Si vivir en tierra firme en la era Mesozoica era una lucha diaria contra la muerte, hacerlo en el agua no era mucho mejor y podía ser incluso más peligroso. Los mares ancestrales estaban plagados de criaturas a cada cual más peligrosa y terrorífica. Y, tanto por su aspecto como por su eficiencia, pocos resultaban tan aterradores como los plesiosaurios.

A menudo se los llama “dinosaurios marinos”, pero nada más lejos de la realidad: los plesiosaurios eran reptiles marinos y los dinosaurios eran terrestres. Pertenecían a dos mundos distintos, no tenían ningún antepasado común y eran criaturas muy diferentes, más allá de su aspecto igualmente terrorífico.

¿Qué es un plesiosaurio?

Los plesiosaurios fueron un orden de sauropterigios, un grupo de reptiles que aparecieron a finales del período Triásico, el primero de los tres en los que se divide el Mesozoico, la llamada “era de los dinosaurios”. La Tierra estaba viviendo un momento de profundo cambio: la extinción del Triásico-Jurásico, que si bien fue la menor de las cinco extinciones masivas que ha vivido el planeta Tierra, supuso la desaparición de entre el 20 y el 35% de los vertebrados marinos.

El desastre dejó muchos nichos ecológicos en los que los supervivientes podían prosperar. Así fue como los plesiosaurios se hicieron un lugar como superdepredadores desarrollando unas poderosas aletas y largos cuellos, que les convertían en cazadores muy eficientes. El secreto de su éxito estaba en las vértebras cervicales: su gran número y su forma alargada dotaba a estos animales de un cuello muy poderoso y manejable con el que atrapar a sus presas.

Esto les permitió escalar hasta la cima de la cadena alimenticia durante su época de esplendor, el Jurásico, y mantener este lugar durante el resto de la era Mesozoica: ni siquiera la aparición de los mosasaurios, al final del Cretácico, pudo desposeerlos de su corona. El hecho de que se hayan encontrado fósiles de plesiosaurio por todo el mundo demuestra que su distribución era global, algo inusual en los depredadores terrestres de aquella época.

Por qué era tan especial el cuello de los plesiosaurios

La evolución y diversificación de los plesiosaurios está estrechamente ligada a los ecosistemas tan variados en los que vivían. Sus características distintivas, las grandes aletas y el largo cuello, varían mucho según el grupo y son la prueba de una adaptación a medios diversos, lo cual fue clave para su diversificación a escala planetaria. La proporción del cuello en relación al cuerpo es, de hecho, uno de los principales criterios para clasificar las diversas familias de plesiosaurios.

Entre estas destaca la familia de los elasmosaurios, que exhibe la proporción – o desproporción, según se quiera mirar – más grande entre el cuello y el resto del cuerpo. Ninguna especie lo ejemplifica mejor que el Albertonectes vanderveldei, un monstruo de 11,2 metros de largo de los cuales 7 correspondían al cuello; es decir, un 62,5% de su longitud total. Este animal también posee el récord de vértebras cervicales conocidas en cualquier criatura viva o extinta: un total de 76, que lo convierten en el animal con el cuello más largo en proporción a su cuerpo que ha existido en toda la historia de la Tierra. Algunos dinosaurios saurópodos, como el Mamenchisaurus, tenían cuellos de extensiones similares, pero que proporcionalmente «solo» suponían la mitad de su longitud total.

En el otro extremo hubo familias que tomaron el camino contrario y revertieron la “escalada armamentística” para tener cuellos más cortos y adaptarse a ecosistemas de espacios más reducidos, como los arrecifes. Algunos, aparentemente, llegaron a tener cuellos de longitud “normal”, aunque esta suposición puede estar equivocada: podría ser que, simplemente, los fósiles encontrados no contengan todas las vértebras.

El descubrimiento de los plesiosaurios

Los plesiosaurios fueron identificados como tales en una época relativamente temprana para la arqueología: encontramos sus primeras descripciones como reptiles extintos a principios del siglo XVIII, aunque el grupo en sí no fue descrito hasta la década de 1820, de la mano de los naturalistas William Conybeare y Henry Thomas De La Beche. En 1823, la paleontóloga Mary Anning encontró y describió el primer esqueleto completo de Plesiosaurius dolichodeirus, la especie que dio nombre al grupo.

Basándose en el ejemplar encontrado por Anning, Conybeare bautizó este nuevo grupo de reptiles como plesiosaurus, que significa “parecido a un largarto”: una descripción bastante genérica que, por el momento, cumplió la necesidad de clasificarlos de algún modo. Los plesiosaurios fueron “presentados” a la comunidad científica en 1824 durante una conferencia de la Sociedad Geológica de Londres; anecdóticamente, durante la misma sesión en la que fue descrito el Megalosaurus, el primer dinosaurio en recibir un nombre.

Los plesiosaurios empezaron a ser conocidos por el gran público en buena parte gracias a la Exposición Universal de 1854 en el Crystal Palace de Londres, que también incluía numerosas esculturas de dinosaurios. En aquellos tiempos, sin embargo, la influencia de la religión hizo que muchos los considerasen monstruos ancestrales creados por el Diablo. El aspecto de aquellas esculturas debía mucho a la imaginación de los artistas y tenía muy poco que ver con su aspecto real.

Plesiosaurios en la religión y el folklore

Los plesiosaurios son uno de los grupos de animales prehistóricos con mayor peso en el folklore y la religión: han estado presentes en las historias y las leyendas incluso desde antes de ser identificados como tales.

Las historias de terroríficas criaturas marinas están presentes en varias religiones. En la mitología griega Poseidón tenía por costumbre enviar a sus monstruos a atacar aquellos que le ofendían. La tradición hebrea y luego cristiana habla del Leviatán, una enorme serpiente destinada a traer el caos al mundo. Muchas otras mitologías como la vikinga y la mesopotámica tienen sus propias criaturas marinas.

Pero seguramente el mito más relacionado con los plesiosaurios es el del monstruo del Lago Ness, conocido popularmente como Nessie, ya que esta criatura legendaria ha sido históricamente imaginada con el aspecto de un reptil prehistórico de largo cuello. Su existencia nunca ha sido probada y, lo que es más, varios expertos han señalado que lo que sabemos de los plesiosaurios es incompatible con el ecosistema del lago: el agua es demasiado fría para que un animal de sus características pudiera sobrevivir allí, no tendría presas suficientes para alimentarse y la anatomía de su cuello haría imposible que pudiese sacarlo del agua. Pero siendo Nessie un gran reclamo turístico para la región, poco tiene que hacer la realidad paleontológica frente a la ilusión de los visitantes.

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