¿Por qué las noches son tan oscuras si hay un número infinito de estrellas? Quizás, en algún momento de tu vida te has cuestionado ese hecho. De la misma forma, en el año 1823, un oftalmólogo retirado y dedicado a la astronomía, llamado Heinrich Olbers, se hizo esa misma pregunta desde el segundo piso de su casa, reconvertido en un observatorio amateur. Sin embargo, no fue el primero en hacerlo.

A principios del siglo XVII, el astrónomo Johannes Kepler utilizó esa misma cuestión para afirmar que el Universo era infinito y un siglo después el astrónomo Edmund Halley le puso una “solución temporal”, asumiendo que el cielo no brilla uniformemente durante la noche porque las estrellas no estaban distribuidas de forma igualitaria.

LA PARADOJA DE OLBERS

Sin embargo, la ambigüedad de esa respuesta no fue suficiente para calmar las ansias de conocimiento y, en el primer tercio del siglo XIX, Heinrich Olbers volvió a poner sobre la mesa el dilema. Según él, si el Universo es infinito y carece de un principio y de un final, debe contener también un número infinito de estrellas luminosas distribuidas de forma uniforme.

Siguiendo este razonamiento, y aplicando las expresiones correspondientes a intensidad de luz y luminosidad, afirmaba que cada punto del cielo debería ser tan brillante como la superficie de una estrella. Es decir, cada línea visual que partía de la Tierra debería encontrar por su camino una estrella. Ahora bien, sus cálculos eran inconcluyentes con lo que veían sus ojos: el cielo contenía regiones negras sin ningún brillo.

Perplejo por el resultado, Olbers planteó una solución para explicar qué era lo que podía estar ocurriendo. Así, supuso que la única razón por la que el cielo era oscuro era que, en realidad, tenía que existir algo en el espacio bloqueando la luz que provenía de las estrellas. Aunque a día de hoy esta teoría parezca una locura, durante los cien años que siguieron a la paradoja, nadie discutió la afirmación de Olbers. No obstante, tiempo después, se empezaron a presentar diversas soluciones que acallaban por fin la problemática sin aparente explicación “razonable”.

TEORÍA DE LA RELATIVIDAD

Una de ellas fue la mismísima Teoría General de la Relatividad, la cual engloba dos puntos clave que abordan de una manera científica esta paradoja. En primer lugar, si se considera que el Universo tuvo un principio, el Big Bang, entonces solo llega hasta nosotros la luz de un número limitado de estrellas. Así, la paradoja parece resolverse directamente: la luz tiene una velocidad finita y, como el Universo tiene una edad de 13.800 millones de años, solo percibimos estrellas ubicadas a menos de esa distancia, es decir, una región finita.

Por otro lado, si el Universo está en expansión y las estrellas se alejan de nosotros, su luz se desplazacorriéndose hacia el rojo. Justo este efecto provoca una disminución de la intensidad de luz, lo que provocaría que no nos llegase completamente su luz y, en efecto, no tuviéramos acceso a esa infinitud de estrellas que tanto anticipaba Olbers.

SOLUCIÓN DE MANDELBROT

Por su parte, el astrónomo Benoit Mandelbrot propuso una forma muy diferente de resolver el problema, obviando por completo la teoría de la relatividad. Así, este científico demostró que la luminosidad puede ser finita y que pueden existir zonas negras en el cielo nocturno, siempre y cuando se asuma la distribución de las galaxias como una estructura fractal, es decir, que la forma en la que aparecen las galaxias se repita según el mismo patrón una y otra vez a diferentes escalas.

Con esta hipótesis, Mandelbrot supuso que el conjunto que formaban todas las galaxias juntas era, por lo tanto, fractal, isótropo y homogéneo en todas las direcciones del espacio. Esta se trata de una hipótesis que ha sido considerada como base en muchos estudios posteriores de la estructura de las galaxias, arrojando resultados que sí parecen coincidir con las observaciones más experimentales y los datos empíricos.

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