Un virus es un organismo que depende de un huésped para reproducirse, de hecho existe un dilema biológico sobre si los virus están vivos o no. Sea como fuere, una vez ha infectado a su víctima se apodera de sus células y las usa para multiplicarse, pudiendo llegar a ser letales. Una de las respuestas más efectivas del cuerpo frente a este tipo de ataque es aumentar la resistencia al virus transformando el propio ADN de las células amenazadas. Así, esta adaptación se hereda en generaciones sucesivas de descendientes y muta a lo largo del tiempo hasta vencer a la enfermedad.

Los investigadores, cuyas conclusiones fueron publicadas en la revista Current Biology en 2021, analizaron el ADN de poblaciones de todo el mundo, una visión de conjunto que ha sido posible gracias al Proyecto 100.000 Genomas, la mayor base de datos genéticos pública del mundo. El código genético fue observado detenidamente en busca de elementos fuera de lo común, y pronto se hallaron secuencias distintivas en los genes que destacaban en las poblaciones de China, Vietnam y Japón.

Estos genes contenían en su interior una serie de mutaciones muy características que se correspondían con reacciones defensivas frente a un coronavirus. Concretamente los cambios genéticos habían reforzado las células de los pulmones (zona que presenta un mayor número de mutaciones por ser la más vulnerable), y otras áreas afectadas por el patógeno como la sangre, las arterias o el tejido adiposo, zonas que son también atacadas hoy por la variante moderna de este ancestral virus.

Un paleocovid hace miles de años

Para saber en que momento se produjeron las adaptaciones genéticas, los estudiosos aislaron en el tiempo a grupos de 500 generaciones, cada uno de los cuales cubría un período de 15.000 años. La elaboración de esta cronología fue posible por los gráficos de recombinación del material genético, que sitúan en el tiempo cada una de las diferentes mutaciones.

Pronto descubrieron que los cambios habían empezado hacia las 900 generaciones pasadas, por lo que el peor momento de la epidemia se debía situar 25.000 años atrás. Por el contrario a partir de 500 generaciones las mutaciones se empezaban a reducir, hasta estabilizarse el gen 5.000 años atrás, fecha en la que terminaría la epidemia al ser superado el virus por las nuevas defensas.

Adaptarse y sobrevivir

Esta mejora del genoma fue clave para convertir a la población del noreste de Asia en más resistente a una enfermedad que ha golpeado repetidamente la zona en sucesivas epidemias, producidas por nuevas mutaciones del virus. En 2002 el SARS mató a 800 personas y cuatro años después el MERS-CoV se cobró 850 víctimas.

Pero sin duda la variante más letal ha sido la actual, la cual, aunque ha provocado una terrible mortandad por todo el mundo que ya se eleva a 3,9 millones de personas, en los tres países estudiados ha causado solamente 19.375 muertos (según los datos oficiales). Esta baja tasa de mortalidad ha sorprendido a muchos científicos al tratarse de naciones densamente pobladas, por lo que las mutaciones desarrolladas en el pasado, hipotetizan, podrían haber salvado a los asiáticos de una nueva epidemia.

Mezclados con los neandertales

En cambio la hibridación con neandertales producida en los países occidentales parece que nos hizo más susceptibles a la enfermedad, y explicaría en parte el mayor número de muertos frente a un virus al que todavía no nos hemos adaptado.

Tras identificar los rasgos y extensión de esa antigua epidemia, una segunda fase del estudio fue comprobar si las respuestas defensivas detectadas podrían servir hoy en la elaboración de fármacos y vacunas para combatir al Covid-19. El profesor Kirill Alexandrov y su equipo de la Universidad de Queensland se encargaron de ello, y afortunadamente pudieron identificar algunas mutaciones que todavía sirven de escudo contra el virus y que pronto serán incorporadas a la investigación médica.

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