Si aplicamos la lógica evolutiva basada en las teorías de Darwin, cualquier especie debería maximizar su período reproductivo si desea garantizar su supervivencia a largo plazo. Sin embargo, existen contados mamíferos, entre los que nos encontramos los humanos, en los que ese período fértil se para bruscamente debido a un proceso hormonal. Es lo que se conoce como menopausia, período fisiológico que experimentan las mujeres entre los 40 y 50 años de edad que se caracteriza por la desaparición del ciclo menstrual, y con él, el fin de la etapa fértil. ¿Por qué se produce ese cese repentino de la fertilidad, habida cuenta que todavía quedan años por vivir? ¿Qué otras especies comparten estas características? Un nuevo estudio publicado recientemente en la revista Nature apunta a que, al menos entre los odontocetos, una de las claves pudo ser la longevidad.

La menopausia no es un fenómeno exclusivamente humano. También la experimentan algunos mamíferos, entre los que se cuentan las orcas o los calderones tropicales, así como los chimpancés, una especie muy emparentada con nosotros de la que recientemente se descubrió que las hembras en estado salvaje también dejan de ser fértiles a una determinada edad. De todos ellos, los odontocetos se cuentan entre los que mayor interés despierta en la comunidad científica, pues son los únicos mamíferos en los que la menopausia ha evolucionado varias veces, lo que se traduce en una oportunidad única para estudiar la naturaleza de este fenómeno.

 

Hipótesis de la abuela

Entre las teorías más extendidas de por qué las hembras acortan el período reproductivo se encuentra la llamada ‘hipótesis de la abuela’, formulada en 1957 por el biólogo evolutivo George C Williams, quien se hizo la siguiente pregunta. ¿Es posible que sea una estrategia biológica que priorice la descendencia de la progenie por encima de la propia? Según esta hipótesis, las hembras que tienen la menopausia podrían estar renunciando a tener más descendencia para maximizar el esfuerzo que han tenido que realizar para criar a su prole. En otras palabras, priorizarían ser abuelas para garantizar una mayor descendencia, habida cuenta de que si tienen crías edades quizás estas no puedan sobrevivir sin el cuidado de la madre. Si esto sucede, todo ese esfuerzo reproductivo habría sido en balde, pues no habría cumplido su fin: replicar sus genes y transferirlos a la siguiente generación. En este sentido, Williams dedujo que las hembras de mayor edad podrían estar contribuyendo de manera más efectiva a transmitir sus genes a generaciones posteriores, y no a la suya propia. Esto es, priorizando el cuidado de los nietos sobre la posibilidad de tener más hijos.

La hipótesis de la abuela ha sido muy discutida en la comunidad científica, pues no deja de ser una formulación algo antropocéntrica que, eso sí, cuenta con respaldo empírico en nuestra especie. Como es lógico, aquellas sociedades en las que abundan las mujeres de edad avanzada no reproductivas, la tasa de supervivencia de los nietos ha aumentado significativamente. Pero, ¿sucede lo mismo con las ballenas?

 

Relación entre la menopausia y la esperanza de vida

Eso mismo es lo que quería comprobar un equipo de investigación liderado por Samuel Ellis, experto en conducta animal de la Universidad de Exeter. Los científicos querían comprobar si, igual que se ha teorizado sobre los humanos, la menopausia tenía algún tipo de relación con el aumento de la esperanza de vida de las ballenas.

Las hembras que tienen la menopausia pueden vivir hasta 40 años más.

Cruzando modelos de datos, descubrieron que la menopausia no solo contribuyó significativamente a alargar la esperanza de vida de los odontocetos, sino que también mejoró los patrones de supervivencia de la especie gracias a la ayuda intergeneracional. Esto es, las hembras más mayores contribuían a la crianza de los ‘nietos’, y ello les repercutía positivamente en su esperanza de vida. En concreto, dedujeron que las cinco especies de este tipo de cetáceos que desarrollaron la menopausia podían vivir hasta 40 años más.

Así, los datos sugieren que la menopausia de las ballenas no apareció como consecuencia de una reducción de los años reproductivos debido a unas mutaciones genéticas, sino más bien al contrario: la selección natural pudo favorecer unas mutaciones que alargaban la vida de estos odontocetos una vez se detuvo el ciclo reproductivo. ¿Qué ventaja evolutiva les confirieron estos nuevos hábitos reproductivos? La reducción de conflicto. Como las hembras de más edad no dan a luz al mismo tiempo que sus crías, minimizan las disputas, y con ello, maximizan la posibilidad de supervivencia a largo plazo, que, al fin y al cabo, es lo que cuenta desde el punto de vista de la supervivencia de la especie.

¿Cómo es posible que animales tan distintos como los odontocetos y los humanos, cuyo último antepasado común se remonta a hace unos 90 millones de años, llegaran a tener una respuesta evolutiva tan parecida? Según las conclusiones del estudio, puede responder a un caso de convergencia evolutiva. “Al igual que en los humanos, la menopausia en estos cetáceos dentados evolucionó por selección natural para aumentar la esperanza de vida total sin alargar también su vida reproductiva”, sentencian los investigadores. Un rasgo evolutivo que no solo compartimos con estos mamíferos marinos, sino también con los chimpancés. Un estudio reciente descubrió que las hembras que dejaban de ser fértiles en torno a los 50 años aumentaban su esperanza de vida. ¿Casualidad?

 

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