Imagínate una legión romana avanzando por primera vez por las montañas de Asturias o Cantabria. Explora un terreno por el que nunca antes había caminado, lleno de peligros y poblaciones hostiles. Instala campamentos de madera, levanta tiendas de campaña y desempaqueta todo dos días más tarde. Para la arqueología, estos movimientos son como fantasmas en la línea del tiempo. Casi no dejan ningún registro en el suelo ni artefactos materiales. Pero ¿y si fuera posible documentar estos avances casi invisibles?

Durante los últimos 15 años, la aplicación de la tecnología LiDAR y la geofísica ha producido un sinfín de nuevos desarrollos. Castros prehistóricos olvidados, campamentos romanos temporales y asentamientos indígenas reaparecen en la Península Ibérica gracias a la posibilidad de mirar el suelo desde arriba y eliminar todas las piedras, árboles y obstáculos que impiden una visión consolidada.

En las montañas de Guatemala y México, LiDAR ha cambiado por completo el conocimiento. Reveló ciudades cuatro veces más amplias de lo que se pensaba anteriormente. Dejó al descubierto canales y caminos invadidos durante mucho tiempo por raíces. Documentó conexiones entre asentamientos mayas que nunca imaginamos.

Siempre será necesario acudir al campo, pala en mano, para confirmar estos hallazgos. Pero la arqueología, como te contamos en esta edición, no volverá a ser la misma.

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