Si echamos la mirada hacia atrás, allá por la década de los 80 del siglo pasado, podríamos decir que el VIH ya no es lo que era; lo cual es una muy buena noticia. No solo porque los estigmas sociales ligados a la enfermedad han ido disipándose, sino también porque la investigación ha logrado avanzar hasta conseguir, sobre todo en los países occidentales, cifras prometedoras.

Tal y como recuerda ONUSIDA en el Día Mundial de la Lucha contra el Sida, el VIH sigue siendo uno de los mayores desafíos globales, con alrededor de 39 millones de personas que lo padecen en el mundo -según los últimos datos de esta misma entidad-. Sin embargo, hoy existe un tratamiento con casi un 100% de eficacia que permite a los pacientes vivir como si no tuvieran la enfermedad.

Los antirretrovirales, que comenzaron a desarrollarse con éxito a partir de 1987, han salvado millones de vidas, aunque no han evitado que los pacientes sufran un proceso de envejecimiento prematuro. Ahora, sin embargo, un nuevo estudio del Hospital del Mar Research Institute (Barcelona) ha identificado un biomarcador que muestra que este padecimiento está causado por la misma infección de VIH, independientemente del tratamiento empleado para detenerla. 

el VIH causa envejecimiento prematuro

El Virus de Inmunodeficiencia Humana produce una inflamación crónica que conduce al envejecimiento prematuro de las personas que lo padecen; un proceso que se manifiesta a través de la aparición de desórdenes neurocognitivos, afectaciones a la salud cardiovascular y enfermedades que afectan al hígado y a los huesos. 

Si bien los tratamientos antirretrovirales han disminuido la tasa global de mortalidad de la enfermedad -en un 55% entre las mujeres y las niñas y en un 47% entre los hombres y los niños desde 2010 hasta 2022, según los últimos datos de ONUSIDA-, esta inflamación crónica persiste en los pacientes y conduce a comorbilidades.

La reciente investigación, que ha sido publicada en el Journal of Microbiology, Inmunology and Infection, ha identificado que las alteraciones en los niveles de las moléculas de microARN en la sangre de las personas infectadas pueden contribuir a esta respuesta inflamatoria y que, al mismo tiempo, no surgen a partir del tratamiento antirretroviral. 

La tasa global de mortalidad por VIH ha disminuido en un 55% entre las mujeres y niñas y en un 47% entre los hombres y niños desde 2010.

Para demostrarlo, los científicos recolectaron suero de pacientes y realizaron controles al inicio y después de 48 semanas de tratamiento antirretroviral. A partir de las muestras, detectaron que una molécula en concreto presentaba niveles mucho más elevados de lo habitual: miR-21-5p, que está vinculada tanto a la inflamación como con al estrés oxidativo. 

Además, el estudio comparó los niveles de este marcador con un grupo de personas sanas y otro de pacientes ‘Elite’, un grupo minoritario de personas infectadas por VIH que controlan espontáneamente la infección. Y con esto pudo saberse que incluso los Elite presentaban el miR-21-5p alterado, lo que sugiere que también se encuentran en un estado inflamatorio crónico a pesar de controlar la infección.

«Estas personas, independientemente de si se les administra tratamiento con antirretrovirales o de si controlan por ellos mismos la infección, continúan con un estado inflamatorio crónico que les provoca un envejecimiento prematuro«, ha confirmado la Dra. Ribagorçana Garcia-Giralt, investigadora del Grupo de Investigación Musculoesquelética del Hospital del Mar Research Institute, en el comunicado oficial.

La huella persistente del vih

Por el momento, los tratamientos antirretrovirales son incapaces de revertir el envejecimiento prematuro en las personas que padecen VIH. «El virus deja una huella persistente en las personas que viven con él», apunta el Dr. Robert Güerri, jefe de sección del Servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital del Mar. 

Sin embargo, monitorizar la evolución de este biomarcador puede ser una herramienta útil para valorar el éxito de los tratamientos en estas personas, y es que un retorno de sus niveles a la normalidad indicaría la normalización de su sistema inmunitario y de la inflamación que provoca su activación ante la infección.

Con esto, la investigación marca una nueva meta en la lucha contra el VIH y el sida, la etapa más avanzada de la enfermedad, que no solo pasa por aumentar la esperanza de vida de las personas que lo padecen hasta igualarla con la de personas sanas, sino también por mejorar su calidad de vida

Facebook Comments