El óryx blanco (Oryx dammah) y el saiga (Saiga tatarica) comparten buenas noticias, y es que ambos antílopes han mejorado sustancialmente su estatus de conservación desde la última revisión de especies en peligro elaborada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Se trata de dos casos distintos: el primero, la reintroducción de una especie en parte de su área de distribución original. El segundo: la lucha contra la caza furtiva y la implementación de programas educativos destinados a la concienciación de la población. En ambos casos, el resultado es parecido: una mejora significativa del estatus de estas especies.

Escala de cuatro peldaños en la lista de conservación

El óryx blanco ha protagonizado un auténtico salto en la lista de peligro de la entidad conservacionista: en concreto, ha escalado cuatro posiciones, pasando de ser considerado como “extinto en la vida salvaje” a “en peligro’. La clave, los esfuerzos conservacionistas que han permitido reintroducir con éxito la especie en el Chad, parte de su área de distribución histórica.

El área de distribución de este antílope africano se extendía antaño por toda la región del Sahel. Sin embargo, la caza furtiva y las sequías extremas los llevaron al límite, hasta provocar su desaparición en estado salvaje en la década de 1990. En los últimos años, la presión cinegética ha vuelto a aumentar, pero en la otra cara de la balanza empiezan a verse los frutos de un proyecto de conservación internacional a largo plazo llevado a cabo en esta región centroafricana.

Este óryx se trata del cuarto gran mamífero reintroducido con éxito en la naturaleza en los últimos 100 años, algo que ha valido a estos animales a recuperar gran parte de las poblaciones salvajes del pasado. En concreto, se calcula que actualmente al menos 140 individuos maduros viven en libertad en la Reserva Faunística Ouadi Rimé-Ouadi Achim de Chad, donde hasta 2021 se calcula que han nacido hasta 331 terneros. El pleno apoyo de las autoridades nacionales y las comunidades locales ha jugado un papel esencial en el éxito del proyecto, aunque a largo plazo la supervivencia de la especie sigue dependiendo del control de la caza furtiva y continúa amenazada por las consecuencias del cambio climático en la región.

Este antílope es reconocible por su máscara facial de color blanco y negro o pardo. Mide alrededor de 1,7  metros de largo y 1,2 metros. Es la única especie de óryx en la que los cuernos se curvan hacia atrás. Se alimentan de pastos anuales, hierbas, raíces jugosas, brotes y, cuando escasea el agua, frutas y verduras. Como la mayoría de los habitantes de ambientes áridos, deben adaptarse a terrenos con muy bajas precipitaciones, algo que intentarán compensar con grandes migraciones en busca de nuevos pastos. Aunque suelen permanecer en pequeños grupos de unos 40 ejemplares, cuando la comida escasea y se concentra pueden formar manadas de más de cien ejemplares.

Un animal adaptado a climas muy áridos

La aridez de su hábitat ha llevado a esta especie a adaptarse para sobrevivir. Por ejemplo, en condiciones de estrés hídrico, pueden elevar su temperatura corporal hasta 46,6 ºC sin dejar que su metabolismo deje de funcionar. Así, necesita evaporar menos agua a través de la sudoración para termorregular su temperatura corporal, algo muy útil para sobrevivir largos períodos sin agua. En épocas de abundancia, los óryx también pueden usar la pérdida de fluidos a través de la micción y las heces para bajar su temperatura corporal por debajo de 36 ºC por la noche, lo que les permite disponer de más tiempo antes de alcanzar la temperatura corporal máxima al día siguiente. Además, cuenta con una red de vasos sanguíneos muy finos que transportan la sangre desde el corazón hasta el cerebro. Al pasar por el conducto nasal, permiten enfriar la temperatura sanguínea antes de bombearla al cerebro, uno de los órganos más sensibles al calor corporal.

Saiga: de ‘en peligro crítico’ a ‘casi amenazado’

El antílope saiga (Saiga tatarica) es un ungulado de tamaño mediano de la que vive en rebaños en estepas desarboladas. El rasgo más característico es su gran cabeza con una enorme nariz móvil que le cuelga sobre la boca, similar la parte anterior de la trompa de un elefante. Sus poblaciones se extendían antaño desde Polonia hasta Mongolia occidental, pero se ha visto muy reducido por la caza y la destrucción de su hábitat, con lo que sus poblaciones se reducen hoy a localidades del sudoeste de Rusia, Kazajstán y Mongolia. Hasta 1990, estos antílopes fueron gestionados con éxito por las autoridades conservacionistas de la Unión Soviética. Sin embargo, la desintegración de la URSS dejó a estos animales expuestos a la caza furtiva, su principal amenaza. En 2002 se lo catalogó dentro de la categoría ‘en peligro crítico’, pero la última revisión de la UICN lo ha reclasificado como ‘casi amenazado’. El motivo: la población en Kazajstán, hogar del 98% de todos los saigas, aumentó en un 1.100% entre 2015 y 2022, hasta alcanzar los 1,3 millones de ejemplares en mayo de 2022. La adopción de amplias medidas contra la caza furtiva, la capacitación de funcionarios de aduanas para detectar casos de furtivismo y el desarrollo de sendos programas educativos destinados a concienciar a la población han dado sus frutos. 

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