Al doctor Gareth J. Fraser le fascina el océano y las criaturas que lo habitan. Por ello, realizó un doctorado en biología marina y centró sus estudios en cómo la evolución acabó desarrollando las formas y estructuras que podemos observar en estos animales. Y es que el océano nos muestra seres que parecen surgidos de un mundo de fantasía, desde las medusas que flotan ingrávidas en el agua hasta las extrañas formas de los peces que habitan sus frías y oscuras profundidades.

Cuando naces para martillo…

El Dr. Fraser no cabía en sí de la alegría cuando le concedieron financiación para dirigir un estudio sobre cómo se formaba el martillo del tiburón martillo. Por fin iba a poder echar un vistazo a la creación de una de las maravillas de la naturaleza. Y es que, para el tiburón martillo, la cabeza es su herramienta de caza y le proporciona tanto visión de profundidad, como la capacidad de detectar el campo eléctrico de sus presas. Pero para Fraser era mucho más, era un misterio que todavía no se había resuelto, un puzle que hacía las delicias de cualquier investigador. Por fin iban a entender cómo la cabeza del escualo se va alterando durante el desarrollo del embrión. Sin embargo, el estudio no era nada sencillo, ya que estos tiburones no ponen huevos como otros miembros del orden de los tiburones, si no que las crías nacen ya desarrolladas del vientre de la madre. Es decir, son vivíparos, no ovíparos.

Este hecho añadía una enorme dificultad al estudio, ya que observar cómo se desarrolla un embrión en un huevo es mucho más sencillo, pero el equipo de Fraser estaba dispuesto a aceptar el desafío. Era la primera vez que se iba a realizar un estudio tan detallado sobre los tiburones martillo y, probablemente, debido al estado de conservación de las especies, iba a ser una oportunidad única para Fraser. Las autoridades habían dado el visto bueno, y los organismos encargados les iban a ofrecer toda la ayuda que estaba en sus manos. Pero todavía quedaban algunas cuestiones que resolver, como qué tiburón martillo se iba a estudiar.

Hablemos de tiburones

En la actualidad existen al menos 8 especies de tiburones martillo, aunque también se han encontrado restos de otras 4 más que se consideran extintas. Los especímenes más grandes llegan a pesar más de 550 kg y medir 4 metros y medio de largo, mientras que la especie más pequeña apenas llega al metro de longitud. Lo más distintivo de las especies es la forma de su cabeza, achatada y estirada, que corona un cuerpo largo y esbelto. Al verlos desde arriba, pueden recordar vagamente a los martillos, por lo que de ahí su nombre y el de la familia de especies Sphyrnidae (sphyra proviene del griego σφυρα, que significa martillo).

La peculiar forma de la cabeza ofrece ciertas ventajas a la hora de detectar a sus presas. La posición separada de sus ojos permite una excelente percepción de profundidad, por lo que el tiburón puede calcular la distancia a la que se encuentra su objetivo con una gran precisión. Ahora bien, de poco sirve la visión cuando se enturbian las aguas costeras tras una tormenta o si tiene que cazar presas ocultas en la arena. Este método de defensa le sirve tanto a peces como a cangrejos para estar relativamente a salvo de otros depredadores, pero el tiburón martillo cuenta con un método de detección prácticamente infalible: la electricidad.

Si en algún momento tenemos la oportunidad de observar de cerca el morro de un tiburón (no necesariamente martillo), veremos una serie de puntitos desperdigados. Se trata de las conocidas como ampollas de Lorenzini, unos sensores que les permiten detectar los débiles campos eléctricos que generan los músculos de los animales al contraerse. Este órgano tiene una doble función, ya que, además de permitirles cazar, también les ayuda a orientarse con el campo magnético terrestre y, por tanto, sirve de “brújula” durante sus migraciones. El tiburón martillo dispone de un gran número de estos nódulos distribuidos por su cabeza, por lo que es excelente detectando a su próxima comida.

Escogieron la pala entre los martillos

De entre todas las especies de tiburón martillo, el Dr. Fraser y su estudiante de posgrado Steven Byrum decidieron estudiar la especie Sphyrna tiburo, también conocida como tiburón cabeza de pala. Se trata de una especie que, aunque se encuentra en peligro de extinción, es relativamente abundante en las costas del continente americano. Gracias a la colaboración con las autoridades y otros grupos de investigación, entre 2020 y 2022 consiguieron recoger un total de 27 especímenes que tenían entre 1 y 15 embriones y que habían sido capturados accidentalmente o formaban parte de otros estudios.

Analizando las diferencias entre los embriones de tiburón observaron que a los 2 meses, aproximadamente a mitad de la gestación, la cabeza se ensancha repentinamente. Hasta este momento, los embriones de apenas cinco centímetros son prácticamente indistinguibles de los de cualquier otro tiburón. Sin embargo, en apenas un par de semanas, el cráneo se deforma completamente y los ojos se mueven a los laterales de la cabeza, mostrando la forma de martillo. Ahora bien, en el caso del tiburón cabeza de pala, todavía no se ha completado el desarrollo. En esta especie en concreto, la parte frontal del martillo va redondeándose durante el siguiente mes y la zona más externa va estirándose hacia las branquias. Así, se transforma un martillo en una pala.

… del cielo te caen los clavos

El artículo donde muestran todo el proceso ha sido publicado en la revista Developmental Dynamics y se trata de una fantástica base para futuras investigaciones. Con los datos recogidos, los miembros del laboratorio del Dr. Fraser esperan documentar y comparar el desarrollo embrionario de otras especies de vertebrados. Así, pueden descubrir en qué momento entran en acción los mecanismos celulares que acaban diferenciando a cada embrión según la especie.

Además, el trabajo también pone de manifiesto la importancia de la colaboración entre las autoridades y los pescadores a la hora de realizar estudios de los ecosistemas marinos. Los avistamientos de los ciudadanos y los profesionales del mar proporcionan una enorme cantidad de datos con un gran valor para los investigadores. Estos datos pueden emplearse para comprender mejor la fauna marina y esclarecer los cambios en los patrones de migración de las poblaciones, pero también para diseñar nuevos aparatos que minimicen la pesca accidental de especies no deseadas.

De momento, el mar sigue guardando muchos secretos, como los lugares de reproducción del tiburón ballena, o los restos de cientos de naufragios que reposan en sus profundidades. Ahora bien, el secreto de cómo los tiburones martillo consiguen su martillo ya ha sido desvelado. ¿Cuál será el próximo?

Facebook Comments