Baradero. -“¿Vino Fátima?”, pregunta sin esperar respuesta Walas, de Massacre; “Todo acto de amor en este momento es revolucionario”, sostiene Néstor Ramljak, de Nonpalidece. A lo largo de su historia, el rock argentino ha dado pruebas sobradas de su compromiso social. En una instancia compleja del país era de esperar que los discursos y pronunciamientos se sumaran con el correr de las horas en un festival cien por ciento argentino -y de rock, en la amplitud cultural del término-. Sin embargo, tanto en la jornada del viernes como la del sábado de Rock en Baradero, el encuentro producido por Gonna Go que este año cumplió diez ediciones, primó otro abordaje, otra manera de conectar con la gente. Y claro que tan válida como cualquier otra.

En medio de la Semana Santa y del llamado feriado XXL, el festival que nació como alternativa de Cosquín Rock celebró su década de vida con la fórmula clásica de nombre fuertes, de esos que “cortan tickets”, bandas en claro ascenso y emergentes que, muy probablemente, la gente descubra al toparse con ellos en vivo.

Nuevamente con el Auditorio Municipal como locación, más de 15.000 fanáticos se dieron cita desde distintos puntos de la provincia de Buenos Aires (más Rosario, sin lugar a dudas, ubicada a menos de dos horas de aquí) para ver a Las Pelotas, Los Auténticos Decadentes, Rata Blanca, Kapanga, Fabi Cantilo, Los Pericos y un largo etcétera, más la banda que, a esta altura, tiene acceso total para sumarse a cualquier tipo de festival: Los Palmeras.

En una grilla poblada por bandas de veinte, treinta y más años aun de experiencia, los clásicos se alternaron de un escenario a otro con la velocidad que transcurrieron los shows. Porque uno de los grandes aciertos es que aquí los shows son más cortos, entre 40 y 50 minutos, según la franja horaria y de 20 minutos para las bandas más emergentes. Los dos escenarios principales están muy cerca entre sí y se suceden desde las tres de la tarde y hasta las dos de la madrugada, o más. En cuanto al tercer escenario, denominado Nuevo Día y con el protagonismo excluyente de las bandas nuevas o de propuestas menos mainstream, sólo hay que caminar unos metros para llegar hasta allí. Se accede transitando una zona en la que convive un patio de comidas con propuestas gastronómicas foodies, juegos de las marcas anunciantes y espacios de graffittis, afiches y uno mjuy especial para homenajear a Ricardo Iorio, el exlíder de Almafuerte, Hermética y V8.

Clásicos que sabemos todos

¿Qué tienen en común La Renga y Vilma Palma? Es evidente que prácticamente nada, salvo el hecho de haber nacido en el mismo país. Sin embargo, en su plan solista con banda, Piti Fernández (líder de Las Pastillas del Abuelo) se las ingenió para unirlos en su set. Portó un sombrero de cowboy que estaba a tono con su propuesta: canciones en clave western apoyadas en covers como la “Balada del diablo y la muerte”, de La Renga y… “La pachanga”, de Vilma Palma e Vampiros. ¡Cómo les gusta la joda!”, exclamó Piti al detectar el buen recibimiento que tenía el tema para colarse como intro y epílogo de ese gran inoxidable de las Pastillas que es “El sensei”.

“Qué difícil salir después de Los Pericos, los hermanos mayores”, dijo Néstor Ramljak de Nonpalidece, quien tuvo que poner su arte y algo más para mantener el clima que habían generado no sólo los clásicos de la banda liderada por Juanchi Baleirón, sino también los que un rato antes habían entregado tanto Massacre como Estelares. Se sabe, el grupo que capitanea Walas alcanzó la popularidad después de décadas de cargar el mote de banda de culto, pero cuando le llegó el turno de la masividad se las ingenió para mantenerse fiel a sus orígenes. “Plan B anhelo de satisfacción” abrió la faena y lo que siguió fue un viaje espeso, psicodélico y bien apoyado en clásicos como “Sofía, la súper vedette” y “La reina de Marte”.

La tríada Pericos-Los Auténticos Decadentes-Turf resultaba imbatible a golpe de ojo, ni bien uno consultaba la grilla del festival. Y así fue. Tras el gran show de Los Pericos y el set de Nonpalidece, Los Decadentes impusieron el clima de fiesta ni bien pisaron el escenario. “Cómo me voy a olvidar”, “El gran señor”, “los piratas”, “La guitarra” y los covers de “Costumbres argentinas”, de Los Abuelos de la Nada y “Los viejos vinagres”, de Sumo, coronaron una performance bien festivalera. El buen momento de Turf, con un Joaquín Levinton en estadio de gracia, jugando con el público y lanzándose a él y el cierre cumbieron de Los Palmeras coronaron la primera jornada.

La gran bestia pop

“Tengo tanto amor que no tengo miedo”, canta Dante Spinetta de camisa blanca y pantalón marrón claro, rodeado por su banda “púrpura”. El homenaje a Prince no solo se evidenció en el look de sus músicos sino también en todo el set del ex Illya Kuryaki and the Valderramas, basado en el material de su último disco, Mesa dulce.

Si con los Kuryaki era un show el que sus dos miembros podían dar, ahora con sus nuevas etapas solistas son dos. Una vez que el hijo del Flaco terminó su participación, en el otro escenario principal salió al ruedo Emmanuel Horvilleur. Las de ellos son dos propuestas muy sensuales, pero con las armas musicales de cada uno: el funk y el R&B en el caso de Spinetta, la balada pop cuando de Horvilleur se trata.

La tarde de solistas de la jornada del sábado concluiría con una de las mejores performances de todo el festival: la de Fabiana Cantilo. “Bancate ese defecto” abrió su set como no podía ser de otra manera, con una referencia inequívoca a Charly, uno de los dos hombres del rock argentino que más a fuego marcaron su vida y su carrera (¿Hace falta decir quién es el otro?). Luego, el show se convirtió en la síntesis perfecta de su trayectoria, con referencias a Los Twist (”Cleopatra”), a sus clásicos en solitario (“Mary Poppins y el deshollinador”, “Mi enfermedad”) y las versiones exquisitas de “Seguir viviendo sin tu amor”, del Flaco Spinetta y “La gran bestia pop”, de Los Redondos.

La cuota stone estuvo más que cubierta con Guasones, Las Pelotas encontró un buen balance entre los temas de sus últimos tres discos y canciones históricas como “Hawaii” y “Capitán América” y el metal tuvo, antes de Rata Blanca, otra referencia tan clásica como religiosa para las huestes criollas del género: La H no murió, el proyecto que repasa las canciones de Hermética y que lideran Claudio O’Connor y el Tano Romano. Sobre el final del set de Rata, su líder, Walter Giardino, tomó el micrófono para agradecerle al público, para tirarle un “palito” a los productores que sólo contratan bandas del exterior y para exponer un deseo: “llegué para el último tema de mis amigos de La H… me gustaría que saliéramos de gira con ellos y si no hay ningún productor interesado lo organizamos nosotros”, excalmó el virtuoso guitarrista.

De emociones viven los festivales de rock, además de clásicos que se transmiten de generación en generación. Y Baradero tenía una reservada para el final: el regreso de Maikel, Miguel de Luna Campos, quien en octubre había anunciado que se alejaba por un tiempo del grupo. “A seguir peleándola. Cómo pedías vos, que no te soltemos. No te soltamos, Maikel”, dijo Martín “Mono” Fabio en medio del show.

 

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