Hasta el 9 de abril, mientras quienes estamos de este lado del mundo seguimos con nuestras cosas –o, en todo caso, nos preparamos para celebrar la Pascua–, los musulmanes viven su mes sagrado. Tiempo de Ramadán: ayuno e introspección. También luminarias deslumbrantes como las que se ven en Singapur o Dubai, o las pequeñas linternas llamadas “fanous”. Como en toda celebración colectiva, el retiro espiritual se entrelaza con la fiesta. Tras el ayuno, vendrá la mesa tendida: dulces, delicias, especias y sabores largamente preparados; familias más grandes o más chicas, cada quien con su vida a cuestas, dispuestos –como en tantas otras celebraciones– a hacer de la fe un espacio de encuentro. Y de eso se tratan los vermicelli que aquí se están preparando: fideos tradicionales, ingrediente favorito de los platos que acompañarán a buena parte de la humanidad todo este mes.

 

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