Aunque llevemos miles de años conviviendo con ellos, los perros siguen teniendo muchos misterios para nosotros. Uno de estos es su memoria: pueden reconocer a una persona que llevan mucho tiempo sin ver y, en cambio, olvidarse de dónde han dejado un juguete con el que estaban jugando apenas unos minutos antes. Esto lleva a hacerse la pregunta de si los perros tienen buena memoria o no.

No se puede responder a esta pregunta de forma directa ya que la memoria de los perros funciona de forma distinta a los humanos. Así como nosotros navegamos por el pasado en forma de recuerdos, ellos lo hacen a través de sensaciones. Pero comprender los mecanismos que rigen la memoria perruna nos ayuda a entender algunos de sus comportamientos.

Dos tipos de memoria

Los perros, igual que los humanos, tienen dos tipos básicos de memoria: a corto y a largo plazo. La primera es la que usan para las actividades concretas que no tienen necesidad de retener: por ejemplo, si el animal marca con orina un árbol o juega con un palo y luego lo deja, no necesita recordar nada de esto y lo olvida al cabo de unos segundos o, como máximo, de unos minutos.

Esta es la razón por la que, por ejemplo, no sirve de nada regañar a nuestro perro si en nuestra ausencia ha hecho algún desastre, como abrir la basura o morder unos zapatos. La cara de confusión que hacen no es fingida, sino que realmente no recuerdan haberlo hecho porque para ellos no es nada importante. Si a veces parece que se sienten culpables es porque perciben tu enfado hacia ellos, pero no pueden conectarlo con la causa concreta incluso si les enseñan la prueba del “delito”.

Por el contrario, la memoria a largo plazo les permite recordar cosas toda la vida, o como mínimo hasta que experimenten algún tipo de deterioro cognitivo. Sin embargo, esta memoria funciona de modo distinto a la de los humanos. Nosotros recordamos el pasado como una construcción lógica en forma de relato y compuesta de imágenes, sonidos, sentimientos, olores…

En cambio, los perros recuerdan por medio de sensaciones: es decir, asocian un estímulo sensorial, como una voz o un olor, a algo concreto como una persona, objeto o lugar. Pero si, por ejemplo, les mostramos una fotografía de alguien a quien conocen – sea humano, perro u otro animal – son incapaces de reconocerle porque lo que ven es simplemente un trozo de papel o una imagen en una pantalla.

Este tipo de mecanismo de recuerdo produce a veces situaciones de confusión, como por ejemplo si escucha una voz por teléfono o vídeo, o si oye ladrar a un perro en una pantalla de televisión: se trata de una situación en la que normalmente varios estímulos irían ligados (el sonido de una voz con el olor y la presencia física) pero solo hay uno de ellos, por lo que no está seguro de si esa presencia es real o no. Pero si la persona está presente, no es ningún mito el hecho de que los perros pueden recordar a alguien para toda la vida si han tenido un vínculo estrecho con ella.

El papel de la memoria en el adiestramiento

Esta manera de recordar mediante sensaciones es lo que permite que los perros sean una especie predispuesta al adiestramiento, aunque dicha predisposición varía entre individuos. Adiestrar a un perro consiste básicamente en hacer que establezca un vínculo entre un estímulo (una palabra u otro tipo de indicación) y una recompensa, un sistema llamado refuerzo positivo.

A un nivel básico, los perros se adiestran mediante órdenes o comandos, es decir, palabras que ellos asocian a realizar una acción determinada como sentarse, seguida de una recompensa en forma de premio. Este proceso se aprende mediante repetición y su éxito depende de varios factores, como la edad del animal, las experiencias previas o incluso la genética.

Ciertos tipos de perros tienen una mejor memoria y son capaces de recordar un mayor número de comandos y aprenderlos más rápido. En este aspecto destacan dos grupos, el de los retrievers o cobradores y el de los perros ovejeros: generalmente se ha considerado al border collie, un perro ovejero de origen británico, como la raza canina con mejor memoria, ya que pueden reconocer más de mil palabras y aprender instrucciones en menos de cinco repeticiones.

A un nivel más complejo, se puede utilizar el mecanismo sensorial de la memoria de los perros para entrenarlos para ciertas tareas. El caso paradigmático es el de los perros de rescate, que pueden buscar a una persona a partir de un objeto impregnado con su olor. Otros ejemplos son los perros de asistencia médica, que pueden detectar ciertas enfermedades como el cáncer gracias al olfato, o los perros policía, que pueden encontrar explosivos o estupefacientes a partir del olor de la pólvora o los componentes de la droga.

Cuando memoria y confianza chocan

Siendo animales tan ligados a las personas, a veces puede surgir un conflicto entre la memoria del perro y las instrucciones de los humanos. Esto puede suceder, por mencionar una situación cotidiana, si al dar un paseo tomamos una ruta distinta: si siempre seguimos un trazado concreto y lo cambiamos, el animal puede llegar a pensar que nos estamos equivocando y ladrar para “avisarnos”.

Uno de los experimentos que se suelen realizar en las pruebas de inteligencia canina es, precisamente, el llamado test de pensamiento independiente, que consiste en dar a un perro instrucciones que entran conflicto con lo que recuerda (por ejemplo, mostrándole el premio bajo un vaso y luego señalando otro vaso distinto) y ver si confía más en las indicaciones humanas o en su propia memoria. De nuevo, aquí se ven diferencias entre razas, ya que algunas de ellas demuestran una confianza ciega en sus humanos de referencia aunque sus sentidos les digan que les están “engañando”.

También influye mucho el modo en que han sido criados. En general, los perros que han crecido como animales de trabajo – como los de pastoreo – suelen demostrar una mayor confianza en sí mismos y en sus propias capacidades, ya que a menudo deben tomar decisiones de forma independiente, mientras que los de compañía tienden a fiarse más de las personas que conocen.

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