El primer gran desafío que tuvo que superar Gabriel Busso fue un trastorno en el habla que no le permitía expresarse. Esta situación le generaba frustración. Se sentía incapaz, insuficiente. Además, lo perseguía una sensación de autorechazo y odio por no tener la capacidad de hablar como el resto de las personas.

Durante mucho tiempo asistió a diferentes fonoaudiólogos que, si bien lo ayudaron, no solucionaron el problema. “Me afectaba bastante porque me costaba mucho hablar en frente de todos sin tartamudear. Me ponía muy nervioso. Y recibí muchas burlas de mis compañeros. Era como un bloqueo mental que, a veces, hasta no podía ni decir mi propio nombre, expresa Gabriel.

Le costaba mucho la escuela

Gabriel cuenta que por miedo a que los compañeros y los docentes se dieran cuenta de su tartamudez, le resultaba muy complejo exponerse en público. “Hasta los 12 años fui a un colegio alemán, y recuerdo que una maestra un día me hizo decir una frase en voz alta. Intenté repetirla lo mejor posible, pero ella pensó que me estaba haciendo el gracioso, y me burló en frente de toda la clase. Fue muy doloroso porque mi intención fue decir la frase de forma correcta pero no me salió”.

Por aquellos días, Gabriel se sentía muy inseguro con todo lo referido a leer en voz alta. Y no veía la hora de escapar de toda situación que lo pusiera en riesgo. Le daba mucha vergüenza y miedo.

“¿Por qué soy diferente a los demás?”

Su segunda gran adversidad fue la alergia a la proteína de la leche de vaca. “Los recuerdos que tengo son de mucho sufrimiento por el sarpullido que me salía por todo el cuerpo. Me daba mucha vergüenza ir al colegio con la piel así, además de que era súper incómodo y molesto. Me picaba el cuerpo y de noche, cuando dormía, me rascaba y me levantaba con los brazos ensangrentados porque me había rascado el sarpullido mientras dormía”, grafica.

Básicamente, cuenta, no podía comer casi nada fuera de su casa ya que casi todo tenía lácteos. Si salía a comer con amigos o iba a un cumpleaños, por ejemplo, en ningún lugar había alimentos sin lácteos. Tanto las pastas, salsas, pizzas, helado, torta y galletitas le agregan leche, manteca o crema y cuando era chico no sabía qué podía tener leche y qué no.

“Me sentía muy mal y me preguntaba todo el tiempo ´¿por qué soy diferente a los demás?´ ‘¿Por qué no puedo comer lo que todos comen´? Me sentía insuficiente e incapaz y quería convencerme de que podía comer todo como todos los demás. Es muy feo para un chico ir al quiosco con un amigo a disfrutar de un alfajor o una galletita y no poder comerlo”, se lamenta.

La mamá y una mirada naturista

“Tuve la suerte de que mi mamá empezó a estudiar medicina luego de tener siete hijos, y se especializó en medicina naturista. Ella fue la que me dijo que el problema era la leche. Porque para ese entonces (año 2003) era casi imposible que un médico cuestionara la leche vacuna. Ningún médico tradicional me dijo que era la leche. Pero me di cuenta al sacar este alimento de mi dieta como cambió mi vida por completo”.

Con el tiempo, cuando Gabriel comenzó a estudiar y entendió que en lo que se enfocaba podía expandirse, se dio cuenta que se estaba enfocando desde la perspectiva de una víctima. “Al ver eso me puse a pensar en qué le podía ver de positivo a esta alergia. Ahí fue cuando entendí, en primer lugar, el impacto que tienen los alimentos sobre nuestro cuerpo. En segundo lugar, me di cuenta de que gracias a esa alergia me vi motivado en poder desarrollar un emprendimiento que es una solución para la sociedad, para los que no quieren o no pueden consumir lácteos. Es decir, cambiando el punto de vista, lo que era mi mayor desventaja lo pude convertir en mi mayor ventaja”, comenta Gabriel.

