Las grandes extensiones de sal forman sólidas montañas que adquieren un tinte rosado con la puesta del sol, y alrededor todo está muy quieto y silencioso. En este lugar funciona una de las fábricas que la procesan más importantes del país, pero no se visita.

Las Salinas del Bebedero son un escenario ideal para estar al atardecer. Es un desierto blanco próximo a la localidad de Balde, 45 km hacia el sudoeste de la ciudad de San Luis en dirección a Mendoza, por RN 146 pavimentada.

La sal se extrae de la capa madre, una especie de costra que se encuentra debajo de la laguna natural. Por efecto de las lluvias, esta capa se disuelve y forma una salmuera; luego, por efecto de los rayos solares, se acelera la evaporación y se produce la cristalización de este mineral, que es extraído por cosechadoras y que los camiones acopian en grandes parvas que, por largos meses, se dejan estacionar hasta que se sequen. Luego la sal pasa por lavaderos, secaderos y es envasada.

Las parvas son el escenario de las fotos de los turistas que no pueden acceder a la laguna por la actividad de la cosecha. No hay restricciones para caminar sobre el salar.

La sal, o cloruro de sodio, es una de las responsables de la salinidad de los océanos y del fluido extracelular de muchos organismos. Este mineral es uno de los más abundantes del planeta Tierra, un nutriente esencial para muchos ejemplares del reino animal, vegetal y, además, para los seres humanos.

Estas salinas cubren una superficie de 5 kilómetros de ancho x 15 de largo. La explotación se inició a principios del siglo XX, cuando la laguna del Bebedero acusaba una fuerte desecación.

Las salinas no tienen el mismo aspecto todo el año. En invierno están en su esplendor: luego de las altas temperaturas de verano, alcanzan a cubrir una superficie de 5 km de ancho y 15 km de largo. En verano, la diversión se centra en trepar los médanos de sal recortados en el cielo celeste.

 

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