En las botellas, en las bolsas del supermercado e incluso en el envoltorio de frutas que naturalmente ya cuentan con su propio revestimiento de protección. El plástico ha colonizado todos los rincones de nuestra vida cotidiana, y con ello, se ha demostrado ampliamente que está presente hasta en los lugares más inhóspitos de la Tierra, como la Fosa de las Marianas o los círculos polares, en sus distintas versiones: desde las anillas que agrupan las latas hasta pélets que viajan a través de las corrientes marinas

El hecho de que este material pueda dividirse infinitamente en fracciones más y más pequeñas hace que su dispersión sea más sencilla, y su detección, más compleja. Así, ya en 2019 se publicó el estudio Human Consumption of Microplastics, el cual revelaba la asombrosa cantidad de microplásticos que ingerimos cada año.

Ahora, una nueva investigación va más allá y se centra en uno de las formas más habituales de consumo de plástico: las botellas de agua. De acuerdo con el análisis, realizado por investigadores de la Universidad de Columbia y publicado en la revista PNAS, los envases de 1 litro contienen entre 110.000 y 370.000 de fragmentos de plástico detectables que pueden viajar a través de la sangre y llegar hasta los órganos.

Una técnica para detectar nanoplásticos

España es el cuarto país de la Unión Europea en uso de plástico, solo superado por Francia, Italia y Alemania, según el último informe de Plastic Europe. Y con respecto al agua embotellada, se estima que en el país se consumen unos 10 millones de envases diarios, un dato que pone sobre la mesa la importancia de abordar la problemática que provoca este material en sus múltiples dimensiones.

Así, el equipo de investigadores, liderado por el doctor en el departamento de química Naixin Qian, desarrolló una técnica llamada microscopía de distorsión estimulada Raman, no solo para detectar nanoplásticos -que tienen un tamaño de hasta una milmillonésima de metro- en el agua embotellada, sino también para determinar de qué tipo son y en qué cantidades se presentan. 

Los resultados de la aplicación de dicha técnica han desvelado mucha más información de la que había anteriormente sobre los plásticos que ingerimos a través de las botellas de agua: ahora, gracias al análisis, se sabe que uno de los componentes más presentes es el tereftalato de polietileno (PET), lo cual resulta poco sorprendente ya que de eso están hechas muchas botellas de agua. Además, los expertos apuntan que el desprendimiento de estas partículas podría darse al calentarse el envase, estrujarse o destaparse.

Sin embargo, lo realmente destacable es que este material está superado en abundancia por la poliamida, un tipo de nailon que, según indicó en el comunicado oficial uno de los coautores del estudio, Beizhan Yan, proviene de los filtros de plástico utilizados para -irónicamente- purificar el agua antes de embotellarla. 

Y para más énfasis, los investigadores descubrieron que los siete tipos de plástico que analizaron representaban solo alrededor del 10% de todas las nanopartículas que encontraron en las muestras: el resto permanecen en el umbral de lo desconocido.

PLÁSTICO QUE PUEDE INFILTRARSE EN EL CUERPO

«No es el tamaño lo que importa. Son los números, porque cuanto más pequeñas son las cosas, más fácilmente pueden entrar en nosotros», apunta el coautor y químico Wei Min. Con esto, al consumir agua embotellada, ingerimos millones de nanoplásticos que pueden infiltrarse en los tejidos humanos, trasportarse por la sangre y llegar al cerebro, al corazón o a la placenta de las embarazadas.

¿Qué implicaciones tiene este hallazgo? Todavía es pronto para determinar los efectos negativos que puede tener en los órganos humanos, pero los investigadores consideran de gran importancia estudiar la relación entre la exposición a largo plazo a estos materiales y el posible desarrollo de enfermedades: una cuestión de salud ambiental en la que, tal y como señalan en el comunicado, ya están trabajando.

De igual forma, teniendo en cuenta que el consumo de agua se da a través de múltiples vías más allá de las botellas de plástico, el equipo de científicos centrará su próxima investigación en el agua de los grifos, que también se ha demostrado que contiene microplásticos. Así, este estudio y los que vienen tratarán de diseñar nuevos métodos para detectar todas estas partículas y trazar un plan para frenar la posible amenaza que pueden suponer: «La idea es que cuanto más pequeñas sean las cosas, más hay», concluye Quian en el comunicado.

Facebook Comments