Una amenaza anual que conocen muy bien quienes tienen mascota es la de la oruga del pino o procesionaria (Thaumetopoea pityocampa), un insecto que se desplaza en largas filas indias y que se puede ver típicamente entre marzo y junio, aunque si el buen tiempo llega antes puede adelantar su aparición.

Las procesionarias representan un peligro para las personas, pero especialmente para las mascotas, cuya curiosidad a menudo les lleva a acercarse a ellas con consecuencias que pueden ser fatales. De hecho, ni siquiera hace falta tocarlas para sufrir su ataque. Te explicamos por qué la procesionaria es tan peligrosa, cómo evitarla en la medida de lo posible y qué podemos hacer en caso de tener una emergencia.

Pequeña pero matona

Las procesionarias hacen su nido principalmente en los pinos, motivo por el cual es muy abundante en los países del litoral mediterráneo. Su nombre se debe a que, en su fase de orugas, se desplazan por el suelo en largas filas indias, formando una especie de procesión. Suelen verse atravesando los caminos de los bosques entre marzo y junio, aunque como sucede este año, su aparición puede adelantarse a febrero si el calor llega pronto.

Su principal amenaza son los alrededor de 500.000 pelos urticantes que recubren el cuerpo de cada oruga y que le sirven como defensa: cuando se sienten amenazadas los expulsan al aire como si fuesen dardos, por lo que si siquiera hace falta tocarlas directamente. Estos pelos (denominados tricomas) contienen una toxina llamada thaumatopina, que puede provocar una amplia gama de reacciones anafilácticas desde escozor hasta la muerte.

Sus toxinas afectan tanto a las personas como a otras especies, pero representan un peligro especialmente grave para las mascotas que, llevadas por la curiosidad, pueden jugar con ellas e incluso tragárselas, con riesgo de muerte. Por ese motivo, hay que prestar mucha atención si vivimos o nos movemos por lugares con presencia de pinos, no adentrarnos en zonas cubiertas por la hierba y no sentarnos debajo de estos árboles.

Las orugas disparan sus tricomas cuando se sienten amenazadas, así que incluso nuestra presencia puede asustarlas. Además, debido a su tamaño minúsculo estos pelos se quedan flotando en el aire y, en días de viento, pueden llegar a nuestra piel, ojos y lengua desde una cierta distancia.

Qué hacer en caso de contacto con la procesionaria

Las consecuencias de entrar en contacto con la procesionaria pueden variar de gravedad, desde una irritación hasta reacciones anafilácticas muy graves. Las personas con mayor riesgo se sufrir un cuadro grave son las que sufren problemas respiratorios o cardíacos, que deberían acudir de inmediato a urgencias.

Lo más importante es que no rasquemos ni frotemos la piel, ya que eso solo extendería el área afectada. Para aliviar temporalmente la irritación podemos echar agua sobre la piel, pero sin frotar, y hay que buscar asistencia médica lo antes posible. Hay que evitar llevarse las manos a los ojos, a la boca o a la nariz. Si es posible podemos tratar de extraer los pelos de la oruga con unas pinzas, pero nunca con las manos desnudas y ni siquiera con guantes.

El escenario más grave se da si nuestra mascota se ha tragado una oruga, ya que la toxina puede provocar necrosis (muerte celular) en la lengua y la garganta. Podemos detectar algunas señales de alerta, como la inflamación del hocico, una salivación excesiva o que empiece a rascarse frenéticamente. En estos casos el animal corre el riesgo de morir en un plazo muy corto, de entre una y dos horas, por lo que hay que llevarlo al veterinario de inmediato y, durante el viaje, aliviarle el picor con agua para evitar que se rasque y empeore la situación.

Hay maneras de prevenir el riesgo para nuestras mascotas, en particular los perros, que son los que están más expuestos durante los paseos. Evitemos pasear por áreas con pinos y, si debemos hacerlo, protejamos sus pies con botas para perros; llevémoslos con correas cortas en zonas boscosas y que solo olisqueen bajo nuestra supervisión. Si vemos orugas no las apartemos ni pisemos, ya que esto provocará que expulsen los tricomas al aire.

Si las mascotas tienen acceso a un espacio abierto como patio o terraza, vigilemos que no haya ramas sobre estos espacios; y si tenemos pinos en nuestro jardín, revisemos que no haya nidos de orugas en ellos (reconocibles por los filamentos en su exterior). Y sobre todo, no hay que intentar eliminar los nidos por cuenta propia, ya que puede ser peligroso y hay empresas especializadas en esta labor.

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