museo se establece un periodo de treinta años de “distancia” desde que finaliza el mandato para incluir presidentes. Pero si en algún momento se incluyera a Carlos Menem, además de su exesposa Zulema Yoma, debería aparecer su hija Zulemita, que ocupó el rol de primera dama desde el divorcio de sus padres.

El único objeto que no pertenece al acervo del museo es el vestido de fiesta utilizado por Silvia Martorell de Illia durante la recepción al sha de Persia y su esposa, Farah Diba, en 1965. Fue prestado por la familia del expresidente. En una vitrina hay una muñeca negra, entregada por la Fundación Eva Perón como regalo de Navidad en 1951. Acompañada de una foto que registra el momento, no hay otras referencias a Evita.

El caso de María Estela “Isabel” Martínez es curioso porque, de todas las primeras damas homenajeadas en la muestra, fue la única que fue también vicepresidenta primero y presidenta después. Es por eso que vuelve a aparecer en la muestra general, donde hay bandas presidenciales y bastones, trajes de etiqueta, sombreros, anteojos, afiches, fotos y hasta un mate.

También, el Cadillac negro que usó Juan Domingo Perón (parada obligada de la mayoría de los visitantes para sacar fotos) y una joya del museo al que asisten turistas de todas partes: el mural Ejercicio plástico, de David Alfaro Siqueiros, creado en 1933 con la colaboración de Lino Enea Spilimbergo, Antonio Berni y Juan Carlos Castagnino, junto al escenógrafo uruguayo Enrique Lázaro. Fue desmontado del sótano de la mansión de Natalio Botana y, luego, de un complicado proceso de armado y restauración, ahora se luce en un espacio propio que se puede recorrer con una guía.

Para agendar

Las Damas Primeras. Primeras damas 1862-1989: Museo Casa Rosada (Av. Paseo Colón 100). De miércoles a domingos de 11 a 18. Entrada gratuita.

Próximas charlas

10 de abril, a las 17: “Dolores Costa: Patrimonio Archivístico II. Una herencia legada al porvenir”, por Mabel Gradizuela y Alicia Delzart (online por el canal de YouTube del Museo).

17 de abril, a las 17: “Clara y Elisa Funes: lazos de familia, redes sociales y política”, por Sofía Ehrenhaus (presencial y online).

24 de abril, a las 17: “Primeras damas mexicanas”, por Sara Sefchovich (online).

8 de mayo, a las 17: “Regina Pacini: silencio de la historia”, por Ana María Cabrera (presencial y online)

 

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