Mientras los dinosaurios dominaban la Tierra, otro grupo de reptiles impuso su dominio en los cielos durante gran parte de la era Mesozoica. Los pterosaurios fueron un extenso grupo de reptiles que evolucionó hasta adquirir una anatomía especializada en el vuelo, comparable a la de las aves modernas, y que llegaron a ser los animales voladores más grandes que han existido en el planeta.

Aunque a veces se les llame dinosaurios voladores esta denominación es incorrecta, puesto que se trata de grupos distintos y solo lejanamente emparentados. Ambos surgieron en el periodo Triásico Tardío, hace unos 235-210 millones de años, y se extinguieron contemporáneamente a finales del Cretácico, aunque el declive de los pterosaurios empezó mucho antes.

De planeadores a voladores

Descifrar el origen de los pterosaurios es más complicado que hacerlo con los dinosaurios ya que, al contrario de estos, no se han encontrado demasiados fósiles de especies de transición que nos permitan establecer una línea evolutiva clara. Hay diversas teorías al respecto, pero probablemente sus ancestros más antiguos serían un grupo de reptiles del Triásico que contaban con membranas en sus extremidades, lo cual les permitía planear.

A lo largo de decenas de millones de años, estos reptiles planeadores desarrollaron diversas adaptaciones que les permitieron convertirse en voladores de pleno derecho. Muchas de estas adaptaciones son las mismas que encontramos en las aves actuales: huesos huecos que aligeran el peso, una estructura torácica compacta que otorga una mayor estabilidad y la sustitución de las extremidades anteriores por alas.

La ficción generalmente ha retratado a los pterosaurios siguiendo un esquema muy simple de reptiles que volaban con alas membranosas; un tópico que no solo no se asemeja a la realidad, sino que sería anatómicamente imposible dado el tamaño de muchos de estos animales. Las membranas habrían permitido planear a sus antepasados lejanos, pero no eran suficientes para un vuelo activo y ni siquiera para alzarse del suelo por sí mismos.

La realidad es que las alas de los pterosaurios eran bastante complejas y en muchos aspectos similares a las aves modernas. Contaban con músculos especializados en el vuelo y seguramente con picnofibras, estructuras similares a protoplumas, aunque no eran plumas propiamente dichas sino más bien una especie de vello corto similar al de los mamíferos y los dinosaurios. 

Criaturas hábiles y sorprendentes

En la actualidad son muchos los paleontólogos que sostienen que los pterosaurios eran voladores tan buenos como las aves modernas. Una pista en esta dirección es que contaban con un lóbulo cerebral muy desarrollado llamado flóculo, que interviene en el equilibrio y en las habilidades motoras: en las aves ocupa un 1-2% del tamaño total del cerebro, pero se cree que en los pterosaurios superaba el 7%, el porcentaje más grande que se conoce en cualquier animal que haya existido.

Esta gran capacidad motora también permitía a muchos de ellos desplazarse relativamente bien en tierra, sosteniéndose con el dedo hipertrofiado del que partían las alas. A pesar de que sus extremidades no estaban hechas para caminar rápidamente, debido a su gran tamaño algunos de ellos habrían tenido una zancada larga, permitiéndoles incluso alimentarse de pequeñas presas terrestres: prueba de ello son las huellas encontradas que demuestran que se desplazaban por tierra.

La mayoría tenían largas mandíbulas parecidas a picos con los que capturar a sus presas, aunque no todos tenían dientes. Por esta forma se cree que los pterosaurios eran en su mayoría pescadores que se alimentaban en aguas poco profundas y complementaban su dieta con pequeños mamíferos y reptiles terrestres. Pero también hay criaturas sorprendentes como los anurogántidos, pequeños animales de hocico redondo parecidos a los murciélagos y que posiblemente tenían una dieta insectívora.

Muchas familias de pterosaurios tenían algún tipo de cresta en la parte posterior de la cabeza. Inicialmente se creía que era una mera protuberancia ya que los tejidos blandos raramente se fosilizan, pero los descubrimientos recientes señalan que probablemente se trataba de crestas vistosas y coloridas, posiblemente usadas por los machos como elemento de exhibición al buscar pareja.

Los señores de los cielos que cayeron en desgracia

La época de esplendor de los pterosaurios fue el Jurásico, período durante el cual se diversificaron en multitud de familias y especies con tamaños y aspectos muy variados. Aunque tengamos la imagen de los grandes pterosaurios como los Quetzalcoatlus, cuya envergadura llegaba a los 10 metros (el triple que el albatros errante, la mayor ave voladora del planeta), junto a ellos coexistían especies más pequeñas y de aspecto muy distinto a lo que imaginamos cuando pensamos en estos reptiles.

El Cretácico, en cambio, supuso una progresiva reducción de diversidad entre los pterosaurios. Unas pocas familias formadas por especies de gran tamaño prosperaron, mientras que las de tamaño medio y pequeño fueron desapareciendo, dejando paso a los antepasados de las primeras aves. A medida que estas ocupaban nichos ecológicos similares, se convirtieron en una competencia cada vez más intensa por los recursos alimenticios y hábitats.

Además las fluctuaciones climáticas durante este último período, con un clima menos húmedo respecto al Jurásico, seguramente afectaron a sus fuentes de alimento, sobre todo si se especializaron en presas específicas, como parece que fue el caso: a medida que avanza este período los registros fósiles muestran una desaparición de las especies dentadas, lo cual sugiere que evolucionaron hacia una dieta estrictamente a base de pescado; lo cual suponía, además, una mayor competencia con reptiles marinos como los plesiosaurios.

Los pterosaurios entraron en declive mucho antes que los dinosaurios y, en el momento de la extinción masiva del Cretácico-Paleógeno, solo se conoce una especie que viviera: Quetzalcoatlus northropi, precisamente la más grande de todas, que además ostenta el récord de ser el mayor animal volador que haya existido jamás en el planeta. El rey de los pterosaurios fue, pues, el último representante de esta estirpe que había dominado los cielos durante decenas de millones de años.

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