El negocio narco era y es fabuloso. Sólo una célula de Los Monos, en apenas un sábado, recaudó 6000 dólares. Tres días después, 9600 dólares. Y otros tres días después, 7900 dólares. Un total de 23.500 dólares en apenas 72 horas. Promediado, casi 55.000 dólares por semana, alrededor de 235.000 dólares por mes, más de 2,8 millones de dólares al año. Y eso, sólo una célula de un clan criminal, dentro de un negocio solapado que en Rosario se estima que supera los 100 millones de dólares anuales y del que se beneficia una larga lista de policías, fiscales, jueces y empresarios.

Los números reflejan a cuánto ascenderían las ventas de una célula criminal en 2022, anotadas en un cuaderno que los fiscales encontraron durante un allanamiento en el noroeste de Rosario. Pero los números y la operatoria delictiva siguen vigentes. ¿Quién era el dueño del cuaderno? Un policía retirado que trabajaba para los narcos. ¿Dónde secuestraron el cuaderno? En un centro de operaciones de Los Monos, donde se rendía cuentas a los jefes.

Las anotaciones aportaron otro dato inquietante a los investigadores del Ministerio Público de la Acusación (MPA) santafesino. Reflejaron que las detenciones no impactan en el negocio de Los Monos. Los nombres rotaban en el cuaderno, pero la recaudación continuó. Sólo un “transa”, en apenas un día de agosto de ese año, recaudó 1800 dólares.

Las cifras van en línea con las que baraja la Justicia desde hace años. También en 2022, el camarista federal Aníbal Pineda estimó que el narcotráfico movía en Rosario unos $30 millones diarios, lo que equivalía a unos 230.000 dólares, al tipo de cambio entonces vigente. Cerca de 84 millones de dólares al año. Y el Programa de Violencia Urbana y Seguridad Ciudadana de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) ya había estimado una cifra similar en 2019, aunque la extendió a toda la provincia de Santa Fe. Calculó que el mercado de estupefacientes provincial rondaba los 111,5 millones de dólares al año.

Esas cifras resultan, no obstante, incompletas, coinciden los expertos consultados por LA NACION. A la recaudación por cocaína y marihuana hay que sumar el creciente mercado de las drogas sintéticas –entre ellas, éxtasis, anfetaminas y fentanilo- y otras ofertas menores, como el paco, al punto que algunas estimaciones elevan el volumen del mercado narco a entre 10 y 20 millones de dólares mensuales, según qué variables tomen.

“Está la cocaína y la marihuana, pero el verdadero negocio, hoy, son las drogas sintéticas”, remarcó el exsubsecretario de Lucha contra el Narcotráfico Nicolás Dapena. “Las sintéticas pueden producirse en el mismo lugar donde se venden, sin necesidad de traslado en camiones o contenedores, lo que dificulta su detección y, por tanto, las proyecciones sobre el negocio”, añadió. “Cambió muchísimo el esquema de producción y comercialización”.

A eso se suman las particularidades urbanísticas de la ciudad. “En Rosario, hay dos grandes sistemas de venta de drogas”, trazó Marcelo Saín. “El primero es el de los búnkeres, que están enclavados en los viejos barrios obreros, dentro de la ciudad, cerca de las avenidas, por lo que el comprador no tiene que alejarse del casco urbano”, detalló quien fue ministro de Seguridad santafesino entre fines de 2018 y principios de 2021. “El segundo sistema de venta, es el de ‘delivery’, que funciona más de noche y los fines de semana, que es un sistema de distribución dentro de los bulevares y para consumo ‘recreativo’, que también mueve fortunas”.

No toda la recaudación termina, sin embargo, en manos de Los Monos, del clan Alvarado o de otras bandas porque el costo de las operaciones criminales es elevado. “Transas”, “soldados”, sicarios y cuadros medios, policías, fiscales, jueces, financistas y cueveros cobran comisiones por sus servicios en la venta, encubrimiento, protección o lavado de sus operaciones, como reflejan ya múltiples investigaciones judiciales que terminaron en condenas penales.

“Estaba la gorra también ahí, de todos los colores… Ahí es un arreglo que se paga por semana, bueno, una monedita”, le confió Marcos “Pato” Mac Caddon al jefe de Los Monos, el “Guille” Cantero, en mensajes por WhatsApp. Por “gorra”, vale aclarar, aludía a efectivos de distintas fuerzas de seguridad: policías santafesina y federal, Gendarmería y Prefectura. Y le informó algo más: “Me junté en San Lorenzo por el tema de los cereales con la gorra y los políticos”.

A esos comisionistas se suman los delincuentes “de cuello blanco”. Es decir, los encargados de lavar las ganancias del narco, un rubro que integran escribanos, dueños de inmobiliarias y concesionarias de autos, directivos de constructoras y de puertos, productores agropecuarios, financistas de la City rosarina y varios rubros más, como los taxis. Los hermanos Carey son un ejemplo. Gustavo Shanahan, otro. También Yalil Azum.

“El Turco”, por ejemplo, se ilusionó con un futuro de grandeza. “A la par de su crecimiento económico, Azum presentó un ascenso social, obteniendo contactos de distintos estamentos del Estado (Poder Judicial, Ejecutivo, personal policial, etcétera), y comenzó a relacionarse con sectores de la política a los fines de poder evadir los inconvenientes que conllevan su actividad ilícita”, detallaron los fiscales al acusarlo. Así, en las llamadas con su mujer que interceptó la Justicia, Azum relató la frase que le habría dicho un juez federal: “Vos lo que necesites en Rosario, en la Justicia, me avisás”.

Pero los clanes rosarinos están lejos, aclaró Saín, de contar con la sofisticación organizacional de Ángel “Mameluco” Villalba, que en el Conurbano bonaerense llegó a lavar cerca de $22 millones diarios, según cálculos de la jueza federal de San Martín, Alicia Vence, en diciembre pasado. O de ser narcoterroristas a la altura del crimen organizado internacional, precisó el abogado y profesor de Criminología en la UNR, Enrique Font. “Estamos hablando de bandas que muestran una notable plasticidad, que se fragmentan y que pueden volver a unirse y desarmarse, pero que están lejos de poder ser calificadas como ‘organizaciones criminales’; en muchos casos son clanes de familias extendidas”, remarcó a LA NACION.

El negocio del narco en Rosario se acota, además, a lo que ocurre dentro de la ciudad, en paralelo a las operaciones de los puertos aledaños o lo que transita por la hidrovía. “El suministro de Rosario es mayormente terrestre”, precisó Font, en momentos en que un kilo de cocaína puede valer en Rosario entre 6000 y 9000 dólares, según su grado de pureza, mientras que en Europa puede oscilar entre los 30.000 y 60.000 euros. Para Font, es hasta una cuestión lógica: “¿Por qué alguien habría de descargar y vender algo en Rosario por 6000 dólares cuando podría continuar embarcado y venderlo por 30.000 en Roterdam?”.

 

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