En los días soleados, donde el cielo está casi por completo teñido de azul y las únicas nubes que manchan el cielo son altas y de muy poca anchura, es posible que, de repente, las comiences a ver cubiertas por un arcoíris de colores de tono pastel muy peculiares. Si alguna vez te has encontrado con esta situación y sabes de lo que te estoy hablando, deberás saber que se conocen como nubes iridiscentes y que son el resultado de un efecto óptico muy curioso que tiene como protagonistas las partículas de agua que se encuentran sostenidas en las nubes, junto a los rayos solares que inciden sobre ella. ¿Te suenan esos componentes? En efecto, es el mismo tipo de efecto que puede verse en la formación de los arcoíris.

LA MAGIA DE LA DIFRACCIÓN

Para que aparezca un fenómeno como el que te describimos, el de las nubes iridiscentes, deben darse una serie de tres condiciones obligatorias para la aparición de este efecto. En primer lugar, las partículas de agua que formen las nubes deben ser muy pequeñas, siendo posible medirlas en la escala micrométrica. Además, los tamaños de esas mismas gotas deben ser muy similares entre ellos, o al menos en las diferentes capas que forman las nubes. Finalmente, las nubes deben ser muy tenues y poco densas para que la formación de esos colores pastel sea posible.

Todos ellos permiten que aparezca un fenómeno de desviación y división de la luz conocido como difracción y que se da como resultado de la propiedad ondulatoria de la luz. Y es que, en verdad, cada rayo de luz que procede del Sol es la combinación de todos los colores unidos, cada uno de ellos moviéndose con una longitud de onda diferente. Ahora bien, esa propiedad hace que, al cambiar de un medio a otro, la velocidad a la que se mueve cada uno de esos colores sea diferente, de forma que se desviarán de forma diferente en función de la longitud de onda que tengan.

De esta forma, cuando los rayos de luz que se desplazan por el aire inciden, por ejemplo, en un medio diferente, como puede ser el agua, estos cambian la velocidad de movimiento y sufren una pequeña desviación en su dirección de movimiento. Ahora bien, los rayos que tengan longitudes de onda mayores (rojo y naranja) se desviarán menos que los que tienen menores longitudes de onda (malva y azul) por lo que, al salir del agua, la luz presentará unas condiciones muy diferentes a las que tenía en el momento de la entrada: en vez de tener todos los colores condensados en uno solo, estarán separados en un gran abanico de tonalidades.

LAS NUBES IRIDISCENTES

Si ahora extrapolamos esa misma situación a la de unas nubes muy finas y apenas densas, junto a unos rayos de sol incidentes, el resultado que obtenemos es, justamente, el de las nubes iridiscentes. La luz incide sobre las gotas y partículas de agua que forman las nubes en suspensión, difractándose así, y abandonando las gotas de agua en forma de una gran gama de colores visible sobre las nubes.

En concreto, la iridiscencia de colores más pastel y poco brillantes y como bandas de diferentes colores es algo más difícil de conseguir, por lo que deben ocurrir una serie de condiciones especiales. Y es que, cuando una nube se evapora, normalmente lo hacen más rápido las gotas que se encuentran en los bordes que aquellos que forman parte del interior, por lo cual, en una nube que se encuentra en pleno proceso de evaporación, las gotas se organizan de forma que son las más pequeñas las más cercanas a los bordes.

De esta forma, si el Sol brilla y la luz atraviesa una capa de nubes con gotas que cambian muy poco de tamaño y que se mantienen constantes a lo largo de toda la nube, estas se difractarán en forma de anillos o arcos de colores algo distorsionados (de forma similar a un arcoíris). Sin embargo, cuando los tamaños de las gotas varían mucho, la difracción en cada una de las regiones será diferente se podrá ver un amplio número de patrones diferentes – entre ellos las dobles difracciones, en las que se pierde energía y, por lo tanto, los colores finales son mucho menos brillantes – resultando en bandas de colores pastel en tonalidades rosas, naranjas, verdes o azules. ¡Un auténtico abanico de matices!

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