Aunque la ciencia ha demostrado en numerosas ocasiones que no existe un lugar específico al que los paquidermos se dirijan instintivamente para morir, las leyendas sobre cementerios de elefantes han tenido cierta relevancia en el imaginario popular a lo largo de los años, sea por la ambición de algunos de dar con grandes reservas de marfil, o por las incontables películas que han reforzado el mito. 

Incitados por la falsa creencia, muchos han salido en busca de estos supuestos enclaves sagrados, sin éxito. Pero lo que jamás habrían imaginado los exploradores, quienes enfocaban siempre su mirada en el continente africano, es que en la Península Ibérica se escondían los restos milenarios de ocho ejemplares de Gomphotherium angustidens, un antepasado lejano de los modernos elefantes africanos. 

Así lo ha notificado el Ayuntamiento de Madrid, que hace unos meses se topó con el descubrimiento cuando preparaba un terreno en el polígono de La Atalayuela, ubicado a poco más de 10 kilómetros de la capital española, para construir un centro logístico de bomberos. No tardaron, pues, en dar luz verde a una excavación -liderada por Alessandro Giusto, paleontólogo, y Jorge Morín, arqueólogo- que sacó a la luz piezas de gran valor histórico.

¿Qué revelan los restos de Gomphotherium angustidens?

La investigación comenzó en marzo de 2023, se extendió hasta agosto, y abarca una superficie aproximada de 800m2 . Hasta la fecha, los restos encontrados han permitido a los expertos conocer más sobre esta especie, cuya presencia ya se había reportado anteriormente en España, más recientemente en Somosaguas y Carpetana (también en Madrid), y en Villafeliche (Zaragoza). 

El Gomphotherium angustidens es un elefante extinto que vivió durante el Mioceno inferior y medio, hace entre 16 y cinco millones de años. En línea con el período, la osamenta descubierta en La Atalayuela data de hace 14 millones años, según indica el comunicado oficial. La especie se expandió por un vasto territorio: por el centro y sur de Europa, por la península arábiga y por el noreste de África, aproximadamente desde Túnez hasta Kenia. 

Con respecto a su aspecto, este gigante prehistórico no superaba las dimensiones del actual elefante africano, que se sitúa entre los mamíferos terrestres más grandes del planeta: mientras que el último alcanza en la edad adulta los 4 metros de altura y pesa alrededor de 6 toneladas, su antepasado medía unos 3 metros de altura y pesaba unas 2,5 toneladas. Además, la trompa del Gomphotherium angustidens era más corta que la de su pariente moderno.

De los restos hallados se han podido recuperar, hasta la fecha, mandíbulas, colmillos, fémures, húmeros y caderas completas correspondientes a ocho ejemplares de la especie. Y las primeras conclusiones de la investigación revelan por qué se encontraban en la zona y cómo se han conservado los fósiles hasta la actualidad: el terreno donde se ubican albergaba un reducto de agua en el que los animales se refugiaron durante un período de aridez, aunque posteriormente murieran por falta de alimento. Luego, una crecida repentina del nivel del agua cubrió los restos, facilitando su fosilización, y millones de años más tarde estos han sido encontrados por el ser humano; especie con la que, por cierto, no convivió nunca en el continente europeo.

Ahora, si bien las investigaciones continúan su curso, las piezas han sido depositadas en el Museo Arqueológico Regional de la Comunidad de Madrid, en Alcalá de Henares, y algunas de ellas se encuentran en el Museo Nacional de Ciencias Naturales, donde están siendo profundamente estudiadas con el objetivo de ofrecer más respuestas sobre estos enormes animales que habitaron hace millones de años la Península Ibérica.

Facebook Comments