Rosalía Soledad Paniagua, la empleada doméstica que pasó de testigo a sospechosa y el sábado pasado fue detenida acusada del homicidio de Eduardo Wolfenson Band, el ingeniero estrangulado en su casa del country La Delfina, en Pilar, rompió el silencio y se ubicó en la escena del crimen, pero afirmó no ser la asesina. Sostuvo que a la víctima la mató un hombre de nombre Félix y que, según creía, sería vecino del barrio privado. Además, afirmó que ella fue víctima del homicida, que la golpeó y le dio los objetos robados para que no contara nada y que ella, hasta hoy, no había dicho nada por miedo.

Así lo pudo reconstruir LA NACION de calificadas fuentes judiciales. La ampliación de la declaración indagatoria de la sospechosa ante el fiscal de Pilar, Germán Camafreita, funcionario a cargo de la investigación, tuvo una duración de casi seis horas.

Para los investigadores del crimen fue valioso que la sospechosa se ubicara en la escena del crimen. “Se puso en el lugar del crimen y confirmó que el homicidio fue el 22 de febrero pasado”, explicaron fuentes con acceso al expediente.

Las palabras de Paniagua, según pudo saber LA NACION, para desvincularse del homicidio perderían fuerza ante la prueba científica y tecnológica incorporada en el expediente.

Paniagua sostuvo que ese jueves 22 de febrero fue golpeada por el asesino y que perdió el conocimiento. Recordó que cuando despertó, estaba atada de pies y de manos y con una cinta en la boca en la planta baja, entre el lavadero y la cocina.

“Paniagua sostuvo que, por el golpe, sangró. Pero los peritos que trabajaron en la escena del crimen confirmaron que no se levantaron rastros de manchas hemáticas donde la sospechosa dijo haber estado atada de pies y manos”, dijo una de las fuentes consultadas.

La empleada doméstica también afirmó que cuando recuperó el conocimiento, el homicida le lavó la cara y le espetó: “Paraguaya de mierda. ¿Cuánto querés? Llevate el teléfono celular, el candelabro [por la menorá, uno de los principales símbolos del judaismo], el parlante y los auriculares”.

Sostuvo que no habló antes por miedo y que en la estación de trenes de Derqui, donde quedó filmada por una cámara de seguridad, rompió el chip y después se descartó del teléfono celular de la víctima.

“Cuando Paniagua sostuvo que el móvil de la víctima lo arrojó en el andén de la estación de Derqui, se volvieron a mirar una y otra vez las imágenes de las cámaras de seguridad y no se observa la situación que ella describió. No se la ve arrojar el teléfono”, sostuvo un investigador.

Como informó LA NACION, la clave que orientó la investigación hacia Paniagua fue el trabajo hecho por la Unidad Fiscal Especializada en Investigaciones de Ciberdelito (Ufeic) conducida por el fiscal Alejandro Musso y creada por el fiscal general de San Isidro, John Broyad, que a partir de un análisis tecnológico determinó que el teléfono celular de la víctima se activó a las 14.22 del 22 de febrero pasado.

“Las antenas determinaron que el teléfono celular de la víctima, que todavía no apareció, se activó en la zona de la estación de Derqui. En ese mismo lugar fue captado el móvil de la sospechosa. Una filmación de las cámaras de seguridad de la estación de trenes registró a la empleada doméstica sentada en un banco del andén y se puede observar cómo manipula dos teléfonos celulares”, había explicado el fin de semana a LA NACION una calificada fuente del caso.

Los investigadores sospechan, a partir de esa filmación, que cuando ese jueves 22 de febrero Paniagua llegó a la estación Derqui intentó vender el teléfono celular de la víctima. Eso también quedó grabado en una de las cámaras de la estación.

Besos y pedido de silencio

Paniagua afirmó que cuando el jueves 22 de febrero pasado llegó a la casa del lote 498 del country La Delfina se encontró a un hombre de 1,80 de altura que vestía una chomba negra y que le dijo que iba a tener que hacer todo lo que le pedía.

“La sospechosa dijo que se puso a limpiar y que el visitante se fue al estudio de Wolfenson Band con el ingeniero, que en un momento los vio besarse y que a ella le dio vergüenza. Dijo recordar que en algún momento escuchó al dueño de casa gritar ´No Félix, no Félix´ y que a las 13, Wolfenson Band le pagó, le pidió que no contara lo que había visto y, además, le dijo que no hacía falta que volviera más”, explicó una fuente judicial.

Después Paniagua, según su declaración, se fue a cambiar y cuando terminó fue golpeada por Félix, al que definió como un vecino.

Reconoció que vendió la menorá en una chatarrera de San Martín que fue ubicado por los detectives de la Subdelegación Departamental de Investigaciones (SubDDi) de Pilar de la policía bonaerense.

“Los compradores de la menorá reconocieron que se lo habían comprado a una mujer, pero aclararon que lo habían revendido a una fundidora”, afirmaron las fuentes consultadas.

Tras su declaración, Paniagua continuará detenida.

 

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