Algunos titulares alertaban recientemente que las jirafas ‘ya se encuentran en peligro de extinción’, sin duda una mala noticia para estos mamíferos artiodáctilos, aunque no se trata de ninguna novedad, teniendo en cuenta que estos animales ya engrosan las listas de especies amenazadas desde hace 7 años, cuando la UICN completó la primera evaluación detallada del estado de conservación de estos animales, a los que pasó de calificar como ‘preocupación menor’ a considerarlos ‘vulnerables’.

Aquella fecha también cambió la opinión convencional a la hora de clasificar a las jirafas. Hasta entonces, se daba por hecho que pertenecían a una única especie: Giraffa camelopardalis. Sin embargo, los análisis genéticos realizados en aquella época sugerían que en realidad existen cuatro especies con diferencias más que significativas, una clasificación que actualmente sigue en fase de estudio y que no ha sido incorporada todavía en las listas oficiales de la UICN. Lo que sí es cierto es que todas ellas, a excepción de dos subespecies, están consideradas en alguna de las categorías de amenaza de la UICN: vulnerable, en peligro o en peligro crítico.

Declive poblacional 

Del cerca del millón de ejemplares que se calcula vagaban por el continente africano en el siglo XVIII, las autoridades conservacionistas cifran que actualmente existen unos 117.0000 individuos, según el último censo realizado por Giraffe Conservation. Entre sus principales amenazas figuran la fragmentación del hábitat, la deforestación, la guerra y la caza furtiva.

Jirafa septentrional (Giraffa camelopardalis)

No presenta manchas en la parte inferior de las patas. Es nativa del norte del continente africano, aunque antaño se extendían desde África occidental hasta el norte de Egipto. Entre sus subespecies se encuentra la jirafa occidental (G.c.peralta), vulnerable; la jirafa de Kordofán (G.c.antiquorum)  y la jirafa de Nubia (G.c.camelopardalis), ambas en peligro crítico.

Jirafa Reticulada (Giraffa reticulata)

Así denominada por la pronunciada definición de sus manchas de color marrón anaranjado, claramente definidas por líneas blancas. Presenta una distribución relativamente limitada en el norte y el noreste de Kenia, y es muy probable que persistan pequeñas poblaciones restringidas en el sur de Somalia y el sur de Etiopía. Se incluyó en la Lista Roja de la UICN en 2018 en la categoría de ‘en peligro’. En los últimos años, sin embargo, los números en todo el norte de Kenia parecen estar aumentando con la mejora de las medidas de conservación. Más del 95 % de las jirafas reticuladas se encuentran fuera de las áreas protegidas gestionadas por el Gobierno, por lo que las entidades conservacionistas hacen un llamamiento en favor de la protección de sus ecosistemas. 

 Jirafa masai (Giraffa tippelskirchi)

La masai es la especie que presenta un patrón más oscuro. Hace 30 años era la más abundante, pero sus poblaciones se han visto reducidas a la mitad desde entonces. Habitan en el centro y el sur de Kenia y Tanzania. Antaño era la especie con mayor población, llegando a unos 71.000 ejemplares, de las cuales quedan poco más de 44.000 en libertad. Se trata de una especie muy afectada por la caza furtiva y la fragmentación del hábitat, aunque, según datos de Giraffe Conservation, existen evidencias de que sus poblaciones están recuperándose lentamente. Está clasificada ‘en peligro’ por la UICN.

 Jirafa meridional (Giraffa giraffa)

Es la que corre menor riesgo. Sus poblaciones han aumentado significativamente, y en cuatro países se autoriza la caza de las dos subespecies que engloba: la jirafa de Angola (G. g. angolensis y la jirafa de Sudáfrica (G.g.giraffa), que con unos 17.750 y 37.000 ejemplares, respectivamente, son las únicas catalogadas en la categoría de ‘preocupación menor’.

*El estado de conservación se basa en una taxonomía propuesta, actualmente en revisión por la UICN, aunque hasta la fecha no aprobada por la organización conservacionista. 

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