La aceleración inflacionaria golpeó al bolsillo de los argentinos y también a los números de algunos sectores de la economía. Entre ellos, se destaca el de los combustibles, que estuvieron entre los rubros de mayores ajustes de precios, en un escenario heredado de atrasos y brechas con países de la región.

Entre recomposición de márgenes, suba del dólar y actualización de impuestos, los valores de los surtidores saltaron más del 170%, aunque la caída del poder adquisitivo y el freno de la economía tuvieron como consecuencia una baja en las ventas.

Los números oficiales muestran que en el primer bimestre del año el mercado de las naftas se contrajo un 5,2%. Son cifras de la Secretaría de Energía, a partir de los datos de ventas proporcionados por las empresas vendedoras de combustibles, que muestran una tendencia declinante a partir de febrero.

De acuerdo con estos números, enero había concluido con un alza interanual en las ventas de nafta del 6,1%, pero luego la tendencia se invirtió en febrero. Según las estadísticas oficiales, la venta interanual el mes pasado cayó un 4,1%.

“Tenemos un cambio de precios relativos, y un encarecimiento fuerte del precio de los combustibles, tanto por vía impositiva como por la suba de los valores de venta de las petroleras. Y es más que lógico que caiga el consumo”, explica el economista Gabriel Caamaño, de Consultora Ledesma, en referencia a los cambios sectoriales y el impacto de la devaluación.

Tras el triunfo electoral de Javier Milei, los combustibles comenzaron un sendero alcista que se profundizó tras el cambio de gobierno y la devaluación, que llevó el tipo de cambio oficial por encima de los $800. El 25 de noviembre se aplicó un aumento del 15%, y otro del 24% el 8 de diciembre.

Luego, acumularon un 86% de aumento desde que asumió Javier Milei, aplicados en tres ajustes sucesivos del 38%, el 27% y el 6,5% en promedio.

Este movimiento se vinculó, por un lado, con una decisión de las compañías de recomponer márgenes y ajustar sus números a partir de la suba del tipo de cambio y el valor del barril del petróleo. En este punto, hubo otro cambio en la gestión oficial, que dejó de presionar y pisar los valores del crudo en el mercado interno, durante años con un valor inferior al de exportación.

A su vez, el Gobierno también avanzó con la actualización de los impuestos al combustible líquido y al dióxido de carbono, que habían quedado desactualizados. Si bien por ley deben tener un ajuste trimestral según el movimiento de la inflación, llevaba 10 trimestres congelado, en un intento de la gestión anterior por evitar presionar sobre la inflación, aun a costa de perder recaudación.

De esta manera, los combustibles acumulan en desde la segunda vuelta presidencial una suba promedio en el precio de venta del 172%.

Esa dinámica comercial, en un contexto de caída del poder adquisitivo, también generó un movimiento en la demanda, con mayores caídas en los combustibles premium y las firmas con precios más altos. Así lo muestran los números oficiales, que dan cuenta que en el primer bimestre del año Shell (Raizen) y Axion tuvieron bajas del 15,2% y 12,5%, respectivamente, mientras que YPF subió levemente sus ventas (2,4%).

“En diciembre, la caída no se notó tanto, en parte por efecto de bonos, aguinaldo y fin de año. Y en enero y febrero, Shell y Axion tuvieron mayores bajas, que migraron a YPF por ser el combustible más barato”, explica a LA NACION un empresario del sector que gestiona estaciones de diferente bandera, quien también ratifica que los combustibles premium tuvieron “bajas más pronunciadas”, por la migración hacia opciones más baratas.

Sin datos cerrados, desde el sector de las estaciones de servicio también advierten que en lo que va de marzo se acentuó la caída en las ventas, con desplomes superiores al 20%. “A diferencia de los meses anteriores, la mayor caída se da en los combustibles diésel, un indicador de que se está frenando la actividad económica”, indica un empresario.

Números como la caída del 21,7% en la actividad industrial pyme, según los datos que proporcionó CAME, la baja del 3,9% del consumo masivo en el período (Scentia), o el 54,6% del uso promedio de la capacidad de industria en enero (Indec), dan cuenta de un freno en la economía.

“Tenés una caída en el nivel de actividad, y eso es menos transporte de carga, con lo cual hace también que se consuma menos gasoil. Para compensar, vas a tener una mejor cosecha este año, que implica más labores agrícolas y más fletes”, apunta Caamaño.

“Eso va a ayudar en el segundo trimestre, que ya no está tan lejos, y va a dar vuelta los números de 2023, que fue una muy mala cosecha por la sequía. De hecho, el consumo de diésel es bastante estacional y tiene un pico en el segundo trimestre, que es cuando siempre suele haber faltantes”, agrega el economista.

La devaluación y el ajuste de precios internos también tuvo otro efecto llamativo, al interior del mercado. Según explican desde una de las grandes petroleras del país, la caída en las ventas de nafta en las estaciones de frontera fue de hasta el 25%, muy superior al promedio del país, en una dinámica que refleja la distorsión de precios y el desfasaje de la Argentina frente a sus vecinos.

Antes de este proceso, en un contexto de brecha cambiaria superior al 100% y atraso en los precios de los surtidores, era habitual ver estaciones de servicio en Entre Ríos, Corrientes, Misiones o Mendoza con largas filas de autos con patente extranjera. Ese escenario se revirtió con devaluación, suba en los surtidores y compresión de la brecha a menos del 20%.

“Esto muestra que el precio que teníamos estaba completamente desfasado con respecto a otros países limítrofes”, explican desde una de las firmas del sector, sobre un contexto que se volvió menos atractivo para los extranjeros. Hoy, en promedio, un litro de nafta súper cuesta en la Argentina US$1,29, más caro que en Brasil (US$1,14) y Paraguay (US$0,91) y con una menor brecha con Uruguay (US$1,99), según los datos de Global Petrol Prices.

 

Facebook Comments