En ocasiones, proteger una especie requiere actuar con contundencia contra otra. El control de poblaciones es una de las medidas más efectivas para combatir la proliferación de especies invasoras, pero cuando se trata de vertebrados, algunas medidas llevadas a cabo por las autoridades conservacionistas no están exentas de polémica.

¿Hasta qué punto es adecuado organizar una cacería contra unas aves con el fin de salvar a otras? El dilema ha vuelto a arreciar recientemente a raíz de una nueva medida llevada a cabo por el Servicio de Pesca y Vida Salvaje de Estados Unidos, la máxima autoridad medioambiental del país, que ahora propone acabar con cientos de miles de ejemplares de cárabo norteamericano (Strix varia) para controlar las poblaciones de otra ave rapaz de la misma familia, el cárabo californiano (Strix occidentalis), una especie que habita en los bosques del extremo oriental del país y que actualmente se encuentra amenazada en estado salvaje. 

Competencia entre aves

El cárabo californiano, también llamado búho manchado o mochuelo brahmán, es un ave rapaz que antaño se extendía por todo el oeste de América del Norte, aunque sus poblaciones se han reducido sustancialmente durante los últimos años. Tal es su declive que ha sido clasificado como ‘especie amenazada’ y recibe una especial protección por la Ley de Especies en Peligro de Extinción de Estados Unidos. 

Resulta que estas aves solo habitan en bosques primarios, por lo que son extremadamente sensibles a cualquier alteración del hábitat que se produzca. Sin embargo, su mayor amenaza no es otra que uno de sus congéneres: el cárabo californiano, una especie de mayor tamaño con la que compite directamente por los recursos y que ocupa su mismo nicho ecológico. 

«La culpa no es del cárabo norteamericano, es nuestra por traerlos aquí», afirma Robin Brown, bióloga del Servicio de Pesca y Vida Salvaje de Estados Unidos y directora de la estrategia de la agencia para esta ave rapaz. «El futuro de la especie es claramente la extinción si no hacemos nada». Y hay razones para llegar a esta conclusión. Por ejemplo, un estudio publicado en el año 2021 en la revista especializada Biological Conservation, las poblaciones de estas aves han disminuido entre un 50 y un 75% desde el año 1995.

«La culpa no es del cárabo norteamericano, es nuestra por traerlos aquí”, Robin Brown, bióloga del Servicio de Pesca y Vida Salvaje de Estados Unidos.

Por ello, el Servicio de Pesca y Vida Salvaje de Estados Unidos ha decidido que la mejor manera de proteger a la rapaz más débil es actuar contra la más fuerte. Así, ha planeado una estrategia de choque dirigida a erradicar las poblaciones invasoras a través de una cacería generalizada, según la cual pretende acabar con más de 47.000 ejemplares a través de una acción que, según un comunicado publicado por la misma agencia, “es estrictamente necesaria para salvaguardar la supervivencia de esta especie”. 

Para una persona inexperta, la diferencia entre el cárabo norteamericano y el cárabo californiano puede parecer mínima, pero desde el punto de vista biológico presentan diferencias significativas. El primero es más grande, se reproduce más rápido, es más agresivo y menos exigente con su dieta y área de distribución. El segundo está mucho más sujeto a un hábitat cada vez más fragmentado y es más sensible a la pérdida de biodiversidad. 

Se calcula que sus poblaciones han decrecido en torno a un 7% anual en el límite septentrional de su área de distribución (entre el norte del Estado de Washington y el sur de la Columbia Británica), donde se estima que existen menos de 30 parejas reproductoras.

La última propuesta del Departamento de Vida Salvaje de Estados Unidos es la última acción de una serie de esfuerzos para salvar a esta especie que vienen implementándose desde hace 3 décadas, cuando su declive convirtió en una punta de lanza de las autoridades conservacionistas en las campañas contra la tala de árboles.

Una medida habitual, aunque no exenta de polémica

La caza indiscriminada de cárabos norteamericanos ha arreciado cierta polémica entre ciertos colectivos conservacionistas estadounidenses que consideran esta medida sumamente desproporcionada. Sin embargo, habría que recordar que esta iniciativa ya levantó ampollas en 2012, cuando fue propuesta por primera vez.

Tampoco es la primera vez que se lleva a cabo una iniciativa tan drástica para salvar una especie amenazada. En 2018, las autoridades estadounidenses dieron luz verde al sacrificio de leones marinos para salvar a los salmones del río Columbia.

En España también existen numerosos planes conservacionistas que se basan en la caza de ejemplares de una especie para salvaguardar a otra. Es el caso del visón americano (Mustela vison), un mustélido de pequeño tamaño oriundo de América del Norte que desde hace aproximadamente un siglo se ha esparcido sin control en Europa a partir de sueltas intencionadas de origen ilegal para alimentar la demanda de la industria peletera.

Es una especie muy adaptable que cuenta con una alta capacidad de dispersión natural, con lo que representa una seria amenaza para muchas especies autóctonas, entre las que se encuentra su primo hermano: el visón europeo, al que desplaza, o incluso puede depredar. Por ello, la estrategia de gestión y control de poblaciones lanzada por el Ministerio para la Transición Ecológica implica de manera directa la ‘eliminación y control de las poblaciones asilvestradas’

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