Si le preguntamos a alguien cuál es su dinosaurio favorito, hay una alta probabilidad de que la respuesta sea el Triceratops. Este imponente animal es el representante más conocido de un grupo muy diverso de dinosaurios llamados ceratópsidos, que significa literalmente “cara con cuernos”.

Con sus temibles cuernos e imponentes collares y coronas óseas, estos animales se cuentan entre los pocos herbívoros capaces de plantar cara a los tiranosaurios y otros superdepredadores gigantes. Vivieron durante un período de tiempo relativamente corto a escala geológica (poco más de 20 millones de años, a finales del Cretácico), pero mientras caminaron sobre la Tierra esta fue suya.

El origen de los ceratópsidos

Los antepasados directos de los ceratópsidos aparecieron entre finales del Jurásico y principios del Cretácico. Eran un grupo muy variado de dinosaurios llamados ceratopsianos, cuya única característica común era un collar óseo sobre los ojos y que ocasiones rodeaba la parte superior del cuello. Las especies primitivas de este grupo todavía no presentaban los característicos cuernos, que a lo sumo eran pequeñas protuberancias sobre la nariz y los ojos.

Los ceratópsidos propiamente dichos se separaron del resto del grupo a finales del Cretácico, hace unos 90 millones de años, desarrollando sus característicos cuernos y aumentando considerablemente las dimensiones de su collar hasta convertirlo en una corona ósea llamada gola. Esto fue gracias a una característica evolutiva: sus vértebras cervicales se fusionaban entre sí, permitiéndoles sostener todo el peso de sus cráneos, que por si fuera poco eran enormes comparados con los de la mayoría de dinosaurios herbívoros.

Otros grupos se quedaron por el camino o solo lo recorrieron a medias. Algunos llegaron a desarrollar golas pero no cuernos, en cuyo lugar se conformaron con pequeñas protuberancias: son los llamados protoceratópsidos, algunos de los cuales sobrevivieron hasta finales del Cretácico, junto con sus parientes ceratópsidos, hace 66 millones de años.

La gran carrera armanentística

Algo que podría haber motivado este desarrollo armamentístico es la geografía: excepto las especies más antiguas, la mayoría de ceratópsidos vivieron en Laramidia, una isla continente que hoy correspondería a la costa oeste de Norteamérica. Se trataba de una franja alargada de tierra, mayoritariamente de terreno montañoso, de modo que las especies se habrían visto obligadas a vivir muy cerca unas de otras, con la presión que esto conlleva para los herbívoros.

Además, en ese continente vivían depredadores temibles como los tiranosáuridos, con lo cual era una cuestión de supervivencia del más fuerte: y realmente, los ceratópsidos eran uno de los pocos grupos de herbívoros capaces de plantar cara a un tiranosaurio y otros cazadores de su talla. Se han encontrado fósiles de ceratópsidos con señales de dientes de grandes carnívoros; heridas que cicatrizaron y que significan que el herbívoro sobrevivió a la pelea.

Es más, en una lucha entre un ceratópsido de gran tamaño y un tiranosaurio, el primero seguramente tendría las de ganar, ya que la zona a la que normalmente atacaría el depredador era precisamente la que tenían más protegida, el cuello. Muchos ceratópsidos tenían cuernos encima de los ojos lo bastante largos como para representar un arma letal; lo cual, sumado a la potencia de sus cuellos, representaba una amenaza capaz de disuadir al más terrible de los carnívoros. Se cree, además, que eran capaces de embestir a velocidades de casi 50 kilómetros por hora.

De todas las formas y colores

Algo que llama mucho la atención en los ceratópsidos es la gran variedad de formas que presentan sus cráneos, especialmente teniendo en cuenta su corta historia evolutiva: desde ejemplos relativamente modestos como el Avaceratops, pequeño y con cuernos cortos, hasta la impresionante gola del Styracosaurus, dotada de sus propios cuernos. Algunas especies, como las pertenecientes a la subfamilia de los chasmosaurinos, incluso tenían golas alargadas verticalmente con aberturas óseas cubiertas de tejidos que les permitían aligerar el peso.

Actualmente se conocen alrededor de 50 géneros de ceratópsidos, la gran mayoría de los cuales consta de una sola especie. Algunas son muy famosas, como el icónico Triceratops (el “trescuernos” por antonomasia) o el Styracosaurus, uno de los más espectaculares visualmente por las protuberancias en forma de pinchos que lucía en su gola. De hecho, la mayoría de especies tienen algún rasgo distintivo que no se ve en ninguna otra: cuernos curvados hacia adelante o anormalmente grandes, protuberancias en los lados de la cabeza… Además, probablemente cada especie tenía sus propios patrones de color.

A grandes rasgos, podemos dividir los ceratópsidos en dos grandes grupos: aquellos que presentaban cuernos sobre los ojos y la nariz y aquellos que solo tenían este último. No parece haber un patrón claro que explique el número y ubicación de los cuernos; algunas especies incluso parecen tener protuberancias meramente decorativas, como el peculiar Kosmoceratops, que tiene parte de los cuernos en la parte superior de la gola curvados hacia adentro, volviéndolos inservibles como defensa.

Se ha debatido durante mucho tiempo si estas golas eran un elemento puramente defensivo o si tenían algún tipo de función de cortejo, similar a las astas de los ciervos u otros animales. Se ha especulado incluso que los ceratópsidos podían presentar dimorfismo sexual y que las golas de los machos podrían haber lucido colores vivos como reclamo para las hembras, de forma similar a los plumajes de algunas aves, algo difícilmente comprobable solo a partir de los fósiles ya que los tejidos blancos no suelen conservarse.

Estas hipótesis tienen fundamento si consideramos que los ceratópsidos probablemente eran animales gregarios que vivían en grupos más o menos grandes, ya que se han encontrado depósitos de fósiles con individuos de edades muy variadas. Hay paleontólogos que defienden la idea de que estos dinosaurios vivían en rebaños socialmente complejos que se desplazaban estacionalmente en busca de pastos, de forma parecida a los mamíferos herbívoros actuales.

La breve y exitosa historia de los ceratópsidos llegó a un final abrupto con la extinción masiva del Cretácico-Paleógeno, hace 66 millones de años. Pero de no haber sido por esto, estos formidables animales tenían todas las cartas para perdurar durante muchos millones de años más.

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