De pasarla muy mal a ser emprendedor

En 2016, durante sus estudios secundarios, investigando, Busso se dio cuenta que no había una oferta amplia para sustituir la leche de vaca. Con este contexto decidió desarrollar leches vegetales. “Como ya quería emprender me propuse hacer dos años en uno en la facultad. Lo terminé consiguiendo e hice mi tesis sobre el mercado de la leche de vegetales. Y en 2017, con un amigo que me dio una mano en la parte de la producción empecé con Vívet”, resume Gabriel.

La empresa, con una inversión inicial de 20 mil dólares, comenzó a pulmón, con dos personas que hacían todo. Con el tiempo, experimentó una “gran expansión” al establecer una eficiente logística y evolucionar hacia Vívet Market, una tienda online con más de 1.500 productos de más de 150 marcas, abarcando puntos saludables en todo el país.

Gabriel cuenta que aprendió muchísimo conocimiento sobre el comportamiento humano y cuáles son las leyes que controlan la realidad que vivimos. “Comprendí que todo tiene una causa y una consecuencia. Que si nosotros cambiamos, la vida cambia”.

En una charla TED x San Isidro dijo que la mente es como un jardín, haciendo una analogía para entender que cada creencia que tenemos en nuestra vida al principio es como una planta en un jardín. “Comienza siendo una semilla bajo la tierra, pero con el tiempo al dedicarle nuestra atención, emoción y repetirla una y otra vez, esa creencia comienza a fortalecerse y crecer como una planta, y se va reforzando, generando una sinapsis (conexión entre dos neuronas) más fuerte. A tal punto que vemos la realidad bajo las creencias más fuertes que tenemos arraigadas en nuestra mente”.

¿En qué momento dejó de verse como una víctima?

Durante el Primer Año de la universidad sufrió bastante y se siguió sintiendo inferior que el resto en cuanto a la oratoria. No así, aclara, en su capacidad cognitiva donde siempre se sintió muy fuerte. “Pero ya el Segundo Año de cursada se despertó en mí la curiosidad por entender ´¿por qué a algunas personas les iba bien en la vida y a otras no´? ´¿Por qué algunos eran felices y otros no´? ´¿Qué hacían estas personas exitosas que los demás no?´. Y me volví un adicto a la lectura. A tal punto que leía un libro por semana. Ahí aprendí que ´todo es mente´, que tu realidad la creas en tu mente en base a tus creencias. Y estos conocimientos comencé a probarlos en la facultad. Y me volví un alumno exitoso a tal punto que terminé cursando dos años en uno porque me convencí de que podía hacerlo”.

Fue en ese momento que, dice, entendió que la historia que nos contamos de nosotros mismos es una historia que podemos cambiar en cualquier momento. Que si cambiamos las preguntas que nos hacemos, todo cambia. De hecho, comenzó a preguntarse el para qué en vez del por qué. “Entonces, todo mi pasado y mis adversidades se convirtieron en mi mayor fortaleza en vez de en mi mayor desventaja”.

¿Cómo cambió tu vida a partir de ese hallazgo?

Fue una transformación muy profunda. Cuando comencé a leer tantos libros y descubrir tanto conocimiento que no nos enseñan en la escuela, decidí cambiar al 100%. Dejé de juntarme con mis amigos, dejé de salir a bailar, dejé de hacer absolutamente todo lo que venía haciendo. Pasé varios años concentrado solo en mi bienestar y desarrollo personal. Las personas que frecuentaba se sorprendieron porque hice un cambio drástico en mi vida.

¿En qué persona te fuiste transformado?

Me fui transformando en la persona que soy hoy. Un ser apasionado por lo que hace, por descubrir y experimentar la vida, por aprender sobre el ser humano y su comportamiento. Me encanta el deporte, la actividad, las personas. Como también disfruto mucho de la soledad, el silencio, de estar en la naturaleza. Creo que la vida es el mayor regalo.

Además, Gabriel escribió el libro ser la mejor versión que busca explicar cómo, siguiendo algunos pasos, podemos empoderarnos exponencialmente en las distintas áreas de la vida.

 

Facebook Comments